En otros artículos hemos hablado de mujeres españolas que hicieron historia, caso de Isabel de Barreto o Juana Galán, igual que de las de otras nacionalidades como las hermanas vietnamitas que impidieron una invasión china, las mujeres con maridos judíos de Rosenstraße, exploradoras como Isabelle Eberhardt y Alexandra David-Néel, piratas como Anne Bonny y Mary Read, escritoras, catedráticas, inventoras…
Pues bien, los griegos también tienen su heroína; se llamaba Laskarina Buboulina Pinotsis y fue protagonista de diversas acciones armadas durante la revolución contra los otomanos que supuso la independencia de Grecia.
Laskarina parecía abocada a ser quién fue como por obra del destino, pues nació en una prisión de Constantinopla. Allí había ido su madre, Skevo, para visitar a su marido, Stavrianos Pinotsis, que era militar y estaba encerrado por participar en la fallida Revolución de Orlov, un levantamiento que se produjo en 1770 en el Peloponeso y Creta contra el Imperio Otomano (que tenía el territorio griego bajo su dominio) y que lleva el nombre de los dos agentes rusos que lo organizaron ayudando a los rebeldes con un pequeño cuerpo expedicionario y una escuadra naval. Ésta logró imponerse al enemigo en la batalla de Cesme pero por tierra los rusos no pudieron enviar los refuerzos prometidos y la insurrección fue aplastada.
Había prendido la mecha del filohelenismo pero Stavrianos Pinotsis dio con sus huesos en la cárcel y para visitar a su marido, Skevo tenía que desplazarse periódicamente desde su hogar de Arvanita, en la isla de Hidra (archipiélago Sarónico, muy cerca de Atenas), a Constantinopla. Uno de esos viajes lo hizo en la primavera de 1771, estando embarazada, y allí dio a luz a una niña que no tardó en quedar huérfana de padre, por lo que regresó a casa con su progenitora. No eran tiempos para que mujeres solas pudieran salir adelante con facilidad y menos aún teniendo ocho hijos, así que cuatro años más tarde Skevo contrajo segundas nupcias con Demetrios Lazarou-Orlof y la familia se fue a vivir a otra isla vecina, Spetses.
Ese lugar había sido arrasado por los otomanos, así que el sentimiento nacionalista estaba muy arraigado. En ese entorno creció Laskarina, oyendo contar historias tremebundas sobre la opresión a que estaban sometidos y los héroes que habían dado su vida por la liberación. Pero de momento, tenía que cumplir su rol social y a los diecisiete años contrajo un primer matrimonio con Dimitrios Yiannouzas, que era marino, azarosa profesión que le llevó a la muerte muy pronto luchando precisamente contra piratas berberiscos. La joven viuda volvió a casarse a los treinta, de nuevo con un hombre de mar llamado Dimitrios Bouboulis… que falleció también de la misma forma en 1811.
Bouboulis, que cayó combatiendo contra dos barcos enemigos convirtiéndose en una leyenda local, era rico: un armador que poseía varias naves -alguna de las cuales capitaneaba él mismo, como vimos- y tierras, por lo que Laskarina no quedó desamparada, algo que hubiera sido un problema teniendo en cuenta la prole de siete hijos que había engendrado con sus dos maridos.
Ella misma asumió el control de los negocios familiares y los llevó con acierto, construyendo tres buques más; uno de ellos, como veremos, sería el Agamemnon, que habría de jugar un destacado papel en el proceso independentista (el nombre era una referencia al rey micénico que, según la mitología y La Ilíada, dirigió a los griegos contra Troya para rescatar a Helena, esposa de su hermano Menelao).
Todo se torció en 1816, cuando las autoridades otomanas decretaron la confiscación de las propiedades de Laskarina al acusar a su fallecido esposo de haber apoyado a los rusos en el conflicto armado que éstos mantuvieron contra ellos entre 1806 y 1812. En el contexto de las guerras napoleónicas, Alejandro I había ocupado Moldavia y Valaquia para impedir el avance francés hacia Dalmacia y el sultán respondió bloqueando el paso de los barcos de la armada zarista por los Dardanelos. La contienda se saldó con el Tratado de Bucarest, por el que el Imperio Otomano perdía la mitad oriental de Moldavia (renombrada Besarabia) y Rusia le devolvía los territorios ocupados en Transcaucasia.
Bouboulis había unido sus barcos a los de la Armada Imperial Rusa y por eso recibió no sólo el cargo de capitán y una condecoración sino también la ciudadanía honoraria, así que es comprensible la reacción turca. La resuelta viuda embarcó en uno de sus buques, el Corienos, y navegó hasta Constantinopla para pedir protección al conde Pavel Strogonov, embajador ruso, presentándole un informe firmado por el almirante Seniar en el que se enumeraban los méritos de Bouboulis. Strogonov, reconocido filoheleno, no necesitó demasiada persuasión y para esquivar la previsible e inminente detención la envió a Crimea, a una finca que le había regalado el mismísimo zar.
Allí permaneció tres meses, al término de los cuales recibió autorización para regresar gracias a que antes de irse se había entrevistado con la madre del sultán Mahmud II, quien quedó impresionada por la audacia de aquella mujer y convenció a su vástago para que levantara la orden de arresto y le devolviera sus propiedades. No obstante, aquella experiencia dejó un poso amargo en Laskarina y la decidió a dar un paso trascendental.
Se ignora si fue durante su estancia en Constantinopla o a su regreso -quizá en una visita posterior- pero había entablado contacto con una organización clandestina llamada Filikí Etería (Sociedad de Amigos), fundada en Odessa en 1814 por masones griegos que aspiraban a la independencia de su país, y en 1818 ella se sumó a sus filas.
Al menos es lo que se cree, pues no figura en los registros, aunque puede que se deba a que era la única mujer admitida. Seguramente se hizo la excepción porque ella se mostró dispuesta a poner su negocio al servicio de la causa. Gracias a su flota mercante podía adquirir y transportar armas para la futura insurrección.
Esos cargamentos ilegales se desembarcaban en Spetsos y se repartían por toda la isla, manteniéndose ocultos en espera del momento, lo mismo que las municiones, víveres y equipamientos diversos. Además, en un astillero insular se terminó la construcción del mencionado Agamemnon, una corbeta de setenta y cinco metros de eslora que pudo ser botada en 1820 gracias al soborno de varios funcionarios otomanos.
El 13 de marzo de 1821, entre salvas de cañón, Laskarina izó en el Agamemnon su propia bandera, cuyo diseño estaba basado en la de los Comneno, la célebre dinastía de emperadores bizantinos: un águila portando un ancla en una de sus garras y un ave Fénix en la otra, simbolizando el renacimiento del movimiento libertador basado en la fuerza naval. Doce días más tarde, siguiendo un plan de la Filikí Etería para que se levantaran a la vez las provincias del Danubio y el Peloponeso, la isla de Spetsos se alzó en armas contra los turcos, seguida inmediatamente por otras dos islas, Hidra y Psará. La flota de la brava mujer, formada por ocho unidades de las que cinco eran de su propiedad, puso rumbo a Nauplia para bloquearla.
Se trataba de un puerto del Peloponeso, ubicado en el Golfo Argólido, considerado inexpugnable debido a que lo protegían tres fuertes: Bourtzi, Acronauplia y, sobre todo Palamidi, defendido por trescientos cañones. Sin embargo, Laskarina desembarcó al frente de sus tropas en la vecina Mili, donde consiguió que el pueblo se uniera a sus filas con una vibrante arenga.
Como eran navíos de la empresa familiar, varios hijos y hermanos de Laskarina ejercían el mando de los barcos constituyendo una insólita fuerza unida por lazos de sangre. Uno de ellos, Yiannis Yiannouzas, cayó como un héroe en mayo de ese mismo año en la batalla de Argos, disputada muy cerca, mientras se enfrentaba con un exiguo puñado de hombres a los dos millares de soldados del turco Veli-Bey.
Nauplia cayó el 13 de noviembre de 1822, siendo la confirmación de una cadena de victorias que había empezado con su colaboración en la toma de Trípoli (no la ciudad libia sino otra del mismo nombre situada en Arcadia y considerada capital del Peloponeso) por el líder heleno Theodoros Kolokotronis y seguiría en Monemvasia y Pilos, además de socorrer con suministros a la urbe costera de Galaksidi, en el golfo de Corinto, dejando en manos de los rebeldes el Peloponeso. Mientras Laskarina se dedicaba a rescatar a las mujeres griegas prisioneras en el harén del pachá, Kolokotronis procedió a realizar una brutal limpieza étnica de otomanos. La mención a este personaje no es casual porque su hijo Panos se casó con una hija de ella, Eleni.
Laskarina no imaginaba que su amistad con Kolokotronis iba a suponer su desgracia a medio plazo, antes incluso de que Grecia consumara su independencia e, irónicamente, a manos de griegos. La causa fue la guerra civil en la que se sumió la población, pues no toda apoyaba la rebelión ni mucho menos, y además, entre los que sí lo hacían, había una gran atomización en facciones opuestas, cuando no abiertamente enemigas entre sí: los rumeliotas del norte detestaban a los del Peloponeso y ambos eran odiados por los pueblos insulares; los fanariotas (griegos procedentes de Constantinopla) recelaban de los guerrilleros; el alto clero desconfiaba del bajo; los propietarios, de los jornaleros; etc.
Esa división estalló en luchas intestinas, paradójicamente después de que una asamblea nacional celebrada en Epidauro proclamase la independencia, aprobara una constitución y eligiera presidente al fanariota Alexandros Mavrokordatos con el apoyo de los peloponesios e insulares. Descontento con ese nombramiento, Kolokotronis, jefe de los guerrilleros, se negó a acatarlo, lo que derivó en una guerra civil simultánea a la de liberación. Así, mientras los otomanos perdían Atenas, Tebas y Mesolongi pero resistían en Tesalia, Macedonia y el monte Athos, vengando sus desgracias con horribles masacres de griegos en Constantinopla y Quíos, la destitución de Kolokotronis provocó una secesión del gobierno, de modo que había dos, siendo el otro presidido por el acaudalado armador Georgios Kunturiotis.
Los partidarios de uno y otro acabaron chocando por las armas en 1824. Kolokotronis salió malparado, tuvo que entregar Nauplia, Argos, Corinto y Trípoli y fue encarcelado en Hidra junto a sus seguidores. Recobraría la libertad en marzo de 1825, cuando contraatacó un ejército egipcio al servicio del sultán, conquistando Creta y amenazando la independencia.
El veterano y carismático Kolokotronis poco podía hacer, aunque aquella crisis se salvó gracias a la intervención de las potencias occidentales y su victoria en la batalla de Navarino. Pero para entonces ya había perdido trágicamente a dos allegados. Uno fue su hijo Panos, que murió asesinado durante la contienda civil.
El otro era Laskarina, que primero fue arrestada y desterrada a Spetses (donde tuvo que malvivir al haber entregado toda su fortuna para la causa) y luego, en 1825, cayó tiroteada en una venganza de sangre. Su hijo Georgios se había fugado con la hija de Christodoulos Koutsis, miembro de una rancia familia cuyos miembros quisieron vengar la afrenta. La brava mujer salió al balcón de su casa a recriminarles y una bala acabó con su vida, sin que se llegara a saber nunca quién apretó el gatillo.
El suceso causó honda impresión y, aparte de ponerse su nombre a calles y monumentos, el zar Alejandro I le otorgó póstumamente el cargo honorario de almirante de la Armada Imperial Rusa, siendo una de las pocas mujeres en ostentar ese cargo hasta hace poco.
Sus descendientes donaron el Agamennon al recién nacido estado griego, convirtiéndose en el primer buque de la armada nacional. Rebautizado Spetsai, en 1831 estaba fondeado en el puerto de Poros junto a la fragata Hellas y la corbeta Hydra cuando los tres fueron devorados por las llamas, en medio de un país envuelto en otra guerra civil.
Fuentes
Women and war. A historical encyclopedia from Antiquity to the present (Bernard A. Cook, ed)/Lascarina Bobulina (agiasofia.com)/The Greek War of Independence. The struggle for freedom from Ottoman opression (David Brewer)/Wikipedia
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