Las tribus de Norteamérica apenas habían cambiado su modo de vida desde la prehistoria cuando llegó el hombre blanco. Con la excepción de las grandes civilizaciones mesoamericanas, que llegaron a desarrollar una incipiente metalurgia, en general seguían usando utillaje lítico, se regían por un sistema tribal y muchos pueblos practicaban el nomadismo.
Parecerá entonces una perogrullada que ese estancamiento tecnológico, que se perpetuó porque no necesitaron más, les impidiera conseguir otra luz que la del fuego en fogatas o antorchas. Sin embargo, algunos grupos encontraron alternativas, aunque les dieron un carácter exclusivamente religioso; fue el caso de los ute uncompahgre, que recurrían a la mecanoluminiscencia.
Los ute uncompahgre eran una tribu de la cultura ute, grupo que habitaba la llamada Gran Cuenca del Norte, la llanura del río Snake y la cuenca alta del río Colorado, en EEUU; en suma, una región que abarcaba desde las Montañas Rocosas hasta la Sierra Nevada, coincidiendo aproximadamente con el actual estado de Nevada más partes de otros como Utah, Wyoming, Oregón, Idaho y California. Los pueblos que habitaban ese millón de kilómetros cuadrados, de lengua uto-azteca, eran fundamentalmente cazadores-recolectores y, por tanto, nómadas; no practicaban, pues, la agricultura y la caza del bisonte constituía su principal modo de vida.

El territorio de los Ute en concreto estaba en Utah y Colorado, aunque podían extenderse estacionalmente a los limítrofes. Cazaban y pescaban en pequeños núcleos familiares, si bien se juntaban para las ceremonias religiosas y comerciar. Esto último lo hacían con otras tribus pero desde 1581 también con los españoles (la famosa ruta Old Spanish Trail, que enlazaba Santa Fe con Los Ángeles, se llamaba originalmente Ute Trail), a los que compraban caballos a cambio de pieles de venado, carne y esclavos de otras tribus (apaches, comanches, navajos…), pues al convertirse en hábiles jinetes cambiaron su tradicional concepción de la guerra defensiva a ofensiva y pasaron a ser duros guerreros.
En la parte septentrional de su territorio vivía un subgrupo, los ute uncompahgre, llamados así porque se asentaban en los valles de los ríos Uncompahgre y Gunnison, afluentes del Colorado. Al norte lindaban con los parianuche o white river y al sur con los weenimuche, ambos utes también. Como los demás, cambiaban sus poblados de sitio periódicamente, más o menos cada mes, a menudo siguiendo a los bisontes y otros mamíferos como ciervos o alces, que les proporcionaban lo que necesitaban para vivir (carne, piel, hueso, tendones….).

No obstante, ellos consideraban que su hogar ancestral era Pikes Peak, la montaña más alta (4.303 metros) de la cordillera Frontal, en la parte oriental de las Rocosas, a la que llamaban Tavakiev (Montaña del Sol) porque allí solían acudir en verano para algunos ceremoniales religiosos; allí enterraban también a sus muertos. En realidad, los rituales no se limitaban a ese lugar y a esa estación, pues en otoño había otros en el conocido como Paso Ute, un puerto de montaña situado un poco más al norte de Pikes Peak, cerca de Colorado Springs, que hoy atraviesa diversos municipios y constituía un sendero natural para los bisontes hacia los pastos de las llanuras de South Park.
En cualquier caso, otro punto para que los ute umcompahgre practicaran sus cultos, que eran de tipo animista, similares a los de otros pueblos del continente americano. Dirigidos por chamanes, previa purificación mediante baños de vapor, ayuno y automortificación, solían consistir en la Danza del Oso, un baile colectivo de ambos sexos que tenía lugar cuando se escuchara el primer trueno de la primavera y servía, entre otras cosas, para celebrar que las niñas terminaban su pubertad y buscar pareja. La relación con el final de la hibernación de los osos resulta obvia, especialmente si se tiene en cuenta que los ute se consideraban descendientes de esos plantígrados.
La danza se remontaba al siglo XV y se acompañaba con el uso de pipas, todo ello al ritmo que marcaban los tambores pero, sobre todo, de un instrumento realmente singular que es el que originaba el efecto del que hablábamos al principio. Y es que no se trataba de un objeto musical solamente. Era un sonajero ceremonial elaborado con cuero crudo de bisonte que se rellenaba de cristales de cuarzo. Al sacudirlo, no sólo emitía sonido sino también luz, debido a la fricción de dichos cristales entre sí. Es un fenómeno físico-químico conocido como mecanoluminiscencia, que adopta diversas variantes según sea la causa que la produce: un estímulo electroquímico, deformación elástica por presión, estrés por fracturas o incluso el sonido.

En el caso de los sonajeros de los ute uncompahgre, se trataba de triboluminiscencia, debida al roce combinado con la agitación, que producía la ruptura de los enlaces químicos del cuarzo, separando y juntando de nuevo sus cargas eléctricas. Ello se manifestaba en forma de unos destellos de luz de diferentes tonos (azulados, blancos y rojos) que se veían gracias a que la piel de los sonajeros era muy fina y resultaba translúcida. Evidentemente, no servía para alumbrar pero es que tampoco se pretendía; el objetivo era convocar a los espíritus, conjugando el carácter religioso de la ceremonia con un fenómeno natural que sin duda resultaba enigmático, de ahí que los sonajeros fueran considerados objetos sagrados por los nativos.
Probablemente los ute uncompahgre fueron pioneros en darle una utilidad, aunque fuera tan etérea como la religiosa, pero en realidad no era algo desconocido en Europa. En su obra Historia medicinal, publicada en 1565, el médico y botánico español Nicolás Bautista Monardes Alfaro describía por primera vez la fluorescencia, entendiendo por tal la capacidad de las sustancias para absorber energía y luego reemitirla en forma de luz.
Bien es cierto que él centró la atención en la matlalina, el compuesto químico de una infusión que bautizó como lignum nephriticum, obtenido de la madera de dos tipos de árboles importados del nuevo mundo. Francis Bacon y Robert Boyle también escribieron sobre triboluminiscencia pero ya en 1620 y 1663 respectivamente.
Hoy en día es un fenómeno bastante conocido y estudiado, que suele producirse de forma natural en las regiones de elevada actividad sísmica, habiéndose documentado recientemente en los terremotos de Perú (2007) y México (2017) porque el dióxido de silicio del subsuelo produce fogonazos de luz cuando se fractura. Eso sí, está por ver que atraiga a los espíritus; ni siquiera a los de los ute uncompahgre, que en 1897 fueron recluidos en la reserva de Uintah y Ouray, al noreste de Utah.
Fuentes
A native american encyclopedia. History, culture, and peoples (Barry Pritzker)/Ute indians of Colorado (Jan Pettit en Colorado Springs Pioneers Museum)/American indians of the Pikes Peak region (Celinda R. Kaelin y Pikes Peak Historical Society)/Native tribes of the Great Basin and Plateau (Marlys Johnson y Duncan Clarke)/The utes (Allison Lassieur)/Pikes Peak Historical Society/Old Spanish Trail Association/Wikipedia