El 12 de noviembre de 1720 moría en un duelo a espada Peter Tordenskjold. A la mayoría no le sonará, pero se trata de uno de los grandes héroes nacionales de Dinamarca y Noruega -países que antaño estuvieron unidos-, un audaz marino que sería el equivalente a lo que es Nelson para los británicos, Ruyter para los holandeses, Jones para los estadounidenses o Bazán para los españoles.
Recordado en varias canciones populares y homenajeado con varias estatuas, calles, libros, películas e incluso un festival, una corbeta de la armada danesa y un barco de la noruega llevan su nombre -también una marca de cerillas-, citándosele en el himno real danés.
Peter Jansen Wessel (Tordenskjold es un apodo que le pusieron en 1716) nació en Trondheim en octubre de 1690. Por entonces, decíamos antes, esa ciudad formaba parte del reino Dano-Noruego, también conocido como de Oldenburg por la dinastía titular en el trono desde 1448. Aquella unión, que incluía también a los ducados de Schleswig y Holstein, así como territorios dependientes (Islandia, Islas Feroe y Groenlandia) y colonias (las Antillas Danesas, la africana Costa de Oro danesa, las asiáticas Islas Nicobar y las ciudades indias de Serampore y Tharangambadi), se había fraguado en 1536 como resultado de un fallido intento de fusión entre estados escandinavos, la Unión de Kalmar de 1397.
Fallido porque la aristocracia sueca, recelosa de la posición dominante que tenía Dinamarca gracias a que la corona quedó en manos de la reina Margarita I, terminó yéndose en 1521, dejando solas a sus socias y eligiendo a su propio monarca, Gustavo Vasa. Suecos y daneses chocaron en un conflicto armado entre 1611 y 1613 por el control comercial del Báltico y, más tarde, la Guerra de los Treinta Años complicó más la relación, al dejar a Suecia como potencia emergente y dominante en el norte de Europa.
El reino danés-noruego pasó años difíciles, derrotado una y otra vez por sus enemigos septentrionales en sucesivas contiendas. Eso se tradujo en un debilitamiento interno que dio lugar a un giro hacia el absolutismo de Cristián V, plasmado en la Lex Regia de 1665, en detrimento del papel de equilibrio que hasta entonces ejercía el Riksrad (Consejo Real). En 1675, Dinamarca aprovechó que los suecos estaban inmersos en la Guerra Franco-Holandesa para invadirlos, con el objetivo de recuperar las provincias de Escania, perdidas anteriormente. Pero la cosa no salió bien y se volvió al statu quo.
Fue en ese contexto cuando nació Wessel -llamémosle así de momento-, décimo hijo de un rico comerciante que además era concejal. A pesar de gozar de una posición desahogada, se trataba de un muchacho muy inquieto, rebelde incluso, que a menudo se metía en peleas y continuamente causaba problemas a sus progenitores. Buena prueba de ello es que en 1704, siendo apenas un adolescente, se escondió como polizón en un barco con el que llegó a Copenhague para intentar ingresar en la academia naval. No lo consiguió, pero a cambio entabló amistad con el capellán real, quien gestionó su incorporación a la dotación de un buque que zarpaba hacia las Indias Occidentales.
Así fue cómo inició su vida marinera, viajando durante cinco años por la ruta triangular Guinea (hoy Ghana)-Caribe-Dinamarca. Finalmente, en 1709 fue admitido en la academia y como cadete realizó otros itinerarios por las Indias Orientales, hasta que en 1711 obtuvo su despacho de segundo teniente, siendo destinado a la fragata Postillon. En ella se hizo amigo del barón Valdemar Løvendal, almirante noruego que supo ver grandes posibilidades en aquel joven y le entregó el mando de una balandra de cuatro cañones llamada Ormen. Con ella participó en otra de las continuas guerras que había con Suecia, la empezada en 1700 y que se prolongaría hasta 1721.
En 1712, su protector le confió la fragata Løvendals Galej, de dieciocho cañones, haciendo caso omiso de la opinión en contra del almirantazgo, que consideraba demasiado impulsivo a Wessel. Éste, cuya arrogancia le había llevado a tener roces con sus superiores, solicitó y obtuvo un nuevo destino en el Báltico bajo las órdenes del almirante Ulrik Christian Gyldenløve, hijo ilegítimo del rey Cristián V que tenía la misión de apoyar desde el mar el asedio de Stralsund para impedir el aprovisionamiento que llevaba la flota sueca. Su nuevo pupilo no tardó en labrarse fama, atacando cuanta nave enemiga veía sin tener en cuenta diferencia de tamaño o armamento; se acercaba con banderas falsas y contaba con una especial destreza para zafarse rápidamente, si la cosa se torcía.
De este modo, los daneses mantuvieron a raya a los suecos y sus aliados (británicos y holandeses), interrumpiendo una y otra vez sus transportes de suministros. Wessel se apuntó un buen puñado de victorias y pasó a ser teniente capitán, al mismo tiempo que el enemigo ofrecía una recompensa por su captura al considerarlo un corsario en la práctica; algo en lo que, por cierto, estaban de acuerdo algunos marinos daneses, que no veían con buenos ojos aquella forma de luchar ni soportaban sus baladronadas. En cualquier caso, resultó eficaz porque el rey de Suecia Carlos XII tuvo que renunciar a su plan de invadir Noruega.
En 1714 se produjo uno de los episodios más inauditos de la carrera militar de Wessel; tanto que le costó ser sometido a una corte marcial para determinar si su comportamiento en una batalla contra una fragata enemiga había sido aceptable. Aquel verano, a finales de julio, la Løvendals Gallej navegaba a la altura de Lindesnes (un municipio de la costa meridional noruega) enarbolando bandera holandesa cuando se cruzó con una nave de pabellón británico. Se trataba de uno de los buques que la Royal Navy había equipado y puesto a disposición de Suecia; en concreto, la fragata De Olbing Galley, de veintiocho cañones y mandada por el capitán inglés Bactmann.
Ambos se aproximaron cautelosamente y en el último momento, los escandinavos izaron su verdadera enseña, a lo que los otros respondieron abriendo fuego. Tras intercambiar cañonazos todo el día, cayó la noche y la De Olbing Galley trató de escabullirse; pero no pudo y a la mañana siguiente se reanudó el enfrentamiento. Catorce horas estuvieron así, sufriendo daños considerables uno y otro, aunque con problemas para la Løvendals Gallej, que debido a la agresividad de sus ataques estaba agotando la pólvora. Entonces, Wessel mandó arriar un bote y lo envió con bandera blanca. El inglés pensaba que era para negociar la rendición, pero se quedó atónito cuando escuchó la verdadera propuesta del adversario: en realidad no quería capitular sino pedirle una remesa de pólvora y balas de cañón para poder continuar la batalla.
Evidentemente, no se aceptó, pero sí brindaron juntos e intercambiaron elogios. Luego, dado el maltrecho estado en que estaban los dos barcos, cada uno se fue por su lado. La noticia de aquella insólita acción soliviantó a Federico IV, rey de Dinamarca, que exigió un consejo de guerra para Wessel. Se llevó a cabo en noviembre, acusándosele de revelar al enemigo información sobre su precaria situación y de poner en riesgo un barco de la corona por atacar a un adversario mejor armado. Sin embargo, el audaz marino resultó absuelto en menos de un mes al esgrimir una ordenanza que mandaba hacer frente a cualquiera que huyera, al margen de su tamaño. En realidad, los hechos no sólo no tuvieron consecuencias penales sino que él fue ascendido a capitán antes de acabar el año.
Mientras, la guerra seguía y Wessel continuó engordando su lista de bajas causadas a los suecos. La mayoría eran transportes, pero en la batalla de Kolberg, librada en abril de 1715, incluso capturó al veterano contraalmirante Hans Wachtmeister, que además era consejero del rey Carlos XII. Asimismo, apresó la fragata Vita Örn, a la que se rebautizó Hvide Ørn y se puso bajo su mando. Fue en 1716, terminada la contienda, cuando le pusieron el apodo de Tordenskjold, que significa «escudo de trueno»; su popularidad era tal que hasta se le otorgó el título de caballero. Pero su carrera no acabó ahí, ni mucho menos.
Ese mismo año, Suecia volvió a las andadas intentando invadir Noruega, para lo cual puso sitio por sorpresa a la fortaleza de Fredrikshald. La población local prendió fuego a sus propias casas y se refugió tras las murallas, dejando a los atacantes sin posibilidad de avituallarse sobre el terreno y teniendo que esperar a una flota de aprovisionamiento enviada desde Gotemburgo. Cuando llegó ésta y fondeó en el fiordo de Dynekilen, apareció de pronto una pequeña escuadra formada por dos fragatas y cinco barcos menores que destruyó una treintena de unidades enemigas sin apenas bajas. El responsable de la acción fue precisamente Tordenskjold, que obligó así a levantar el asedio y volvió a ser ascendido, ahora a comandante.
Asumió entonces el mando de la escuadra de Kattegat. Sin embargo, en la armada dano-noruega pervivía aún el desdén hacia su forma de combatir, algo que incluía a su superior directo, el almirante Christian Carl Gabel, por lo que cuando recibió la orden de frenar a la escuadra sueca de Gotemburgo no obtuvo la colaboración que hubiera necesitado. El fracaso en la misión hizo que en 1718 volviera a verse ante un tribunal por imprudencia; de nuevo se libró, esta vez gracias al testimonio a favor de su viejo amigo, el almirante Gyldenløve, y de nuevo poco después subió en el escalafón, llegando a contraalmirante en diciembre.
Como tal, participó en nuevas operaciones al año siguiente, tomando la fortaleza sueca de Carlsten y, por fin, capturando buena parte de la Escuadra de Gotemburgo gracias a un astuto ardid: incitarlos a rendirse aparentando disponer de más fuerzas de las que realmente tenía. El éxito le convirtió en vicealmirante justo cuando acababa la guerra entre Suecia y el reino de Dinamarca-Noruega. Era aún muy joven, pues acababa de cumplir treinta años, pero paradójicamente ahí tuvo su carrera el inesperado y trágico final. La ironía del destino quiso que falleciera no en batalla, aunque sí luchando y encima contra un sueco. Fue durante un duelo con el conde Jacob Axel Staël von Holstein, coronel del ejército de Livonia, territorio que en ese momento formaba parte de Suecia.
Von Holstein era diez años mayor que su oponente. Se encontraron en Hannover, donde Tordenskjold estaba de paso tras haber viajado a Inglaterra para ofrecer sus servicios al rey Jorge I (con permiso del monarca danés), dado que ahora había paz y echaba de menos la acción. Ambos estaban en una cena y el escandinavo le acusó veladamente de haber hecho trampas a un amigo durante una partida de naipes, distrayéndole mientras le mostraba un retrato de una hidra que decía tener, aunque hay quien especula que todo se debiera a un error de traducción. El caso es que el tono de la discusión fue subiendo y el livonio intentó sacar su espada, lo que Tordenskjold impidió golpeándole con el pomo de la suya. Entonces Von Holstein le retó a duelo.
El lance se celebró la mañana del 12 de noviembre de 1720 en las afueras de un pueblo llamado Gleidingen, unos treinta kilómetros al sur de Hannover. Fue con arma blanca y el livonio, que llevaba un sable de caballería frente al pequeño espadín ceremonial de su rival, atravesó el torso de éste en menos de un minuto, infligiéndole una herida de tres dedos de ancho y cuatro de largo. Murió allí mismo, en brazos de su padrino, el teniente coronel Georg Otto von Münchhausen (padre del famoso barón literario). El cadáver del marino fue trasladado discretamente a Copenhague y enterrado en la iglesia de Holmen; sin ninguna ceremonia porque los duelos estaban prohibidos.
Por supuesto, no faltaron teorías conspiratorias alusivas a una venganza sueca contra el hombre que les había derrotado, pero hoy los estudiosos del tema parecen inclinarse más bien por un problema de entendimiento idiomático. Su hermano Caspar, que también fue almirante, continuó prestigiando el apellido ganándose el von aristocrático. Dinamarca y Noruega siguieron unidas hasta 1814, cuando su armada fue derrotada por la británica al declarar el reino su neutralidad en la guerra contra Napoleón; curiosamente Nelson la rindió usando el mismo truco empleado por Tordenskjold en Gotemburgo.
Fuentes
Admiral Thunderbolt. The spectacular career of Peter Wessel, Norway’s greatest sea hero (Coronel Hans Christian Adamson)/Naval wars in the Baltic, 1522-1850 (R.C. Anderson)/When Scandinavia’s gutsiest Admiral ran out of ammo, he asked his enemy for more (Tom Garner en History War)/Wikipedia
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