En el año 1939, el Teatro Nacional de Grecia, un proyecto fundado casi seis décadas antes por el rey Jorge I para dotar al país de un teatro permanente en Atenas, diversificó su oferta mediante la creación de una compañía itinerante que viajaría por todo el territorio escenificando funciones en cada ciudad. Se llamó Árma Théspidos, es decir, El Vagón de Tespis, en homenaje al dramaturgo del siglo VI a.C. que se considera primer actor conocido de la historia e inventor de la tragedia teatral.
Dada la distancia cronológica, de la vida personal de Tespis apenas se saben datos, más que nació hacia el año 566 a.C. en Icaria, la actual Dionisos, una urbe situada al norte del extrarradio ateniense, extendida entre la ladera del monte Pentélico (de donde se extraía el célebre mármol homónimo) y el collado que la separa del Parnés, frontera natural entre las regiones de Ática y Beocia.
No abundan las fuentes historiográficas y éstas se funden a veces con la leyenda, por eso es difícil separar lo real de lo imaginario, pero algunos textos antiguos y especialmente la Poética de Aristóteles le identifican como un cantante de ditirambos que ideó una nueva forma de componerlos e interpretarlos.

El ditirambo era una composición lírica, breve, satírica e improvisada, en honor de Dioniso, el dios de la fertilidad y el vino (el mismo que los romanos adaptaron como Baco), quien tenía la facultad de liberar a los hombres de su estado normal para sumirlos en el éxtasis a través de la música y el alcohol, razón por la que se le apodaba Eleuterio (Libertador).
No extraña, pues, que se le considerase patrón de la agricultura (al fin y al cabo de ella provenían las uvas con las que se elaboraban los caldos) y del teatro (en el que la persona salía de sí misma para adoptar un papel). De hecho, los ditirambos se interpretaban en estado de embriaguez y eran la base de los ritos dionisíacos, constituyendo un género literario escrito desde el siglo VII a.C., de la mano del poeta Arión de Lesbos, personaje a medio camino entre la realidad y el mito.

Si el ditirambo era una oda a Dioniso, se deduce que la ciudad que llevaba su nombre se podía considerar la capital de referencia para su presentación pública, especialmente durante la celebración de las Dionisias que había en toda la región de Ática. Se dividían en Dionisias Rurales y Dionisias Urbanas, estas últimas conocidas también como Grandes Dionisias, que tenían lugar en el mes de Elafebolion (marzo). Fueron instituidas -o ampliadas- en el año 534 a.C. por Pisístrato, quien las importó a Atenas desde Eléuteras (una localidad situada en la frontera con Beocia). La estatua del dios se colocó en un templo ad hoc construido justo enfrente del teatro que llevaba su nombre.
La parte de los fastos que interesa aquí consistía en un concurso literario en el que las obras debían glosar la vida de esa divinidad. En aquel festival primigenio del 534 a.C. se erigió Tespis como vencedor, al introducir ese nuevo estilo que decíamos antes. Lo normal entonces era que el propio autor declamase su ditirambo; la novedad esa vez fue que Tespis asumió un rol en lugar de representarse a sí mismo. Es decir, creó un hypocritès (personaje) que se integraba plenamente en el argumento interactuando con el corifeo. Éste era el líder del coro, el cual estaba compuesto por un grupo de jóvenes encargados de cantar y bailar, como lo harían los sátiros, primero durante la procesión hacia el Templo de Dioniso que se organizaba en la fiesta de la vendimia y después alrededor del altar de sacrificios.
Tespis convirtió al corifeo, originalmente un simple director o voz-guía, en un personaje que dialogaba con el relator en el proskenion (la parte del escenario más visible al público por estar elevada), incorporando así el coro al teatro; para ello lo situó en la orchestra pero moviéndose alrededor de los protagonistas, de modo que apareció también la dramatización. El corifeo, que podía ser masculino (un ciudadano que fingía ser bárbaro) o femenino (aunque interpretado por un hombre), llevaba máscara, al igual que su interlocutor, y alentaba las intervenciones del coro (que venia a ser una representación del pueblo) exhortándolo, haciéndole preguntas, etc.

Además, como vimos, Tespis reforzó expresivamente los diferentes caracteres enmascarándolos. Parece que al principio sería con simple maquillaje fabricado con pigmentos naturales, ya fueran vegetales como la verdolaga (una planta común en el sur de Europa), ya minerales como el albayalde (carbonato de plomo), para más tarde pasar a ser auténticas caretas de lino, las mismas que caracterizaron el típico teatro griego y hoy simbolizan las artes escénicas, con sus gestos de alegría y tristeza contrastando. Asimismo, se dotaba a los actores de vestuario específico que facilitaba su identificación.
En otras palabras, Tespis cambió radicalmente los ditirambos transformándolos en tragedias: obras dialogadas, tal como se harían populares en la Época Clásica y cuya etimología resulta incierta, quizá alusiva al macho cabrío que se sacrificaba a Dioniso, al mismo animal que se empezó a regalar al ganador de los concursos o a las voces impostadas que asumirían los actores (que en origen, recordemos, se identificaban con sátiros, mitad humanos mitad caprinos). Aquel visionario consideraba que las representaciones se habían vuelto aburridas y repetitivas, de ahí la adopción del formato coloquial en el que, además, el coro intervenía de vez en cuando subrayando la escena con interjecciones, exclamaciones, comentarios, etc.

Veinte años después, Esquilo iría un paso más allá añadiendo al deuteragōnistḗs (deuteragonista o segundo actor) y al cabo de medio siglo sería Sófocles quien haría otro tanto con el tritagōnistḗs (tritagonista o tercer actor). Antes, Tespis también introdujo un ritmo más animado, dinamizando los diálogos mediante el trochaîos (troqueo), un pie métrico en el que había una primera sílaba larga (acentuada) y una segunda breve (no acentuada) -recordemos que eran obras cantadas-, con el que favorecía la inserción de piezas complementarias de danza, a las que dotó de una mayor expresividad. El filósofo Temistio también le atribuyó la invención del prólogo.
Si es cierto que Tespis compuso la primera tragedia, tal como dicta la tradición, esa obra seminal y por ello algo arcaica -el coro aún estaría formado por sátiros- sería la que ganó el concurso del festival organizado por Pisístrato. Lamentablemente se ha perdido, al igual que el resto de sus composiciones. Únicamente conocemos los títulos de cuatro de ellas y algunos fragmentos que los expertos consideran hoy falsificaciones perpetradas por manos diversas; Diógenes Laercio acusa concretamente a Heráclides Póntico, un discípulo pitagórico de Aristóteles y Demócrito que destacó como astrónomo (se le supone el primero en proponer el heliocentrismo y la rotación de la Tierra sobre su eje), pero también aparecen en el punto de mira algunos escritores cristianos posteriores.
Los cuatro títulos mencionados son: Athla Péliou è Phorbas (Juegos en honor de Pelías y Forbante, sobre el monarca del mito de Perseo), Hiereis (Sacerdotes; se ignora su argumento), Èithéoi (Muchachos, en referencia a los jóvenes enviados a Creta para alimentar al minotauro que más tarde mató Teseo) y Penteo (nombre del rey de Tebas descuartizado por las ménades -una especie de concubinas salvajes de Dioniso- tras negarse a instaurar el culto a ese dios). De Penteo se conserva un verso por fuentes indirectas, aunque, como ya se ha señalado, probablemente sea apócrifo.

Hablando de versos, comentábamos antes que la métrica empleada era la trocaica. Sin embargo, un alumno de Tespis llamado Frínico introdujo una variante, la yámbica, que debe su nombre al uso del yambo: un verso compuesto por una sílaba corta y otra larga, siendo por tanto inverso al troqueo; Frínico usaba sobre todo la tetrapodia, un yambo tetrámetro (de cuatro pies). De él hay más información que de su maestro y aunque le oscureció un tanto la sombra de su contemporáneo Esquilo, se le considera creador de la tragedia histórica, es decir, aquella que tenía un argumento basado en acontecimientos reales. Por eso se le apoda el Trágico.
Frínico ganó su primera competición lírica en 510 a.C. Ahora bien, su obra maestra fue La toma de Mileto, que presentó en 494 a.C. y tuvo una enorme repercusión en varios sentidos. Por un lado, incluía por primera vez un personaje femenino (aunque, insistimos, interpretado por un hombre), con lo que ello implicaba en matices y sentimientos no tocados nunca; por otro, le supuso a su autor una multa de mil dracmas al haber recordado a los griegos un episodio desgraciado (la pérdida de Mileto a manos de los persas en las Guerras Médicas); según Heródoto, fue prohibida.
Pero, al mismo tiempo, tuvo tanto éxito que su siguiente obra también fue una tragedia histórica. Las fenicias, que en cierta forma era una secuela porque trataba sobre la batalla de Salamina, ganó el premio en el concurso de 476 a.C. y sirvió de inspiración a Esquilo para su obra Los persas, que imitó el comienzo, y para aportar su propia novedad: las trilogías. Otras composiciones de Frínico fueron Acteón, Alcestis, Altea o Las mujeres de Pleurón, Anteo o Los libios, Las danaides, Los egipcios y Tántalo. Lamentablemente, como en el caso de Tespis, no se ha conservado ninguna.
En fin, volviendo a Tespis, todavía se le puede recordar una contribución más a la historia del teatro: las giras. Tras enfrentarse con el famoso legislador Solón fue desterrado de Atenas y, haciendo de la necesidad virtud, cargó en un carro todos los accesorios que usaba en las representaciones (disfraces, máscaras, etc.) para, acompañado de varios colaboradores, recorrer Grecia. Como si de una compañía ambulante se tratara, organizaba funciones en cada localidad donde paraba, usando el propio vehículo como escenario. De ello deriva una expresión actual que hay en muchos países, «montar en el carro de Tespis», para referirse a la vocación de actor, al igual que la palabra thespian se aplica en inglés para referirse a ese oficio.
Fuentes
Poética (Aristóteles)/Los nueve libros de la historia (Heródoto)/Historia de la literatura griega (Pierre Alexis Pierron)/El teatro griego (Pedro E. Badillo)/The theatre of the Greeks (Philip Wentworth Buckham)/La tragedia griega (Pedro E. Badillo)/Wikipedia
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