El peor delito que puede cometer un juez en el ejercicio de su cargo es la prevaricación, esto es, dictar una sentencia injusta a sabiendas. Y esa concepción tan negativa no es actual sino que se remonta ya a la Antigüedad, período del que conservamos un famoso ejemplo reseñado por Heródoto: el del juez persa Sisamnes, mandado ejecutar por el rey Cambises II tras saber que había aceptado un soborno en un juicio y dictado una sentencia favorable a quien le pagó. El caso adquirió tintes truculentos al ser también desollado y nombrado su hijo para sustituirle, debiendo para ello sentarse sobre la piel de su progenitor.

Cambises II era hijo de Ciro el Grande, el fundador del Imperio Persa y de la dinastía aqueménida, al que sucedió en el trono en el 530 a.C. tras asesinar a su hermano Bardiyas; así lo cuenta al menos la inscripción de Behistún. Según Heródoto, gobernó ocho años hasta su muerte en Ecbatana de Siria (actual Hama, aunque otras fuentes apuntan a Damasco o Babilonia como lugar del óbito). Lo más destacado de su reinado fue la conquista de Egipto, que culminó exitosamente en el 525 tras apoderarse previamente de Chipre y luego derrotar al faraón Psamético II en la batalla de Pelusium, incorporando ese país a sus dominios y originando una dinastía persa. También es célebre la expedición perdida que envió al oasis de Siwa.

A continuación prosiguió la campaña militar por Cirenaica (Libia), aunque se vio obligado a interrumpirla porque su ausencia de Persia fue aprovechada por un mago llamado Gaumata, que se hizo pasar por el fallecido Bardiyas, para liderar una insurrección. Cambises dejó como sátrapa egipcio a Ariandes y emprendió el viaje de regreso pero no llegó a su destino: en el 522 perdió la vida a su paso por Siria, según Heródoto de un accidente y según otros de la gangrena que le produjo un flechazo en una pierna; la citada inscripción de Behistún es más poética y dice que «murió de su propia muerte» (lo que Flavio Josefo interpreta como un suicidio).

En esta obra de Rubens, Cambises nombra a Ótanes juez en lugar de su padre; la piel de éste se aprecia detrás)/Imagen: Wikimedia Commons

Gaumata no pudo mantenerse en el poder mucho tiempo y cayó un año más tarde a manos de Darío I. Hay que puntualizar que no es segura la existencia de ese mago y algunos autores opinan que fue un invento del propio Darío para justificar su acceso al trono, ya que no era más que el hijo del gobernador de Partia, aunque sí estaba emparentado con los aqueménidas: era primo de Cambises y había sido nombrado arštibara (portador de la lanza), un cargo de honor. La corte persa tenía varios de esos puestos, generalmente reservados a miembros más o menos directos de la familia imperial. Uno de ellos era el de juez real, cuya titularidad recayó en Sisamnes.

De Sisamnes no sabemos gran cosa (tampoco de Cambises, en realidad) porque Heródoto no reseña de forma específica el tremebundo episodio que le hizo pasar a la posteridad sino como mera referencia en el contexto de los cambios que introdujo Darío al subir al trono. Concretamente en el nombramiento de Ótanes como general al mando de las guarniciones costeras. La cosa puede resultar un poco confusa porque hubo dos personajes con ese nombre; el otro era hermano de Casandane, la mujer de Ciro el Grande, y por tanto tío de Cambises, y Heródoto le considera el primero en percatarse de que Gaumata era un impostor porque había casado con él a una de sus hijas. Ótanes se puso de acuerdo con Darío y otros conspiradores para asesinar al mago.

Una vez consumado el magnicidio, discutieron sobre la forma de gobierno a instaurar; unos querían una monarquía, otros una oligarquía… Ótanes era partidario de la democracia griega pero al final se impuso la ambición imperial de Darío y optó por mantenerse al margen; quizá él mismo aspiraba a la corona, pues al fin y al cabo llevaba sangre real. En vez de ello, contrajo matrimonio con una hermana de Darío, con quien tuvo una hija llamada Amestris que años más tarde se casaría con Jerjes I. Ésta es, a grandes rasgos, la historia del primer Ótanes; pero, como decíamos, hubo otro. Se trataba del hijo de Sisamnes, el juez real. En el quinto de sus Nueve libros de la historia, Heródoto dice textualmente:

Así le habló Darío, y dejando en Sardes por virrey a Artefernes, su hermano de parte de padre, dirigióse luego a Susa, llevando en su corte a Histieo. Al partir nombró asimismo por general de las tropas que dejaba en los fuertes de las costas a Otanes, hijo de Sisamnes, uno de los jueces regios a quien, por haberse dejado sobornar en una sentencia inicua, había mandado degollar Cambises…

El juicio de Cambises (Dirk Vellert)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Al parecer, el juez aceptó un soborno para dictar sentencia a favor del que le pagó. No sabemos sobre qué era la causa en cuestión pero el asunto llegó a oídos de Cambises, que terriblemente irritado porque no se trataba de un magistrado cualquiera sino del real, quiso hacer un escarmiento.

Sisamnes fue detenido y ejecutado pero antes se le desolló aún vivo. Las penas capitales persas eran temibles y los egipcios, por ejemplo, no llevaban bien el despotismo con que les gobernaban, por lo que acabarían levantándose en armas.

En fin, con las tiras de piel obtenidas se tapizó el asiento que utilizaba el juez para presidir el tribunal. Después, el rey le dio una vuelta de tuerca a la condena nombrando a Ótanes, su propio hijo, sustituto en el cargo. Para ejercerlo, tendría que sentarse sobre la piel de su padre; una expeditiva forma de recordarle qué pasaría si se desviaba de la ley. Volvamos a Heródoto:

…y no satisfecho con tal castigo, cortando por su orden en varias correas el cuero adobado de Sisamnes, había hecho vestir con ellas el mismo trono en que fue dada aquella sentencia: además, en lugar del ajusticiado, degollado y rasgado Sisamnes, había Cambises nombrado por juez a Otanes, su hijo, haciéndole subir sobre aquellas correas a tan fatal asiento, con el triste recuerdo que al mismo tiempo le hizo, de que siempre tuviera presente el tribunal en qué estaba sentado cuando diera sus sentencias.

A este episodio se lo conoce como el Juicio de Cambises y ha sido representado en el arte con cierta frecuencia, como se puede ver en las imágenes que ilustran este artículo, de la mano de grandes maestros: Rubens, Lucas Cranach, Dirk Vellert, Gérard David, etc. Por cierto, Ótanes debió de ejercer como juez de forma ejemplar, ya que no hubo dudas al respecto y al final hasta fue recompensado con la satrapía de Jonia.


Fuentes

Los nueve libros de la Historia (Herodoto)/A history of Persia (Percy Sykes)/Iran. A chronological history (Saeed Alizadeh, Alireza Pahlavani y Ali Sadrnia)/The archaic smile of Herodotus (Stewart Flory)/From Cyrus to Alexander. A history of the Persian Empire (Pierre Briant)


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