Si nos ponemos en la cabeza un frontal luminoso y nos disponemos a iniciar un recorrido nocturno, cualquiera pensará que estamos preparándonos para visitar una cueva o hacer un trekking al aire libre.

Pero si además vamos equipados con una audioguía resultará un tanto desconcertante averiguar que tipo de experiencia se prepara. Pues bien, la respuesta es, en efecto sorprendente: visitas de noche a la barcelonesa Casa Batlló. Lo que se ha bautizado con el poético nombre de Noches de Luna.

Las casas Amatller y Batlló, núcleo de la Manzana de la discordia/Imagen: max_jam en Pixabay

La Casa Batlló es una de las referencias turísticas de la ciudad condal, posiblemente la obra civil más emblemática del arquitecto Antoni Gaudí y acaso el exponente más excelso de su producción modernista, con permiso de la icónica Sagrada Familia.

Ubicada en el número 43 del Paseo de Gracia, forma parte de la conocida como Manzana de la discordia, un tramo de esa calle donde se suceden varias casas como la Amatller, la Lleó Morera, la Mulleras y la Josefina Bonet, todas del mismo estilo pero diferentes autores (de ahí el apodo, en alusión a la rivalidad en belleza): Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner, Enric Sagnier y Marceliano Coquillat.

Interior del ventanal de la planta principal/Imagen: Sara Terrones en Wikimedia Commons

Gaudí fue contratado por recomendación del abogado e industrial Pedro Milá (para el que más tarde haría la Casa Milá) para reformar un edificio preexistente de 1875 diseñado por Emilio Salas y que había adquirido el empresario Josep Batlló con el objetivo de convertir su planta principal en residencia familiar, alquilando el resto.

Estaba en un lugar privilegiado, ya que esa zona se había revalorizado tras el reordenamiento urbano de Ildefonso Cerdá en 1859, por el que quedaba dentro del nuevo Eixample (Ensanche) resultante.

La azotea, con las chimeneas, el lomo del dragón y la cruz/Imagen: Canaan en Wikimedia Commons

El arquitecto añadió un quinto piso y no sólo redistribuyó el interior sino que dotó a cada rincón de su característica fantasía, incluyendo algunos habitualmente poco atendidos como el patio de luces o la azotea. En esta última situó su célebre dragón polícromo, al que acompañan chimeneas helicoidales rematadas por esferas de cristal rellenas de arena y una cruz que junto al animal mitológico subraya el tema de San Jorge.

Esos elementos se unieron así a una fachada donde el recubrimiento de teselas de colores completan a las columnas de arenisca, cuyas redondeadas formas recuerdan estructuras óseas, y a los balcones con forma de antifaz.

La fachada con teselas multicolores y los originales balcones-antifaz/Imagen: myrra 1 en Pixabay

El tono mágico se aprecia también dentro, pues en la planta noble hay techos en relieve y una insólita chimenea, mientras que el citado patio quedó cubierto con una claraboya de hierro y cristal que proporciona iluminación natural y en el que las paredes van degradando el color azul a medida que se baja.

El desván imita el costillar de un cetáceo y termina de dotar al conjunto de un aire onírico. No extraña que en 1984 la UNESCO incorporase este lugar a su Patrimonio de la Humanidad.

El patio de luces/Imagen: Canaan en Wikimedia Commons

Y, claro, si la magia es fascinante durante día, al caer el sol adquiere unos tintes aún más sugestivos, especialmente si, como es el caso de Noches de Luna en la Casa Batlló, se apagan las luces y el visitante se mueve por el edificio alumbrándose únicamente por medios individuales.

De pronto, los colores y las caprichosas formas se van apareciendo así como por arte de un hechizo, como si se materializaran súbitamente trasladando al espectador a otro mundo, a otra dimensión. Sólo la audioguía y la copa de cava que se sirve en la planta noble por cortesía de Freixenet recuerdan que en realidad todo se trata de un alucinante walk in show.

Un visitante en el desván/Imagen: Casa Batlló

Así, cuando todos lo museos cierran, la Casa Batlló lleva la contraria y abre, invitando a participar de sus misterios interiores. Lo hace desde el pasado 2 de diciembre, a diario y a partir de las 20:30 (con un último pase a las 22:30), para suspender al visitante en esa experiencia visual y auditiva durante una hora.

Será hasta febrero, así que las vacaciones navideñas enriquecen su abanico de posibilidades este año.

Más información en Casa Batlló.


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