El 14 de enero de 1896 el explorador sueco Sven Hedin partió de Jotán, ciudad de la antigua ruta de la seda en el desierto de Taklamakán, en el extremo oeste de China.
Le acompañaban cuatro hombres con tres camellos y dos burros, cargados con provisiones para 50 días siguiendo el curso del río de Jade Blanco (hoy Yurungkash), llamado así por la enorme cantidad de jade aluvial que transportaba.
Después de cinco días abandonaron el curso Del Río y se internaron en el desierto, dirigiéndose hacia el este por entre las dunas de más de 15 metros de altura.
El 24 de enero, en mitad del desierto, encontraron unas ruinas.
El 24 de enero dejamos el campamento para cuidar de nosotros mismos, mientras que, con los hombres viajando como de costumbre a pie, y llevando palas y hachas en sus manos, monté mi camello a pelo hasta las ruinas, que ahora estaban en nuestra vecindad inmediata.
Sven Hedin, Through Asia, Methuen (1898), p.793
Hedin enseguida se dio cuenta de que aquellas ruinas no se parecían a nada que hubiera visto hasta entonces.
Ninguno de los otros sitios en ruinas que visité en al este del Turkestán se asemejaba en lo más mínimo a los curiosos restos que ahora estábamos a punto de explorar. Como regla general, los supervivientes de las ciudades antiguas en esa región consisten en muros y torres de arcilla secada al sol, o al menos quemada. En Takla-makan, sin embargo, todas las casas fueron construidas de madera (álamo); ni un solo rastro de una casa de piedra o arcilla era discernible. Estaban también construidos de una manera muy diferente. Aunque la planta en muchos aspectos se asemejaba a la de las casas modernas, la mayoría de ellas fueron construidas en la forma de un cuadrado pequeño u oblongo dentro de uno más grande, y dividido en varias salas pequeñas. Las únicas porciones que sobrevivieron eran postes de seis a diez pies de alto y puntiagudos en la parte superior, desgastados por el viento y la arena, agrietados y duros, pero sin embargo tan frágiles como el vidrio, rompiéndose fácilmente al ser golpeados. Había cientos de estas casas en ruinas
Sven Hedin, Through Asia, Methuen (1898), p.793
De lo que sí se percató fue de las dimensiones de su descubrimiento, cientos de casas de madera, un templo de Buda con pinturas murales y numerosas esculturas, y abundantes fragmentos de papel con caracteres que no alcanzó a descifrar.
No pude distinguir el plano de la ciudad, ni pude rastrear las calles, bazares y plazas, porque el conjunto del sitio, que ocupa una extensa área, de dos a dos millas y media de diámetro, fue enterrado bajo altas dunas de arena. Las únicas casas que eran visibles sobre el océano de arena que todo lo envuelve, eran las que fueron construidas sobre un terreno originalmente elevado, o que ahora se encuentran en las depresiones entre las dunas de arena.
Sven Hedin, Through Asia, Methuen (1898), p.794
Había encontrado la ciudad de Dandan Oilik, perdida entre las arenas del desierto durante más de mil años.
Hedin y sus acompañantes intentaron sacar las ruinas a la luz, pero enseguida vieron que se trataba de un trabajo arduo, ya que la arena volvía a llenar al momento todo lo que cavaban.
Excavar en arena seca es un trabajo desesperado; tan rápido como lo desentierras, vuelve a entrar y llena el agujero. Cada duna de arena debe ser removida por completo antes de que pueda renunciar a los secretos que yacen escondidos debajo de ella; y que es una tarea más allá del poder humano – nada más que un buran puede hacer eso.
Sven Hedin, Through Asia, Methuen (1898), p.794
Aunque no pudo recuperar el plan general de la ciudad, Hedin encontró rastros de jardines, hileras de álamos que indicaban antiguas avenidas, y restos de antiguos albaricoqueros y ciruelos, concluyendo que los muros de esta ciudad maldita por Dios, esta segunda Sodoma en el desierto, habían sido lavados en la antigüedad por un poderoso arroyo – el Keriya-daria.
La ciudad había florecido desde el siglo VI d.C. en el ramal sur de la Ruta de la Seda, siendo abandonada hacia finales del siglo VIII. Cuatro años más tarde de que Hedin la redescubriese, en diciembre de 1900, el famoso arqueólogo Aurel Stein se encontraba en Jotán.
Allí un buscador de tesoros le enseñó fragmentos de pintura mural, relieves de estuco y documentos en papel, que dijo haber obtenido en Dandan Oilik. Así que Stein armó un equipo de unas treinta personas y se dirigió hacia allí para emprender las excavaciones.
Stein encontró viviendas, santuarios budistas, esculturas, pinturas murales, textos budistas en papel y tablillas de madera.
Otros arqueólogos y geógrafos visitaron el lugar en los años siguientes, pero tras la inspección de Stein el sitio permaneció prácticamente intacto durante 90 años, hasta que se hizo cargo el Instituto Arqueológico de Xinjiang que, en 2002, descubrió un nuevo templo budista con pinturas.
No obstante, la mayoría del yacimiento sigue, a día de hoy, sin excavarse. Apenas existen fotografías del lugar en internet, que permanece semienterrado en la arena, y las visitas a Dandan Oilik están terminantemente prohibidas.
Fuentes
Through Asia (Sven Hedin) / The ruins of Dandan-Uilik / My life as an explorer (Sven Hedin) / Wikipedia.
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