Dice el refrán que es de bien nacidos el ser agradecidos y en 1949 Europa decidió llevarlo a la práctica con Estados Unidos en reconocimiento del Friendship Train (Tren de la Amistad), un convoy que el gobierno de Washington había organizado dos años antes para llevar alimentos donados por los estadounidenses a países como Francia e Italia, arrasados durante la Segunda Guerra Mundial y que en la posguerra estaban pasando serias necesidades. Pasado el período crítico, llegó el turno de devolver el favor y atravesó el Atlántico, en dirección contraria, el llamado Train de la reconnaissance française; o, más popularmente, Merci Train (Tren de la Gratitud).
El Friendship Train había sido impulsado por Drew Pearson, un prestigioso periodista cuáquero que en su célebre columna diaria del Washington Merry-Go-Round se hizo eco de una propuesta de la que se empezaba a hablar: recoger donaciones de alimentos, medicinas y suministros diversos (ropa, combustible…) para enviar a los depauperados europeos.
Así fue cómo se reunieron provisiones por valor de cuarenta millones de dólares que se iban cargando en un tren, el cual partió de Los Ángeles el 7 de noviembre de 1947 y recorrió el país atravesando decenas de ciudades. Bautizado The United States Lines’ American Leader, once días después llegó a Nueva York, donde se unió a otro organizado en ese estado, sumando en total unos setecientos vagones, bastantes más que los ochenta previstos originalmente.
Entonces se le cambió el nombre al reseñado antes y su mercancía empezó el viaje intercontinental por vía marítima, desembarcando sus dieciséis mil toneladas en el puerto francés de Le Havre. En realidad, aunque movilizó a muchos ciudadanos estadounidenses -hasta los estudiantes recolectaban latas de conservas y leche en polvo-, se trataba más que nada de una iniciativa simbólica cuya finalidad, en parte, era propagandística: hacer frente a la penetración ideológica de la Unión Soviética, en lo que ya era abiertamente la Guerra Fría. Y es que, a pesar de la entusiasta colaboración de la gente, el Friendship Train resultaba escaso para un objetivo tan grande y la verdadera ayuda se desarrolló de forma simultánea a través del Plan Marshall. Sin embargo, el noble gesto conmovió a muchos y no caería en el olvido.
La oportunidad de consumar el quid pro quo llegó, como decíamos al comienzo, dos años más tarde, una vez que la situación se estabilizó y quedaron atrás los peores momentos. En esta ocasión fue un trabajador ferroviario llamado André Picard, ex-soldado, quien propuso a la Asociación de Veteranos la idea de demostrar el agradecimiento hacia Estados Unidos organizando una campaña similar a la suya , sólo que a la inversa. Seis millones de franceses se apuntaron donando todo tipo de cosas, desde comida hasta juguetes, pasando por muebles, obras de arte e incluso, cosas tan peculiares como una medalla de la Legión de Honor que había pertenecido a Napoleón (la Legión de Honor es la más alta orden de mérito que se concede en Francia y fue creada por el propio Bonaparte) o el clarín con que se anunció a los soldados el final de la Primera Guerra Mundial.
Al igual que en el caso anterior, un tren se encargó de ir reuniendo la mercancía por todo el país. Aunque se denominó Train de la reconnaissance française o Merci Train, también era conocido como los Cuarenta y Ocho, en alusión a los vagones que lo componían. Pero no por su número sino porque se trataba de un tipo de coches de cuatro ruedas, diseñados originalmente en 1870 pero fabricados entre 1885 y 1901 para transporte de mercancías, aunque adaptados luego para uso militar y con capacidad para cuarenta soldados y ocho caballos. Además tenía un componente sentimental, ya que muchos combatientes norteamericanos habían viajado en él a los puertos para reembarcar a sus hogares tras las dos guerras mundiales. Ahora, en 1949, tenían una nueva y definitiva misión, llevando cada vagón cinco toneladas.
El tren se trasladó desde la estación parisina de Batignoles a El Havre y se embarcó con todo su cargamento (cincuenta y dos mil objetos) en la bodega del buque Le Magellan, que llevaba pintado en su casco, con letras de tres metros de altura, MERCI AMERICA. El 14 de enero de 1949 zarpó para atravesar el océano y echó el ancla en Nueva York el 3 de febrero, recibido en el puerto por más de doscientos mil espectadores. Una vez desembarcado, el convoy se engalanó con la bandera francesa, que se unió así a la escarapela oficial con el logotipo diseñado ad hoc que llevaba cada vagón: una vista frontal de la locomotora -de vapor tipo 141 R- junto a tres flores diferentes (aciano, margarita y amapola) que simbolizaban los campos de Flandes, en los que cayeron muchos doughboys, los soldados norteamericanos que participaron en la Primera Guerra Mundial.
Se procedió entonces a distribuir los vagones por todo el país, tal como estaba previsto, pues había cuarenta y nueve, uno por cada estado (más un quincuagésimo que compartirían Hawai y Washington DC), siendo recibidos en todas partes con desfiles y ceremonias festivas. Muchos de ellos se abrieron al público, de modo que los curiosos podían visitarlos, gracias a lo cual la mayoría todavía se pueden ver hoy expuestos, bien en parques, bien en museos, bien en centros de veteranos de guerra. Sólo se han perdido seis: los de Massachusetts, Illinois, Nebraska, Connecticut y Nueva Jersey, que fueron desguazados, y el de Colorado, cuyo destino es un misterio.
Lo cierto es que se conservan muestras de gratitud de otros países beneficiados del Friendship Train, aunque completamente distintas en concepto. En los extremos de los puentes Arlington Memorial y Theodor Roosevelt, en Washington DC, hay colocadas cuatro grandes estatuas de bronce enviadas por Italia para homenajear la colaboración estadounidense en el derrocamiento de Mussolini y la ayuda posterior. Además, una productora italiana hizo un documental sobre la distribución a indigentes de los víveres estadounidenses que luego remitió a Estados Unidos para su distribución en cines. Asimismo, Holanda regaló un carillón de considerable tamaño que se ubicó cerca del monumento a la Marina, también en Arlington.
Fuentes
The Friendship Train (Linda Baten Johnson)/Gratitude Train (J. Laboisette en UIM-Marine)/Military trains and railways. An illustrated history ( Jean-Denis G.G. Lepage)/Inventing the «American Way»: The politics of consensus from the New Deal to the civil rights movement (Wendy L. Wall)/Cold War in a cold land. Fighting communism on the Northern plains (David W. Mills)/Merci Train/Wikipedia
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