Hacia las cuatro de la madrugada del 28 de marzo de 2017, un vigilante avisó a la policía desde el Bode Museum de Berlín para que acudiera rápidamente. No había saltado la alarma y por eso unos ladrones pudieron colarse por una ventana y llevar a cabo el robo… de una moneda. Dicho así parece una especie de broma, máxime teniendo en cuenta que no era antigua sino acuñada apenas diez años antes. Pero que es que en realidad no se trataba de una moneda cualquiera; su valor estaba tasado en aproximadamente un millón de dólares canadienses porque formaba parte del grupo denominado BML o Big Maple Leaf. Vamos a ver a qué se llamó así.
Big Maple Leaf significa «gran hoja de arce» y es el nombre que se dio a media docena de monedas diseñadas en 2003 por Susanna Blunt, una artista nacida en Harbin (China) pero hija de un banquero inglés que estudió en Banff y Londres antes de conseguir una beca de la Royal Academy of Arts e iniciar una carrera profesional en la que ganó varios premios y trabajó con gente como David Hockney o Yoko Ono. Aunque una de sus especialidades favoritas son los trampantojos, está considerada una de las retratistas actuales más exitosa y en 1997 la contrataron para hacer un retrato del príncipe Eduardo, lo que le abrió las puertas al que fue su gran proyecto hasta la fecha, el que abrió este artículo.
Porque Blunt fue invitada por la Royal Canadian Mint (al cambio, la Casa de la Moneda de Canadá) para unirse a un equipo de artistas que competirían por hacer un retrato de la reina Isabel II que se trasladara luego a las monedas. De hecho, Blunt ya había ganado un concurso similar tiempo atrás, el que convocó la esposa del gobernador general de Canadá, Ramon John Hnatyshyn, para un retrato de su marido destinado a su residencia oficial en el Rideau Hall de Ottawa, así que tenía ya cierto renombre. Pues bien, la artista hizo el correspondiente retrato de la soberana y volvió a imponerse, por lo que su obra se incorporaría a las monedas acuñadas a partir de 2003.
El objetivo era actualizar la imagen del anverso de las monedas en circulación, en las que la efigie de Isabel II ya se había quedado obsoleta por el paso de los años. De hecho, dada la longevidad de la reina, era la tercera vez que se hacía, habiendo sido las anteriores en 1965 y 1990. La novedad en esta ocasión estaba en que Blunt plasmó a la soberana sin corona ni tiara, contrastando con la mayoría de los trabajos presentados por los demás artistas. En cuanto al reverso de la moneda, que no lo realizó Blunt sino otro finalista, el grabador Stan Witten, llevaría en escorzo tres grandes hojas de arce, el símbolo de Canadá, de ahí el nombre que se le puso a las seis especiales.
Especiales porque, además de las monedas de curso legal, se hicieron media docena de carácter conmemorativo. Cada una mide 53 centímetros de diámetro, con un grosor de tres centímetros y un peso de 99,8 kilogramos. Pero lo más asombroso es que están hechas de oro puro, lo que al cambio otorga a cada una un valor nominal en torno a un millón de euros, si bien en el mercado es bastante superior: 4,3 millones de dólares, que al cambio equivalen a 3,8 millones de euros. El precio parece prohibitivo pero hubo quien lo pagó: si bien la moneda de oro original se guarda en Ottawa, las otras cinco fueron vendidas a acaudalados coleccionistas particulares.
Se entiende así que el citado Bode Museum solicitara a uno de ellos -cuyo nombre no ha trascendido- el préstamo de la suya para exponerla en sus vitrinas. Esa institución forma parte de los 17 Staatliche Museen (Museos Estatales) y se ubica, como la mayoría, en la famosa Museumsinsel (Isla de los Museos), uno de los atractivos turístico-culturales de la capital alemana. Su interés estribaba en que su colección numismática es una referencia en tamaño e importancia, con más de medio millón de piezas, incluyendo 50.000 monedas romanas y 100.000 griegas (la mayoría de las cuales no pueden exhibirse por falta de espacio y deben permanecer en su almacén).
La Big Maple Leaf prestada se expuso por primera vez al público en 2010 y, como finalmente fue donada por su propietario, continuó así hasta la infausta fecha del robo, que pudo realizarse gracias a que la alarma del museo estaba defectuosa y llevaba dando problemas desde 2004, según testimonios de los trabajadores del centro. Ello permitió a los ladrones usar una escalera de mano a manera de puente desde un tendido ferroviario elevado hasta la ventana del vestuario masculino, para después acceder a la sala 265, donde se exhibía la moneda, y romper con un hacha el cristal antibalas que la protegía. Debido a su peso, lanzaron el botín desde las vías a la calle y se lo llevaron en una carretilla hasta su coche, tal como mostraron las grabaciones de las cámaras de seguridad (paradójicamente, hay fuertes medidas de control en el entorno porque allí cerca, apenas a un centenar de metros, reside la canciller Angela Merkel).
Eran cuatro o, al menos, ése fue el número de detenidos que hizo la policía en junio, en el barrio de Neukölln, tras una ardua investigación; tres de ellos alemanes de ascendencia libanesa, dos hermanos (Ahmed y Wayci Remmo) y un primo (Wissam Remmo) miembros de una familia del crimen organizado, mientras que el cuarto sería un cómplice (Denis W) que trabajaba en el museo como vigilante desde hacía pocas semanas y les habría pasado la información que necesitaban: que la alarma estaría desactivada y se podría entrar por la ventana sin problema, que el cristal protector sería fácil de romper por haberse dañado pocos días antes, que a la hora prevista el guardia de turno estaría de ronda por el sótano y no oiría nada, que las puertas de los pasillos se podían bloquear con cuñas aprovechando que se apagaba la alarma durante dicha ronda, que esa noche era la última para el golpe porque se iba a trasladar la moneda al Kulturforum…
Todos los implicados eran -son- muy jóvenes además, pues el mayor sólo tenía 22 años y el resto ni siquiera alcanzaban la mayoría de edad. Los cuatro se negaron a declarar confiando en que al ser menores y tener que ser juzgados en un tribunal de ese tipo, saldrían mejor librados. La causa comenzó este año 2019 y sus abogados, por cierto, opinan que no hay ninguna prueba sólida contra ellos. Lamentablemente, la moneda no se recuperó y, teniendo en cuenta las pistas encontradas, nunca lo hará: en la ropa de los sospechosos y en un automóvil que utilizaron (que intentaron calcinar para borrar cualquier rastro, aunque infructuosamente) se detectó polvo de oro, lo que indicaría que la pieza fue fundida para poder venderla en partes más pequeñas, mucho más fáciles de colocar e imposibles de rastrear.
«¿Por qué la Royal Canadian Mint hizo la moneda de lingotes de oro más puro y más grande del mundo? Porque podemos» decía algo soberbiamente la web oficial de ese organismo. Olvidaba que esas mismas fantásticas características la convertían en objeto de deseo de una legión de delincuentes. Y, como vimos, algunos acudieron al reclamo. Porque también pudieron.
Fuentes
Royal Canadian Mint/Susanna Blunt website/Giant gold coin trial opens in Berlin (BBC News)/Der Goldmünzen-Coup-Wie es gelang, die «Big Maple Leaf» aus dem Bode-Museum su stehlen (Katrin Bischoff en Berliner-Zeitung)/Wikipedia
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