En un estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B, un equipo de investigación internacional ha combinado datos arqueológicos, genéticos y de isótopos estables para comprender los procesos demográficos asociados con la icónica Cultura del hacha de guerra y su introducción en Escandinavia.
En 1953, cuando se construyó una rotonda en la localidad de Linköping, se encontró un importante enterramiento perteneciente a la Cultura del Hacha de Guerra. Hace 4.500 años, un hombre y una mujer fueron enterrados junto con un niño, un perro y un rico conjunto de objetos funerarios, incluyendo uno de los hachas de guerra característicos que dan nombre a la cultura.
La colaboración de los arqueólogos con los genetistas nos permite entender mejor a estas personas como individuos y de dónde proceden sus antepasados, dice la arqueogenetista Helena Malmström de la Universidad de Uppsala, autora principal del estudio.

La Cultura del hacha de guerra escandinava aparece en el registro arqueológico hace unos 5.000 años y arqueológicamente se asemeja a la cultura europea continental de la Cerámica Cordada.
La aparición y el desarrollo de esta cultura del hacha de guerra ha sido debatido durante mucho tiempo, especialmente si se trataba de un fenómeno regional o si estaba asociado a procesos migratorios de grupos humanos y, en este último caso, desde dónde, dice el osteoarqueólogo Jan Storå, de la Universidad de Estocolmo, otro de los autores principales del estudio.
Al secuenciar los genomas de restos de individuos prehistóricos hallados en Suecia, Estonia y Polonia, el equipo de investigación demostró que la Cultura del Hacha de Guerra escandinava y la Cultura de la Cerámica Cordada continental comparten una ascendencia genética común, que no había estado presente en Escandinavia ni en Europa central antes de hace 5.000 años. Esto sugiere que la introducción de esta nueva manifestación cultural se asoció con movimientos migratorios. Estos grupos tienen una historia que, en última instancia, podemos remontar a la estepa póntica al norte del Mar Negro, dice el genetista de población Torsten Günther de la Universidad de Uppsala, co-líder del estudio.

En estudios anteriores, el equipo de investigación había podido demostrar que otros cambios culturales durante la Edad de Piedra, como la introducción de prácticas agrícolas, también estaban asociados a los movimientos migratorios. Según Torsten Günther una vez más, los análisis arqueogenómicos revelan nuevos y sorprendentes resultados sobre los procesos demográficos de la Edad de Piedra.
Para Jan Storå los movimientos prehistóricos de personas han desempeñado un papel importante en la difusión de las innovaciones. Pero también hay cierta integración y reconexión de elementos anteriores. Por ejemplo, encontramos que la gente que compartía la señal genética de los yacimientos del Hacha de Guerra estaban reutilizando tumbas megalíticas para sus entierros.
Las comparaciones entre estos individuos y otros escandinavos prehistóricos proporcionaron más información valiosa. Mattias Jakobsson, genetista de población de la Universidad de Uppsala y uno de los autores principales de este estudio, señala: También es interesante que los pastores de la Cultura del Hacha de Guerra difirieran de otros grupos contemporáneos de agricultores y cazadores-recolectores en Escandinavia. Al menos tres grupos genética y culturalmente diferentes vivieron juntos durante siglos y no se mezclaron mucho.
El entierro de Bergsgraven, así como la reconstrucción de los individuos, se expone en el Museo Östergötlands de Linköping.
FUENTES
Helena Malmström, Torsten Günther, Emma M. Svensson, Anna Juras, Magdalena Fraser, Arielle R. Munters, Łukasz Pospieszny, Mari Tõrv, Jonathan Lindström, Anders Götherström, Jan Storå and Mattias Jakobsson, The genomic ancestry of the Scandinavian Battle Axe Culture people and their relation to the broader Corded Ware horizon. 286Proc. R. Soc. B. doi.org/10.1098/rspb.2019.1528
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