Todos los aficionados a la historia o, al menos, a quienes gusta especialmente la historia bélica, recuerdan una fecha que marcó un antes y un después en la Segunda Guerra Mundial: el 6 de junio de 1944. Esa jornada suele llamarse por su nombre en clave, el Día D, aquel en que se inició la Operación Overlord; es decir, la invasión continental de las fuerzas aliadas. Sin embargo, el desembarco en las playas de Normandía pudo haberse llevado a cabo veinticuatro horas antes de no ser porque un hombre disuadió a Eisenhower para retrasarlo al prever que el tiempo mejoraría y facilitaría las maniobras. Se llamaba James Stagg.
Por supuesto, no se trataba de una intuición ni de algo decidido al azar. Stagg estaba al frente de la Met Office, el servicio meteorológico nacional de Reino Unido, creado en 1854 por el vicealmirante Robert FitzRoy (que a más de uno le sonará porque fue el capitán del HMS Beagle durante el viaje de Charles Darwin) pero reforzado con una quincena de estaciones costeras después de que el trágico naufragio del buque Royal Charter frente al litoral de Anglesey supusiera la muerte de 459 pasajeros. Posteriormente, tras la Primera Guerra Mundial, una sección fue adscrita al Ministerio del Aire, con el que compartía sede (la Adastral House), ya que la cada vez más importante aviación también necesitaba de los pronósticos del tiempo. Por tanto, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la Met Office se dividía entre la Royal Navy y la RAF (Royal Air Force).
A esta última fue destinado James Stagg, un escocés natural de Dalkeith, en las Low Lands, donde nació en 1900, hijo de un fontanero y una costurera. Educado en la Broughton High School de Edimburgo, pasó efímeramente por el Royal Flying Corps (la fuerza aérea británica durante la Primera Guerra Mundial) y en 1921 ingresó en la universidad para estudiar matemáticas y filosofía. Tras graduarse empezó a trabajar como profesor de ciencias en la George Heriot’s School, una institución fundada en el siglo XVII para niños pobres. En 1931 fue puesto al mando de una expedición al Ártico para investigar el magnetismo terrestre y cuestiones climáticas, lo que le otorgó una experiencia en meteorología que compensaba su falta de formación específica (algo que, como veremos, le reprocharían).
Tres años más tarde y ya con un doctorado, entró en la Met Office y en 1939 obtuvo la dirección del Observatorio Kew, construido específicamente en 1769 por orden del rey Jorge III (por eso también se llama King’s Observatory) para observar el tránsito de Venus. Cuando se desataron las hostilidades entre las potencias del Eje y los aliados, Stagg fue nombrado capitán de la Royal Air Force Volunteer Reserve, un cuerpo de voluntarios establecido en 1936 para dotar de auxiliares a la fuerza aérea y que al estallar el conflicto proporcionó efectivos a las tripulaciones de aviones.
Desde que Alemania empezó a ceder terreno, y especialmente tras conseguir desembarcar en Italia, era cuestión de tiempo que los Aliados dieran el salto a la parte occidental del continente. Así lo habían acordado en la Conferencia Trident, celebrada en Washington en mayo de 1943, designándose al general estadounidense Dwight D. Eisenhower comandante del SHAEF (Supreme Headquarters Allied Expeditionary Force, esto es, Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada), ayudado por el general británico Bernard Montgomery como comandante del XXI Grupo de Ejércitos. Se empezó entonces a diseñar la citada Operación Overlord, basada en un desembarco anfibio en la costa norte de Francia, partiendo de Inglaterra, que debía complementarse con lanzamiento de fuerzas aerotransportadas tras las líneas enemigas.
Evidentemente, para llevar a cabo una acción de aquellas dimensiones, con más de un millón y medio de soldados en sucesivas oleadas, era conveniente elegir un momento con buenas condiciones meteorológicas. En primer lugar, la noche previa debía haber luna llena, no sólo para facilitar a los aviones los lanzamientos de paracaidistas sino también para que las lanchas de desembarco pudieran llegar a las playas durante la subida de la marea, detectando los obstáculos sembrados por los alemanes y calculando el momento de abrir sus rampas para dejar salir a los soldados sin que quedasen demasiado expuestos a las ametralladoras enemigas. Por otra parte, era recomendable evitar la nubosidad que dificultaría los bombardeos aéreos, así como los vientos fuertes y lluvia que provocarían problemas a embarcaciones y tropa.
Teniendo en cuenta estos y otros condicionantes, que suponían poder escoger sólo entre unos pocos días del año, Eisenhower eligió el 5 de junio. Pero se encontró con la objeción de un oficial de modales comedidos, constitución enjuta y enorme talla (casi un metro noventa): «Aqui viene seis pies y dos pulgadas de Stagg y seis pies y una pulgada de tristeza», fue la célebre frase del almirante Sir George Creasy para definirlo, refiriéndose a su pesimismo respecto al tiempo. Stagg había sido puesto al frente de la meteorología de la operación y él era el encargado de coordinar la información que proporcionaban los tres equipos de dos meteorólogos cada uno que trabajaban en ello, el de la Royal Navy, el de la RAF y el de la Fuerza Aérea Estadounidense, llamados respectivamente Admiralty, Dunstable y Widewing. Cada uno tenía su propio sistema de trabajo e, inevitablemente, rivalizaban entre sí por presentarse más fiables que los otros. Stagg trató de armonizarlos y sólo consiguió que le despreciasen por su falta de formación académica especializada.
La tensión estalló el 3 de junio, cuando el equipo estadounidense predijo buen tiempo para el 5 y los demás lo negaron asegurando que habría tormenta. Dado que aún no existían los satélites, los resultados podían diferir bastante y difícilmente podían hacerse a más de un par de días vista. Widewing no dio su brazo a torcer, así que la decisión final sobre la información que se aportaría a los militares correspondía al jefe, Stagg. La noche del 4 de junio se reunió en el cuartel general de Southwick House con los mandos, que estaban algo desalentados porque resultó que, en efecto, las condiciones eran adversas a pesar de estar a punto de empezar el verano: viento muy fuerte, nubes bajas y mar gruesa. Stagg tenía la última palabra y les dio una buena noticia.
En efecto, según los datos de que disponía, sólo haría falta retrasar un día la invasión, ya que a la noche siguiente mejoraría el tiempo lo suficiente como para intentar el ataque el día 6. Una ventana de ocho horas que era necesario aprovechar porque, de lo contrario, habría que esperar un par de semanas, del 18 al 20 de junio, aunque para entonces sin luna llena. Puesto que esa opción suponía poner en peligro la Operación Overlord, tanto por los problemas logísticos que implicaba devolver a las tropas a sus campamentos como por el riesgo de que los espías advirtieran a Rommel, y a pesar de que no todos los mandos querían arriesgarse si las condiciones no eran perfectas, el comandante decidió hacer caso a Stagg y atacar el 6. Su jefe de estado mayor, Walter Bedell Smith, Montgomery y el almirante Bertram Ramsay estuvieron de acuerdo; en cambio, Trafford Leight-Mallory, mariscal del aire, no lo tenía tan claro.
Curiosamente, entre el 19 y el 22 de junio, Normandía fue azotada por una tempestad que hubiera impedido realizar el desembarco, pues las lanchas no estaban diseñadas para soportar una mar tan agitada. Esa previsión tenía también el servicio meteorológico de la Luftwaffe, que pronosticaba que sería el culmen de dos semanas de temporal, aunque no podían concretar tanto como sus enemigos porque eran éstos quienes controlaban por completo el Canal de la Mancha. No obstante, los mandos consideraron improbable una invasión con ese tiempo y varios de ellos aprovecharon para asistir a unas maniobras militares que se iban a realizar en Rennes, al este de Bretaña; se concedieron bastantes permisos a los soldados e incluso Rommel se desplazó a Alemania para celebrar el cumpleaños de su esposa y reunirse con Hitler para convencerle de que, con retraso o sin él, la invasión era inminente y necesitaría más blindados.
Como es sabido, poco antes de la medianoche del 5 de junio casi un millar y cuarto de aviones soltaron tres divisiones aerotransportadas tras las líneas del Muro Atlántico (nombre dado a la red de defensas costeras alemanas) y al amanecer, precedido de un brutal bombardeo desde el mar que duró tres cuartos de hora, se produjo el famoso desembarco de 132.000 soldados en varias oleadas. Al final, aunque el tiempo había mejorado, soplaron vientos fuertes, el oleaje fue superior al esperado y las corrientes alejaron algunas lanchas del punto previsto de llegada, lo que, unido al hecho de que las fuerzas alemanas eran numéricamente superiores a lo esperado, hizo que la Operación Overlord no se considerase terminada hasta casi una semana después.
Para James Stagg, en el plano personal, aquel 1944 debió ser memorable, ya que también nació su segundo hijo Peter; en realidad toda la guerra, pues había tenido el primero tres años antes, tras casarse en 1940 con Elizabeth Nancy Kidner. Al término de la contienda, fue condecorado con la Legion of Merit estadounidense y nombrado oficial de la Orden del Imperio Británico. Siguió trabajando de meteorólogo, al frente de la Met Office, hasta su retirada en 1960. Antes ya había recibido otros galardones, como ser compañero de la Orden del Baño en 1954, miembro de la Royal Society of Edimburgh en 1957 y presidente de la Royal Meteorology Society en 1959. Tras su jubilación todavía viviría hasta 1975; tres años antes había publicado un relato de su experiencia en la guerra.
Fuentes
El Día D. La batalla de Normandía (Anthony Beevor)/D-Day. Minute by minute (Jonathan Mayo)/The Met Office in World War One and World War Two (Met Office)/Forecast for D-day: And the weatherman behind Ike’s greatest gamble (John Ross)/Weathering the storm: Sverre Petterssen, the D-Day forecast, and the rise of modern meteorology (Sverre Petterssen)/Analysing and forecasting the weather of early June 1944 (European Centre for Medium-Range Weather Forecasts)/Wikipedia
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