Nueva York es el principal destino turístico de EEUU y está también entre los más destacados del mundo. No es para menos. Novelas, películas y series de televisión nos muestran periódicamente buena parte de los atractivos y singularidades de esa gran ciudad hasta hacérnoslas familiares, de modo que se podría decir que nos han convertido casi en neoyorquinos virtuales.
Pero si uno disfruta leyendo o viendo en pantalla la Estatua de la Libertad, Central Park, el Empire State, Times Square o el Puente de Brooklyn, más lo hará si tiene ocasión de contemplarlos en vivo, de estar allí recorriendo esos sitios y comprobando que realmente son como los imaginaba, que los edificios se pierden de vista si se mira hacia arriba, que salen nubes de vapor de las alcantarillas y que Broadway está flanqueada por montones de carteles de neón anunciando musicales.
Vivir sensaciones: asistir a un musical
Esto último es curioso porque los turistas que llegan a Nueva York, incluyendo muchos españoles, no se conforman con visitar la preceptiva lista de lugares imperdibles; también quieren ir un paso más allá y experimentar el ocio que viven los propios vecinos. Por eso se ha hecho habitual dejar alguna jornada nocturna para, en la medida de lo posible, presenciar algún partido de la NBA (de allí son los Rangers y los Nets) o de béisbol (los célebres Yankees) o asistir a uno de esos musicales tan de moda que suelen triunfar y luego ser adaptados en otros países.
De hecho, hay estudios estadísticos al respecto. Un 38% de quienes van a Nueva York consideran que ver una obra de teatro musical es una potencial experiencia más de su viaje y ese porcentaje se eleva al 67% al afirmar que es una actividad que tienen en cuenta a la hora de planificar sus días en la Gran Manzana. Es decir, otra baza de Nueva York no es sólo la nómina de rincones fascinantes que acredita sino la oferta de sensaciones que adjunta como extra para satisfacer la cada vez más extendida tendencia de ampliar -o enriquecer- la visita clásica. Vivir Nueva York, más que limitarse a recorrerla. Y en eso no hay nada que pueda superar la magia de Broadway.
El rey león, Aladdín, El fantasma de la ópera, Wicked, Chicago, Frozen, King Kong, Book of Mormon… Son algunos de los títulos más exitosos que se representan actualmente en la célebre avenida de Manhattan o las calles adyacentes, donde se cuentan nada menos que cuatro decenas de teatros, sin contar los denominados Off-Broadway, locales que quedan fuera de ese entorno. Hagamos un sucinto repaso de esas obras porque han triunfado de tal manera que, como decíamos antes, algunas tienen versiones en otros países, incluido el nuestro.
El rey león
Es el caso de El rey león (The Lion King), adaptación de la película homónima de Disney que se estrenó tres años después de ésta y cuya banda sonora, compuesta por Hans Zimmer, Elton John y Tim rice, incorpora tres temas más. Ver esta peculiar animación de Simba, Mufasa, Scar, Timón, Pumba y los demás puede ser una buena forma de hacer aún más interesante la estancia neoyorquina a niños y mayores. Cerca de setenta premios la avalan, incluyendo seis Tony (galardones teatrales), aunque en cuestión de números quizá impresione más el cómputo de espectadores globales: ochenta millones.
El fantasma de la ópera
El fantasma de la ópera es una novela del escritor francés Gastón Leroux publicada en 1910 y llevada varias veces al cine. La historia de un compositor traicionado que busca venganza en los sótanos de la Ópera Garnier de París y encuentra una pupila a la que allana el camino apartando a sus competidoras tuvo su primera versión musical en 1976 pero el boom llegó diez años más tarde de la mano del músico Andrew Lloyd Weber (autor de otras célebres obras como Jesucristo Superstar, Cats o Evita) y el letrista Richard Stilgoe. Tan exitosa como El rey León en público y premios.
Wicked
En 1995 se publicó la novela Wicked: memorias de una bruja mala, en la que su autor, Gregory Maguire, contaba la vida de Elphaba Thropp, una niña que nace en en el mundo de Oz con la piel verde y dientes de tiburón, y se enfrentará al dictador que dirige ese lugar. Efectivamente, se trata de la futura Malvada Bruja del Oeste de El mago de Oz. A esta peculiar historia le puso música Stephen Schwartz (autor de las bandas sonoras de Pocahontas, El jorobado de Notre Dame y El príncipe de Egipto), con letras de Winnie Holzman, para estrenar en 2003 Wicked. Aclamada por la crítica, también tuvo una excelente respuesta del público.
Chicago
Chicago es uno de los musicales clásicos de Broadway, llevando en cartel desde 1996; por algo será. Con música de John Kander, letras de Freed Ebb y coreografía del prestigioso Bob Fosse, el argumento se desarrolla en los años veinte y es una sátira del enaltecimiento de los criminales y la corrupción judicial. La adaptación cinematográfica de 2002, protagonizada por Richard Gere, Catherine Zeta-Jones y René Zellwegger, le insufló una dosis extra de energía y volvió a ponerlo de actualidad.
Aladdin
La película de Disney Aladdin triunfó en 1992 y, como cabía esperar, fue llevada a los escenarios en 2011, dándole un empujón extra el reciente remake. La música de Alan Menken y las letras de Howard Ashman (aquí junto a Tim Rice y Chad Beguelin) siempre son una garantía, como demuestran los cinco premios Tony obtenidos y su exportación a múltiples países.
Frozen
Si se tienen muy vistos El rey león o Aladdin siempre se puede recurrir a otro de los grandes éxitos de Disney de los últimos años: Frozen, la historia de una princesa incapaz de controlar su extraordinario poder de congelar. El espectacular montaje, lleno de efectos especiales, se preestrenó en 2017, cuatro después del film, aunque en Broadway lo hizo en 2018 y con un argumento ligeramente retocado para interesar a los adultos, ya que, curiosamente, la mayor parte del público suele estar compuesto por mayores sin niños.
King Kong
De ese año es también King Kong. La trágica historia del gorila gigante ha alcanzado fama en todo el mundo por sus tres versiones cinematográficas pero lo que muchos no saben es que hay una musical (basada en otra australiana de 2013) con partitura de Marius de Vries (productor ejecutivo de La La Land y director musical de Moulin Rouge) y letras de Jack Thorne.
The Book of Mormon
En realidad la oferta de musicales de Broadway es tan larga como variada, no faltando incluso una sátira sorprendente -estrenada ya en 20111- como The Book of Mormon, un divertimento crítico pero desenfadado a costa de esa religión pero también del propio género musical. Baste decir que sus autores, Trey Parker y Matt Stone son los creadores de la irreverente serie animada South Park. Para esta ocasión, contaron con el músico Robert López.
Entradas y consejos
Resumiendo, sólo es cuestión de elegir el show que más apetezca y el día deseado. Y no hay que apurarse por si no hay localidades o es necesario esperar colas eternas porque para eso está la web Hellotickets, una empresa española que precisamente está especializada en eventos en EEUU para viajeros: más de un millar tiene en su catálogo. Su gran baza es la posibilidad de adquirir online las entradas al mejor precio o incluso buscar un tipo de entradas denominado TKTS, que son asientos sobrantes en cada función, si bien requieren un tiempo mínimo de espera de dos horas y no suele haberlas para los espectáculos más renombrados.
A la hora de reservar, conviene tener en cuenta que las mejores butacas son las llamadas orchestra centralpero ojo, porque ponerse muy cerca del escenario puede resultar contraproducente al limitar la visión de las actuaciones coreográficas. En ese sentido, las plazas mezzanine se encuentran más lejos pero al estar elevadas permiten ver todo el escenario. Por encima de ellas están las de balcón, más lejanas aún pero también más económicas; todo depende del presupuesto disponible.
En cualquier caso, una vez se tenga la entrada conviene llegar siempre con antelación; al menos media hora, para que las aglomeraciones no impidan acceder con tranquilidad al asiento. Asimismo, es recomendable llevar algo de abrigo, aún en primavera y verano, pues resulta frecuente que el aire acondicionado está puesto a bastante potencia.
Por otra parte, los musicales rara vez duran menos de dos horas, así que hacen un descanso a la mitad que permite salir al bar a beber algo o tomar algún tentempié. De todas formas, no hay que olvidar que Broadway atraviesa un punto tan concurrido como Times Square, lleno de cafés y restaurantes donde cenar al término de la función aún cuando ya sea una hora tardía.
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