Vamos a echar hoy un sucinto vistazo a la vida y obra de otro de esos personajes que podemos definir como inclasificables, mezcla de soldados, viajeros, aventureros, científicos y eruditos, que suelen volar libres. El que veremos a continuación era inglés, se llamaba Charles Masson, y tanto el British Museum como la British Library le deben buena parte de sus fondos afganos.
Nació en Londres en 1800, como si su llegada a este mundo estuviera vinculada estrechamente al siglo del nacimiento de la arqueología como ciencia, pues su padre, George, era un simple fabricante de tintes y pinturas para artistas, mientras que su madre, Mary, procedía de una familia de granjeros de Croughton, Northamptonshire, posteriormente reconvertidos en cerveceros.
Se sabe poco de la infancia y juventud de Charles, que, por cierto, no se llamaba así, ya que ése fue el apodo que adoptaría más adelante; en ese momento era James Lewis. Sí tenemos el dato de que los negocios de los Lewis no debían ir mal, puesto que le proporcionaron a su hijo una buena educación en la escuela en Walthamstow, donde aprendió latín, griego y francés.
Al acabar su formación entró a trabajar en la correduría de seguros Durant & Co. pero en 1821 un enfrentamiento con su progenitor le llevó a dejarlo para alistarse en el ejército de la Compañía Británica de las Indias Orientales. Así fue cómo llegó a Bengala el año siguiente, sirviendo en un regimiento de artillería, aunque el comandante general Hardwicke le encargó una misión muy diferente a la naturaleza militar de su oficio: reunir especímenes zoológicos.
Por supuesto, ello no impidió que tuviera que empuñar las armas más de una vez, como por ejemplo en 1826, durante el asedio de Bharatpur, en la Segunda Guerra Anglo-Maratha (en la que se distinguió Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington).
En 1827 fue destinado a Agra y, decidiendo que ya había tenido bastante con aquella experiencia, desertó junto con un compañero, Richard Potter. Fue entonces cuando pasó a hacerse llamar Charles Masson, mientras el otro adoptaba la identidad de John Brown. Ambos abandonaron el territorio bajo jurisdicción británica cruzando el desierto Bikaner de Rajastán hasta el río Indo, siguiendo luego su curso por zona sij, por entonces aún independiente. A partir de ahí se separaron, siguiendo Masson hacia Afganistán pasando por Pesawar y el Paso del Khyber, el mismo donde década y media después se produciría el famoso desastre militar británico.
Aquel extraordinario viaje en solitario duró tres años, visitando sitios como Kabul y Kandahar antes de regresar a la India, llegando a Lahore y continuando después hacia Karachi, desde donde se embarcó hacia Bushire, una localidad del Golfo Pérsico. Allí se las ingenió para engañar a las autoridades británicas diciendo que era un estadounidense de Kentucky que llevaba diez años recorriendo el mundo. No sólo le creyeron sino que entabló amistad con uno, David Wilson, quien le pidió que escribiera un informe narrando todo lo referente a los países por los que había pasado.
El documento fue enviado a la citada Compañía Británica de las Indias Orientales, que quedó tan satisfecha que ordenó a su delegado en Persia que proporcionase a Masson fondos para que dirigiese una expedición arqueológica en Afganistán.
Así, junto a otros oficiales, trabajó diez meses en la frontera iraní y a su término viajó a la India, pasando por varios lugares antes de unirse a una caravana que le llevó otra vez a Kabul en el verano de 1832. El manuscrito de su trabajo, que incluyó un estudio de las hoy tristemente célebres cuevas budistas de Bamiyán (en las que dejó su nombre grabado en una pared), se conserva en la British Library.
De finales de ese año son algunas descripciones que tenemos de Masson, proporcionadas por agentes británicos, que identificaron correctamente su verdadera nacionalidad pero se limitaban a decir que era un hombre «elegante» pero «no tenía criado, caballo ni mula para llevar su equipaje», puesto que sólo llevaba con él «dos o tres libros, una brújula, un mapa y un astrolabio». Otra fuente añadía que era de “ojos grises, barba roja, con el pelo de la cabeza bien cortado. No tenía medias ni zapatos, [llevaba] una gorra verde en la cabeza y un faqir o una manta derviche colgada sobre su hombro». Lamentablemente, no ha quedado ningún retrato suyo.
En 1833 pidió más fondos a la Compañía para continuar excavando y, dado que todos los informes sobre él eran positivos, se los concedieron para un lustro. Gracias a ello, pudo encontrar y desenterrar medio centenar de sitios, destacando las ruinas de Harappa una ciudad de la cultura del Valle del Indo, y otra antigua urbe cerca de Begram que los expertos actuales creen que era Alejandría Caucásica, fundada por Alejandro Magno.
Asimismo, sacó a la luz el enorme patrimonio monumental que documentaba el pasado budista afgano; cuevas, monasterios, estupas… Aparte, reunió una ingente colección de joyas, puntas de flecha, fíbulas, sellos y otras piezas, con mención especial para aproximadamente sesenta y siete mil monedas de bronce de distintas épocas, conjunto numismático muy útil que permite reconstruir la historia general de la región.
Ese buen hacer fue lo que le libró de la muerte, que le correspondía por desertar, ya que en 1834 se descubrió su verdadera identidad. Era demasiado valioso, no sólo desde el punto de vista cultural sino también como espía, actividad que tuvo que ejercer a cambio del indulto suministrando valiosa información sobre la región en el contexto del Gran Juego (la lucha estratégica entre las grandes potencias, especialmente Gran Bretaña y el Imperio Ruso, por imponer su dominio de esa parte de Asia).
Y eso que se ignoraron sus advertencias sobre los condicionantes que desembocaron en la Primera Guerra Anglo-Afgana, que acabó en desastre como decíamos antes, lo que le llevó a expresar duras críticas y dimitir en 1838.
Se dedicó entonces a escribir un relato de sus experiencias. Durante esa labor, se vio envuelto en el asedio de Kalat en 1840. Encarcelado, aceptó representar a sus captores presentando sus demandas ante las autoridades británicas pero éstas lo consideraron de nuevo un traidor y ordenaron su arresto.
Salió libre en 1841 y siguió estudiando el patrimonio histórico indio hasta que a finales de ese año tuvo que embarcar hacia Inglaterra para descansar de aquella ajetreada vida. Así lo hizo, contrayendo matrimonio tres años más tarde con Mary Anne Kilby, la joven hija de un granjero de Watford, con la que tuvo un niño y una niña.
Charles Masson, que mantenía a su familia con la modesta pensión que le pagaba la Compañía, falleció de neumonía en 1853, siendo enterrado en la iglesia de Todos los Santos de Edmonton, al norte de Londres. Su viuda le siguió en el óbito a los dos años y el tutor legal de los hijos recibió cien libras a cambio de los papeles, piezas y monedas que guardaban en casa.
El grueso de lo desenterrado por él estaba en el Museo de la India pero al cerrar en 1876 se transfirieron sus fondos, manuscritos incluidos, al British Museum y la British Library, aunque algunas partes de diseminaron por otras instituciones inglesas. De aquella enorme cantidad de monedas sólo seis mil llegaron porque el resto fueron subastadas por los indios y hoy se ha perdido su rastro al no estar debidamente documentadas.
FUENTES
Charles Masson, Narrative of Various Journeys in Balochistan, Afghanistan and The Panjab
Elizabeth Errington, Charles Masson
Elizabeth Errington, The Charles Masson Archive; British Library, British Museum and others documents relating to the 1832-1838 Masson Collection from Afghanistan
Wikipedia, Charles Masson
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