Pues sí, aunque muchos no lo sepan, Colombia tomó parte en la Guerra de Corea con un contingente militar y además lo hizo como combatiente, el único de un país latinoamericano por cierto (Cuba y El Salvador fueron también pero como apoyo médico). Le costó más de medio millar de bajas aunque, objetivos estratégicos al margen, la participación se saldó positivamente en otro ámbito: el de la modernización de su ejército. Fue el llamado Batallón Colombia.

Hasta hace no mucho, las misiones militares solían ser meras intervenciones en los asuntos internos de otros países, básicamente de las grandes potencias, para «defender intereses nacionales», eufemismo habitual que encubría la conveniencia política del estado que llevaba a cabo la campaña y que a menudo se reducía a mantener un dictador o cambiar un régimen por otro. Sin embargo, de un tiempo acá ese panorama ha ido cambiando y dichas misiones tienden a realizarse bajo el amparo de la ONU y bajo la forma de coaliciones internacionales bastante variopintas. En muchos casos se mantiene esa intención política, por supuesto, pero los ejércitos participantes más modestos tienen sus propios objetivos, que suelen consistir en foguearse y modernizarse.

Algo así es lo que le pasó a Colombia durante la Guerra de Corea, aún cuando ese conflicto trascendiera el carácter de mera intervención y terminara convirtiéndose en una larga y enquistada contienda de tres años. En 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial, EEUU y la URSS habían acordado la división de la península coreana en dos partes, devenidas en sendas repúblicas: una meridional que quedaba afín al capitalismo estadounidense y otra septentrional bajo la órbita comunista, divididas ambas por el paralelo 38. Las negociaciones de los años siguientes para una unificación fracasaron, como no podía ser de otra forma teniendo en cuenta que lo mismo pasaba en Alemania y Europa en general, y la creciente tensión culminó el 25 de junio de 1950 con una invasión sorpresa por parte de los norcoreanos.

La penetración fue tan fuerte que Corea del Sur quedó constreñida al llamado Perímetro Pusán, un área del extremo sureste peninsular circundada por unos 225 kilómetros del cauce del río Nakdong. Ante el peligro de perderlo, pues además la República de Corea del Sur quedaba envuelta en una guerra civil de facto, fuerzas de EEUU intervinieron restableciendo la frontera pero induciendo a su vez la intervención directa de China con apoyo armamentístico soviético. Los estadounidenses, sin embargo, no habían actuado en solitario sino liderando una coalición, dada la escasez de efectivos de que disponían allí al hallarse aún en plena desmovilización.

Dicha alianza, establecida dos días después de la invasión, estaba integrada por naciones tan diversas como Reino Unido, Francia, Australia, Bélgica, Canadá, Turquía, Países Bajos, Luxemburgo, Sudáfrica, Etiopía, Tailandia, Nueva Zelanda, Grecia y Filipinas. A través de la OEA (Organización de Estados Americanos) y con la excusa de frenar a un comunismo que empezaba a extenderse por el continente americano, también se solicitó la incorporación de los países de Iberoamérica con aportaciones acordes a sus posibilidades, ya fuera con regimientos (México, Argentina, Brasil, Chile) o compañías (el resto). Pero todas rehusaron al considerar que aquél enfrentamiento sólo era un episodio más en la rivalidad entre EEUU y la URSS. Únicamente hubo dos excepciones: la primera Puerto Rico, donde su peculiar estatus obligó a que el Congreso de EEUU tuviera que autorizar la organización del Regimiento 65, formado exclusivamente por voluntarios.

La otra fue Colombia, que, a pesar de las reticencias mostradas por los liberales, respondió positivamente ofreciendo primero una unidad naval y después un batallón de infantería. El presidente, el conservador Laureano Gómez, elegido recientemente (ese mismo año; en 1953 sería depuesto por un golpe de estado), quería restablecer una buena relación con EEUU después de la política de neutralidad en la Segunda Guerra Mundial que adoptaron Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos hasta finales de 1943 y la necesidad tanto de borrar la imagen favorable a Alemania que hubo en muchos ciudadanos como de garantizar la cooperación económica (EEUU acaparaba el 80% de las exportaciones de café y el 50% de las de bananas). También estaba de fondo la posibilidad de conseguir ayuda técnica y armamentística contra los movimientos guerrilleros, pues Gómez era un furibundo anticomunista.

Así, la fragata Almirante Padilla zarpó inmediatamente de Cartagena de Indias hacia la base naval de San Diego, a las órdenes del capitán de corbeta Julio César Reyes Canal, con el objetivo de someterse a una modernización y adiestramiento específicos; más adelante sería relevada por la Capitán Tono y ésta por la Almirante Brión, pues al fin y al cabo las tres eran antiguas naves cedidas por la US Navy (la USS Tollberg, la USS Bisbee y la USS Burlington respectivamente). Integradas en la VII Flota, realizarían labores de patrulla, destrucción de minas, logística y escolta. Paralelamente se creó el Batallón de Infantería Nº 1 Colombia, teóricamente con voluntarios aunque en la práctica no tanto por la escasez de alistamientos. En total, 5.100 soldados y 300 marineros emprendieron la larga travesía del Pacífico hacia Asia. Junto al resto de aliados, se amparaban en el voto favorable de la ONU, plasmado en la Resolución 83.

Los colombianos fueron repartidos entre dos divisiones norteamericanas de infantería, la 7ª y la 25ª, que estaban necesitadas de efectivos (la primera sólo contaba con 9.000 hombres) y por eso hubo que engrosarlas también con soldados surcoreanos. La primera había sido una de las que protagonizaron el contraataque de Inchon, diseñado por el general McArthur para romper el cerco de Pusán en septiembre de 1950, mientras que la segunda logró entrar en territorio enemigo y alcanzar las cercanías de Pyongang antes de que la intervención china supusiera el restablecimiento de la frontera en el paralelo 38.

El Batallón Colombiano no llegó a tiempo de participar en esas acciones, pues apenas desembarcó en Pusán (actual Busán) el 15 de junio de ese año, mandado por el coronel Jaime Polanía Puyo. Pero lo tendría para entrar en acción sobradamente en otras. Tras algunas escaramuzas, pasó a mayores en la Operación Thunderbolt, que se desarrolló entre el 25 de enero y el 20 de febrero de 1951 y constituyó la primera ofensiva de la coalición tras la intervención china. Dirigidas por el general Matthew Ridgway, tropas estadounidenses, británicas, turcas y surcoreanas, más las colombianas integradas en la citada 25ª División, lograron avanzar y situar el frente en la orilla sur del río Han.

El 26 de junio de 1952 llegó la segunda gran batalla para los sudamericanos, la de Old Baldy o Monte Calvo, que fue el más importante de sus compromisos. Duró diez meses, durante los cuales se intentó arrebatar a los chinos una docena de posiciones que comprometían a las fuerzas coaligadas. Una de ellas era una colina de la que el intenso fuego artillero arrasó todo rastro de vegetación, dejándola pelada (de ahí su nombre), y cuya toma se asignó al Batallón Colombia por su espléndido comportamiento con otra llamada Bárbula (Yeoncheon Hill o Colina 180), donde llegaron a luchar cuerpo a cuerpo en inferioridad numérica, sufriendo 11 bajas, 43 heridos y 10 desaparecidos.

Pese a su buen oficio, en Bárbula no habían tenido éxito porque sólo se envió una compañía a la misión pero en Monte Calvo tomó parte todo el batallón. Ante el asombro general, los colombianos aceptaron el reto de los chinos, que expusieron los cadáveres de su compañeros como cebo, y cargaron cuesta arriba para recuperarlos. Lo consiguieron, ganándose los cuatro autores del rescate la Estrella de Plata. Tocaba defender el terreno conseguido y aguantar tanto el diluvio de disparos de mortero que cayó sobre ellos como las oleadas de soldados chinos que intentaron asaltar la colina para desalojarlos.

Pero, a pesar de que los estadounidenses los dejaron solos, al destinar las compañías de refuerzo a auxiliar sus propios puestos, los colombianos resistieron y, a su vez, trataron de adueñarse de la cima. Ni unos ni otros lo lograron y el sitio cambió de manos varias veces hasta que al final el alto mando ordenó abandonar Monte Calvo para que la fuerza aérea lo machacara. Así, paradójicamente, muchos colombianos que habían quedado aislados o estaban heridos perecieron por las bombas de sus aliados y el cuerpo perdió el 20% de sus efectivos.

Otra batalla destacada fue la de Triangle Hill, una elevación orográfica más – en este caso boscosa-, donde se libraron duros combates del 14 de octubre al 25 de noviembre de 1952 para desalojar a los chinos que la ocupaban, dado que constituía un buen sitio para sus francotiradores. Aquí los colombianos que participaron fueron los de la 7ª División, junto a fuerzas surcoreanas y etíopes. Se llegó a luchar a bayoneta para tomar la cima, que luego hubo que defender ante el contraataque chino, que sufrió cuatro millares de bajas en apenas una decena de días. Sin embargo, su capacidad para reponerlas les permitió recuperar la posición y las tropas de la ONU tuvieron que retirarse también con cuantiosos daños, dado que, por contra, no las podían cubrir.

En realidad el Batallón Colombia participó en más acciones, caso de la Operación Nomad, el asalto a la temible Colina 400 (Climber) o la reconquista de Gyeongiu (una ciudad de Corea del Sur en cuyas zonas exteriores se situó la línea del frente durante un tiempo, al principio de la invasión norcoreana). Todo ello le hizo perder 163 soldados, a los que se sumaron 448 heridos, 60 desaparecidos y 30 prisioneros, pero también ganar a algunos de sus compañeros una considerable serie de condecoraciones que incluyeron la PUC (Presidential Unit Citation, otorgada a unidades que demuestran heroísmo extraordinario), la LOM (Legion of Merit) y las estrellas de plata (18) y bronce (31).

Ahora bien, las fuerzas armadas de Colombia en conjunto fueron las principales beneficiarias porque, como decíamos al comienzo, la experiencia adquirida por los 111 oficiales y 590 suboficiales enviados sirvió para asesorarlas a su regreso en un importante proceso de modernización que se redondeó con un Pacto de Ayuda Militar bilateral con EEUU firmado en 1952, dos años antes de acabar la guerra.


Fuentes

Carter Malkasian, The Korean War | Bruce Cumings, The Korean War. A history | Adolfo León Atehortúa Cruz, Colombia en la Guerra de Corea | Edgar Vieira Posada y Adriana Roldán Pérez, Colombia y Corea del Sur: hacia una asociación estratégica de cooperación | Álvaro Valencia Tovar y Jairo Sandoval Franky, Colombia en la Guerra de Corea. La historia secreta | Guerra en Corea. El Batallón Colombia | Wikipedia


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