Aunque tienen cierta tendencia a simplificar su gentilicio refiriéndose a sí mismos como americanos, en realidad los estadounidenses son sólo los ciudadanos de los Estados Unidos de América, pues americanos puede aplicarse a los habitantes de todos los demás países del continente. Hay algunas excepciones territoriales como Hawai y otros archipiélagos del Pacífico. Y hubiera podido haber más de haberse consumado ciertas propuestas estrambóticas de incorporación que se dieron en Europa, como el Movimiento Unionista Italiano.

Se trató de un partido político surgido en un contexto concreto, la Segunda Guerra Mundial, cuando Italia estaba ocupada por tropas Aliadas, sobre todo estadounidenses, despertando entre la población cierta fascinación por el contraste de costumbres y el aire de modernidad de que hacían gala los soldados. Al menos en teoría, ya que había otra poderosa razón para alumbrar un proyecto tan peculiar: el miedo a que la caída del régimen mussoliniano abriera las puertas al comunismo -fuerte entonces- en el país durante la etapa postbélica.

Las fuerzas que mandaba Eisenhower desembarcaron en Sicilia el 10 de julio de 1943 y la tuvieron dominada en un mes. La entrada del enemigo en su territorio llevó al rey Víctor Manuel III a ordenar la detención de Mussolini y su sustitución al frente del gobierno por el mariscal Badoglio, quien abrió negociaciones con los Aliados alcanzando un acuerdo con ellos el 3 de septiembre. Fue el mismo día en que el ejército invasor dio el salto continental y avanzó por Calabria en dirección septentrional sin apenas resistencia.

Esquema gráfico de la campaña de Italia durante la Segunda Guerra Mundial/Imagen: Emanuele Mastangelo en Wikimedia Commons

Hitler trató de frenar aquel inesperado revés rescatando a Mussolini y haciendo que la Wehrmacht asumiera la defensa de Italia organizando la Línea Gustav, una serie de fortificaciones al sureste de Roma que cambiaron el hasta entonces plácido panorama y llevaron a que se desatasen duros combates para superarla. Finalmente, los Aliados lo consiguieron en mayo de 1944 y entraron en la capital, continuando su avance. Así estaban las cosas cuando el 12 de octubre de ese año, fecha elegida deliberadamente por su simbolismo, se fundó el Movimiento Unionista Italiano.

Tres profesionales de lustre fueron sus impulsores. El primero, Corrado Gini, era un prestigioso abogado, sociólogo y economista natural del Véneto que dirigió desde 1925 el ISTAT (Istituto Nazionale di Stadistica), aunque dimitió en 1931 por las injerencias del ejecutivo fascista, lo que permitiría exculparle de su reconocida adhesión al régimen al acabar la guerra. El segundo, Ugo Damiani, nacido en la región del Lazio, también había trabajado en ese organismo. Y el tercero, Santi Paladino, era un periodista calabrés especialista en la obra de Shakespeare (cuya verdadera autoría atribuía al humanista florentino asentado en Inglaterra Michelangelo Florio). La palabra Unionista que figuraba en el nombre del movimiento no hacía referencia a la unidad italiana sino al inaudito objetivo que tenían: solicitar la incorporación del país transalpino a los Estados Unidos de América.

Por sorprendente que pueda parecer, la idea tenía precedentes y además en España siete décadas antes. Durante el gobierno de Pi y Margall, en la efímera Primera República, las Cortes Constituyentes definieron el régimen como federal con quince estados unidos bajo un Código Fundamental. Pero no tuvieron tiempo de aprobar la nueva constitución porque la situación estalló en forma de cantonalismo, una concepción radical del federalismo que, siguiendo la teoría de los pactos sinalagmáticos (soberanía escalonada desde la base hasta el Estado), pretendía plena autonomía para los municipios y bebía también del cada vez más extendido anarquismo bakuninista, muy popular en el país.

Cartagena se convirtió en modelo cantonalista por su poder militar, ya que allí estaba la base de la flota, quedando ésta en manos de un gobierno local gracias a la colaboración de las tripulaciones, cuyo licenciamiento se había retrasado. El regimiento enviado a sofocar la insurrección se les unió y pronto multitud de localidades, sobre todo del arco mediterráneo, siguieron los pasos de Cartagena, que hasta creó su propia bandera. Duramente bombardeada por las fuerzas leales a la República, ahora al mando de Castelar tras la dimisión de Pi y Margall primero y Salmerón después, en noviembre de 1873 el cantón cartagenés amenazó con separarse de España y enarbolar la bandera angloamericana, llegando al esperpéntico extremo de solicitar la adhesión a Estados Unidos como estado federado.

El caso italiano era bastante diferente porque no aspiraba a restar sino a sumar. Al resto del mundo, para ser exactos, ya que lo concebido por aquellos tres utópicos era que Estados Unidos se anexionase todas las naciones del mundo libre (es decir, las democracias occidentales), creando un estado mundial bajo su liderazgo que garantizase una paz definitiva en la Tierra. Y pretendían que Italia diera ese primer paso, lo que quedaba patente en el escudo o logotipo que diseñaron para el partido: un globo terráqueo con las banderas estadounidense e italiana cruzadas y el lema Pace et lavoro (Paz y trabajo) más una cenefa alusiva a los Stati Uniti dil Mondo.

Reparto de escaños en la Asamblea Constituyente nacida de las elecciones de 1946/Imagen: Nick.mon en Wikimedia Commons

El partido se presentó a las elecciones que se celebraron en el país el 2 de junio de 1946, una vez acabada la guerra pero con los soldados Aliados ocupando aún la parte noreste, para elegir una Asamblea Constituyente. Eran los primeros comicios desde la subida al poder de Mussolini en 1922 y los primeros también en que las mujeres tenían derecho al voto en sufragio nacional. Las tres fuerzas principales eran la Democracia Cristiana, el Partido Socialista Italiano y el Partido Comunista Italiano; estos dos últimos gozaban de un vigor especial tras su lucha contra el fascismo. Había más partidos, aunque en la práctica todos tendieron a aglutinarse en sendos bloques, uno monárquico conservador y otro republicano liberal.

Se impuso el segundo, a pesar de que los demócrata-cristianos fueron quienes más votos obtuvieron (207 escaños frente a 115 del PSI y 104 del PCI). El Movimiento Unionista Italiano, que ya se había presentado a unos comicios locales en el sur unos meses antes sin el menor éxito, volvió a fracasar con sólo 71.021 votos que le supusieron un único diputado, el cabeza de lista Ugo Damiani. Tomó posesión de su cargo y participó en la vida parlamentaria defendiendo una ideología de centro-derecha, liberal y federalista, acreditando su declarado americanismo. Sin embargo, lo hacía prácticamente en soledad porque la propuesta no sólo no interesaba a nadie (equivalía al 0,3% de los votos) sino que ni siquiera los propios Estados Unidos la apoyaban.

Así, la realidad terminó por imponerse y en la siguiente convocatoria electoral, celebrada el 18 de abril de 1948 para elegir el primer Parlamento de la República, ya no participó porque dos meses y medio antes, el 31 de enero de 1948, se había disuelto oficialmente el partido.


Fuentes

Partidos, elecciones y sistemas de partidos en Italia y España (Alberto Spreafico)/Corrado Gini. Demografo, statistico, sociologo, docente universitario (Savina Deotto en Dizionario Biografico de Friulani)/El cantón murciano (Antonio Puig Campillo)/L’Italia della Repubblica – 2 giugno 1946 – 18 aprile 1948 (Indro Montanelli y Mario Cervi)/Wikipedia


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