Aunque los británicos nunca conquistaron ni colonizaron Etiopía, en abril de 1868 se desarrolló allí una batalla que puso fin a la llamada Expedición Británica a Abisinia (como se conocía al país por aquel entonces).
Todo empezó en octubre de 1862 cuando el emperador Teodoro II de Etiopía, acosado por las revueltas internas y las amenazas externas, solicitó ayuda militar a la Reina Victoria pidiendo trabajadores cualificados que pudieran enseñar a los etíopes a fabricar armas, a través de una carta entregada al embajador británico.
Pero por cuestiones burocráticas la carta no llegó a la reina hasta un año más tarde. Aun así, fue ignorada.
Teodoro esperó pacientemente una respuesta de la reina, y al cabo de dos años de silencio no se le ocurrió otra cosa que encarcelar al embajador y a todos los británicos residentes en Etiopía, además de a otros ciudadanos europeos.
Una misión diplomática encabezada por Hormuzd Rassam fue enviada con una carta de respuesta de la reina, pero sin los trabajadores solicitados, lo que motivó que también fueran encarcelados.
Entonces en 1868 se organizó la citada expedición, que iba a ser una misión de rescate dirigida por el mariscal Robert Napier al mando de 30.000 efectivos. Los británicos se adentraron en Etiopía desde la India, ayudados sobre el terreno por los opositores al emperador, llegando hasta la llanura frente a la capital Magdala el 10 de abril. Las tropas de Teodoro fueron derrotadas y el bombardeo de la ciudad dio comienzo.
Teodoro liberó a todos los prisioneros occidentales, pero ordenó arrojar por un acantilado a 300 prisioneros etíopes rebeldes. Él mismo, para no ser capturado, se quitó la vida el 13 de abril, cuando las tropas británicas ya irrumpían en la ciudadela. El mariscal Napier permitió entonces a sus hombres saquear la ciudad, incluyendo las iglesias, como medida punitiva.
Los soldados se llevaron multitud de objetos históricos y religiosos, algunos de los cuales terminaron en la Biblioteca Británica y el Museo Británico. Se dice que para poder llevarse todo el botín fueron necesarios 15 elefantes y unas 200 mulas.
Entre los objetos fruto del pillaje había numerosos tabots (palabra etíope que se refiere a las réplicas de las Tablas de la Ley bíblicas). Son objetos cuadrangulares, de entre 15 y 40 centímetros de lado, hechos de alabastro, mármol o madera, que los sacerdotes etíopes utilizan en procesiones rituales. Los llevan sobre la cabeza, pero siempre envueltos en telas, pues no está permitido que nadie los vea.
Algunos, que se conservaban en iglesias británicas, ya fueron devueltos a su país de origen. Pero aun quedan 11 tabots en el Museo Británico. Se guardan en un almacén cuya localización es tan confidencial que ni siquiera la curadora del museo para África, Oceanía y América, Lissant Bolton, ha entrado nunca en él, ni por supuesto ha visto jamás los tabots.
Se cree que cada tabot esta envuelto en tela y colocado en un estante cubierto con terciopelo púrpura. Jamás han sido expuestos al público. Lo que se sabe es que nueve son de madera y dos de piedra, y que probablemente llevan talladas cruces.
En marzo pasado una delegación etíope solicitó al director del Museo Británico su devolución, junto con otros objetos procedentes del saqueo de Magdala. La solución que se baraja es que el Museo Británico conceda un préstamo a largo plazo a Etiopía.
Pero en caso de ponerse de acuerdo sería una situación inusual. Normalmente los objetos que salen en préstamo son examinados por los conservadores del museo, tanto al salir como al ser devueltos.
En este caso, para cumplir con las exigencias etíopes, esto no podría producirse puesto que nadie puede ver los objetos salvo los sacerdotes de la iglesia ortodoxa etíope.
Fuentes
The Art Newspaper / Wikipedia.
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.