Si preguntásemos por una aleación de metales empleada desde los principios de la Historia la respuesta unánime sería, con total seguridad, el bronce. Y, en efecto, esa combinación de cobre y estaño da nombre a todo un período de la Prehistoria, por lo que podríamos considerarla quizá la más importante hasta la aparición de otras. De las aleaciones antiguas, puede que el caso más significativo fuera el electro, que mezclaba oro y plata, gozando de cierto prestigio.
Por supuesto, hubo más aleaciones en aquellos remotos tiempos. Estaban el hepatizon o bronce corintio negro (cobre o bronce aleado con oro y/o plata); el latón (cobre con zinc), el panchaloa indio (hecho de los cinco metales sagrados, oro, plata, cobre, hierro y zinc) o los que combinaban oro con cobre, como por ejemplo el tumbaga de la América prehispana y el shakudō japonés.
Son sólo algunos, pues se podrían citar otros, incluyendo los de composición más incierta, como el oricalco o el thokcha tibetano.
El electro, decíamos, se compone de oro y plata; lo hace en una proporción de cuatro partes del primero y una de la segunda, pero también hay trazas de otros metales como el platino o, sobre todo, cobre. Eso se debe a que no se trata de una aleación artificial sino natural, aunque también puede fabricarse, en cuyo caso cambian un poco los porcentajes compositivos reduciéndose el oro. ¿Cuánto? Dependía del lugar. El análisis químico de monedas de Focea revela que tenían un 55% pero en Lidia podía ser aún más bajo, entre ese 55 y un 45%; en cambio, en Anatolia había electro con una cantidad aurífera entre el 70 y el 90%.
Como se ve, nos remontamos a la antigüedad griega y, de hecho, el electro aparece citado en La Odisea y en el Libro de Ezequiel. Ahora bien, el poema de Homero está datado entre los siglos VIII y VII a.C., y el del profeta hebreo uno después.
Hay fuentes aún más antiguas: el primer relato documentado de la expedición que el faraón Sahure envió al país de Punt en el siglo XXV a.C. cuenta que de allí se trajeron cantidades importantes de mirra, malaquita y electro. Asimismo, sabemos que esa aleación se usaba para recubrir el piramidión, es decir, la cúspide de los obeliscos y pirámides, haciéndolo brillar porque allí era donde se unían cielo y tierra y, por tanto, donde se posaba el disco solar que representaba a Ra.
Claro que tenía otros usos menos metafóricos -vasos, herramientas- y el más evidente fue la acuñación de moneda. De hecho, las primeras monedas metálicas se hicieron con electro. Se encontraron en el Templo de Artemisa, en Éfeso, y están datadas entre los años 625-600 a.C., durante el reinado de Aliates, cuarto monarca de la dinastía Mermnada, aunque algunos historiadores se remontan más atrás cronológicamente, al período del rey Giges, el fundador de dicha dinastía.
Aliates fue quien dotó de esplendor a Lidia, gracias a la importante acuñación de moneda favorecida por abundancia de oro en el río Pactolo, que originó el mito del rey Midas. Las monedas de Aliates suelen llevar estampada una cabeza de león, el símbolo de la dinastía, y fueron las primeras en estandarizar su peso, de modo que un estátero de electro (de ahí viene la palabra; stater=peso) equivalía a 168 granos de trigo.
El estátero fue la medida monetaria habitual en el mundo helénico y, por extensión, en todo el mediterráneo hasta que los romanos introdujeron el denario. También se acuñaban estáteros de oro, si bien de forma muy localizada y se empleaban como unidad contable más que como moneda.
No obstante, el electro tendió a imponerse sobre el oro en las monedas porque era más duro y, por tanto, presentaba mayor resistencia en el tiempo y, por otra parte, en aquellos primeros compases numismáticos la técnica de refinar el oro se centraba sólo en sitios concretos.
Además, se extraía en abundancia de los yacimientos del monte lidio Tmolo y de los depósitos aluviales del río Pactolo . Sin embargo, el problema del electro (al menos del natural) estaba en la imposibilidad de saber con exactitud qué porcentaje de oro tenía, lo que volvía difícil la valoración de la moneda y repercutía negativamente en el comercio.
La solución fue introducir el kroisos, un estátero de oro o plata puro, sin aleaciones y fácil de valorar. También fue Lidia el lugar de su aparición pero ahora durante el reinado de Creso, hijo de Aliates y último rey de la citada dinastía Mermnada. Este monarca se adueñó de todas las polis griegas de Asia Menor y creó un imperio efímero (catorce años) pero muy próspero, hasta el punto de que la palabra creso es sinónimo hoy de rico.
Los kroiseoi pesaban unos 10,7 gramos, si bien con el tiempo tendieron a reducir ese peso a 8,1 gramos con el objetivo de eliminar de circulación los devaluados electros, aunque éstos continuaron en el mercado de facto hasta la segunda mitad del siglo IV a.C.
Tras su conquista de Lidia, los Aqueménidas continuaron acuñando kroiseoi en Sardes hasta que en el año 515 a.C. Darío I los sustituyó por los dáricos, que también podían ser de oro o plata pero con un peso de 8,4 gramos.
Los griegos llamaban electro al ámbar, así que la denominación que empleaban para referirse a ese metal era oro blanco, seguramente porque a menudo -no siempre, dependía de la proporción argentífera que llevara- presentaba un brillo menos intenso que el oro normal.
Actualmente, el término oro blanco se usa para designar una aleación de oro con algún metal tipo níquel, manganeso o paladio que suele aplicarse en joyería en vez del platino por resultar más barato que éste.
El oro blanco pasaba a ser a oro verde si se trataba de electro artificial. Curiosamente, el oro verde tuvo un uso muy particular hasta hace relativamente poco, una décadas: era la aleación con que se fabricaban las medallas de los Premios Nobel, a las que posteriormente se les proporcionaba un chapado en oro dorado.
Fuentes
Historia del dinero (Jonathan Williams y Catherine Eagleton) / Coins, bodies,games, and gold. The politics of meaning in Archaic Greece (Leslie Kurke) / New archaic coin finds at Sardis (Nicholas Cahill y John H. Kroll) / Héroes viajeros. Los griegos y sus mitos (Robin Lane Fox) / Money and monetary policy in Early Times (A. R. Burns) / Metrological Notes on the ancient electrum coins struck between the Lelantian Wars and the accesion of Darius (Barclay Vincent Head) / The Oxford Handbook of Greek and Roman Coinage (William E. Metcalf) /Wikipedia
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