La ciudadela de Amán, la capital jordana, es una de las ciudades más antiguas del mundo habitada sin interrupción, al menos desde cerca del 7000 a.C. Hacia el año 1200 a.C. se llamaba ya Rabbat-Amón (de donde deriva su nombre actual), ciudad principal de los amonitas, una tribu semita de la que existen abundantes referencias en fuentes asirias y en la Biblia, enfrentados muy a menudo en guerras con los israelitas.

Ocupada por asirios, babilonios y persas, fue luego conquistada por los griegos en 331 a.C., que la renombraron Filadelfia. Tres siglos más tarde, en 30 a.C., llegaron los romanos.

Y en 661 d.C. pasó a dominio musulmán. Por ello, la ciudadela atesora monumentos y elementos arquitectónicos de prácticamente todas estas épocas.

Gran Templo romano de Amán / foto nayef hammouri – Shutterstock

Los más destacados son el templo de Hércules, levantado por los romanos en el siglo II d.C., una iglesia bizantina, y el palacio Omeya, probablemente construido sobre un antiguo edificio bizantino en la primera mitad del siglo VIII d.C.

Las excavaciones en la ciudadela comenzaron ya en la década de 1920, llegando a sacar a la luz restos de ocupación desde la Edad del Bronce, inscripciones fenicias, tumbas, murallas y otros elementos.

Restos de la iglesia bizantina / foto Maurizio De Mattei – Shutterstock

En la segunda mitad de la década de 1990 el gobierno jordano llevó a cabo un programa de restauración y conservación de la zona, donde hoy se ubica el Museo Arqueológico de Jordania.

Como decíamos antes, la estructura romana más importante de la ciudadela es el Templo de Hércules o Gran Templo de Amán (a los pies de la ciudadela encontramos otras estructuras como el teatro o el odeón).

Fue construido entre 162 y 166 d.C., según una inscripción en el arquitrabe del pórtico, siendo gobernador de la provincia Geminio Marciano y emperador Marco Aurelio. La dedicación a Hércules se deduce del gran número de monedas con su efigie halladas en la ciudad.

El palacio Omeya / foto Maurizio De Mattei – Shutterstock

Sus dimensiones originales, de 43 por 27 metros, lo convertían en mayor que cualquier templo de la propia Roma. El pórtico tenía 6 columnas de unos 13,5 metros de altura, pero dado que no se han hallado restos de más los arqueólogos suponen que el edificio nunca llegó a terminarse, y fue parcialmente desmantelado para aprovechar el mármol en la cercana iglesia bizantina durante la Edad Media.

A ello se sumó que un terremoto en el año 749 hizo colapsar el techo y derribó buena parte de las columnas (re-erigidas en 1993).

En primer término la mano de Hércules, al fondo el codo / foto Huey Min – Shutterstock

Quizá fue también el terremoto el que destruyó una estatua de Hércules que se alzaba junto al templo (aunque lo más probable es que fuera hecha añicos antes por ser una imagen pagana). No era precisamente pequeña, ya que tenía una altura de entre 9 y 12 metros.

Todo lo que queda de la estatua son un codo y un fragmento de mano con tres dedos, que yacen junto al templo en sendos bloques desgajados, para asombro de visitantes y curiosos.

Pero, ¿qué fue del resto de la estatua? Los habitantes de la ciudad suelen decir que el resto de Hércules está repartido por Amán, convertido en mostradores y encimeras. Y posiblemente no estén muy equivocados.

Otra vista de la mano de Hércules / foto Dmitry Chulov – Shutterstock

Si esos restos pertenecieron ciertamente a una escultura de Hércules que se alzaba en la ciudadela en tiempos romanos, podemos compararla con algunas otras estatuas famosas, para hacernos una idea de su tamaño: habría sido unos 18 metros más baja que el Coloso de Rodas y el Cristo Redentor de Río de Janeiro, 24 metros más baja que el Coloso de Nerón en Roma, y 34 metros más baja que la Estatua de la Libertad. Aun así, debió ser impresionante.


Fuentes

M. Najjar, Amman Citadel Temple of Hercules Excavations Preliminary Report. Syria T.70, Fasc. 1/2 (1993), pp. 220–225 / Office of King Hussein I / A little adrift / Wikipedia.


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