Si hablamos del Gran Canal, inevitablemente la mente nos lleva a Venecia, a ese gran brazo de agua de cuatro kilómetros de longitud que vertebra la ciudad dividiéndola en dos mitades y cuyas aguas surcan decenas de góndolas y vaporettos. Sin embargo, no sólo no es el único del mundo sino que hay otro de idéntico nombre que empequeñece al veneciano hasta la miniatura.
Se trata del Gran Canal de China, que lo supera ampliamente en medidas -unos 1.800 kilómetros- y antigüedad -26 siglos-, por el que viajaron ilustres aventureros como Marco Polo, Ibn Battuta y Mateo Ricci.
Los inicios de su construcción fueron una combinación de estrategia comercial y militar. Mandó hacerlo el rey Fuchai, del estado de Wu (en el período conocido como las Primaveras y Otoños), cuando en el año 486 a.C. se dispuso a invadir el estado de Qi, su vecino septentrional, y quiso asegurarse una buena vía de suministros.
Aprovechando canales previos menores, lagos y diversos cursos fluviales, dejó conectados los ríos Yangtsé y Huai en tres años, sentando la base de lo que sería el Gran Canal.
En realidad, la idea de Fuchai no era nueva, pues ya antes hubo otro canal de considerables dimensiones, el Hong Gou, que era dos siglos anterior y enlazaba el Río Amarillo con el Si y el Bian, constituyendo probablemente el modelo para el nuevo, que se llamó Han Gou.
Ahora bien, al cabo de un milenio la apertura de un nuevo canal se volvió un imperativo, pues la acumulación de sedimentos en el fondo del Hong Gou había rebajado tanto la profundidad que impedía la navegación, amenazando el comercio y, por tanto, la economía del Valle del río Amarillo.
Por tanto, se ordenó abrir otro paralelo, durante el mandato de la dinastía Sui. Yuwen Kai fue el ingeniero y se emplearon en torno a 5 millones de trabajadores de ambos sexos, que no se limitaron a dragar y excavar sino que además hicieron un camino litoral para mensajeros, plantaron una interminable fila de árboles y dotaron a la infraestructura de una serie de esclusas para prevenir las crecidas.
Las obras se terminaron entre los años 604 y 609, gobernando el emperador Yang, el mismo que ordenó restaurar la Gran Muralla, cumpliéndose los objetivos de abastecer de cereal a la zona norte, avituallar a las tropas acantonadas allí e integrar culturalmente ambas regiones.
Pero la cosa siguió ampliándose. Yang mandó construir también varios canales complementarios que permitieron conectar el río Amarillo con el Yangtsé, el Qiantang, el Huai, el Wuei y el Hai. En realidad se trataba de una cadena de canales y, de hecho, administrativamente cada uno tenía su propio nombre: Tongji, Yongji…
Yang utilizó el canal para mover la flota de invasión a la actual Corea del Norte durante la Guerra Goguryeo-Sui, un episodio más de la campaña de unificación que llevaba a cabo en China. Debió ser un espectáculo ver cientos de barcos descendiendo por el río pero una adversa meteorología sembró el desastre entre sus fuerzas, desatando una mortífera epidemia de malaria que les hizo perder la contienda y provocó la caída de la dinastía. Fue sucedida por la Tang, que estableció su capital en Chang’an pero para entonces el gran enclave urbano era Yangzhou, gracias al impulso económico que le otorgó el canal.
Los Tang incorporaron una flotilla de barcazas fluviales de carga cuyo cometido era garantizar el envío de grano al norte; estaban construidas de manera que pudieran navegar por las diferentes profundidades del canal y para evitar los excesivamente frecuentes episodios de naufragios o robos, se instauró el sistema de doble compuerta en las esclusas y se levantaron hangares atechados, de modo que las embarcaciones pudieran esperar a salvo y vigiladas.
Es más, todas las dinastías tomaron conciencia de la necesidad de realizar trabajos periódicos de mantenimiento para que éste se hallara siempre operativo, dada la importancia que había adquirido para la economía del valle. Así quedaba de manifiesto en el desarrollo experimentado por otras urbes, caso de Kaifeng (que llegaría a ser la capital de los Song), Guanzhou y Quanzhou. Que el Gran Canal quedara fuera de servicio por alguna causa podía significar una catástrofe, a no ser que la alternativa supusiera una mayor.
Fue lo que ocurrió en el siglo XII, cuando los chinos tuvieron que romper los diques para tratar de frenar la invasión de los yurchen, el pueblo tungúi que más tarde sería conocido como manchú. No lo consiguieron y los yurchen se adueñaron de la parte septentrional de China, instaurando su propia dinastía, la Jin, que gobernaría hasta 1234. Ese año fueron derrocados por los mongoles, que a su vez crearon la dinastía Yuan. Fue ésta la que acometió la reparación del canal y lo extendió hasta su longitud máxima, 1.800 kilómetros, para conectar Hangzhou con la nueva capital, Pekín.
No obstante, al desplazarse el centro del poder, el canal fue perdiendo importancia y su uso decayó. Hubo que esperar un siglo para que los Ming lo recuperasen. Durante el gobierno del emperador Yangle no sólo se le devolvió su antiguo esplendor sino que se amplió añadiéndole cuatro canales auxiliares en Shandong, con sus esclusas y diques, que ayudaban a regular el caudal e hicieron florecer a muchas localidades; la Ciudad Prohibida misma se construyó con materiales transportados por vía fluvial.
Según textos de la época, en el siglo XV casi 12.000 barcazas surcaban el Gran Canal transportando cereal, operadas por más de 120.000 hombres. Además, había estaciones de mensajería cada 30 o 40 kilómetros.
La dinastía Ming cayó a principios del siglo XVII, desplazada por la Qing. Al igual que todos su predecesores, los nuevos emperadores supieron ver la conveniencia de mantener adecuadamente el Gran Canal y así lo hicieron hasta que la Naturaleza se rebeló.
Fue entre 1851 y 1855, cuando, tal como habían advertido algunos sabios siglos atrás, una serie de desbordamientos sucesivos del río Amarillo le hicieron cambiar su curso y llevarse por delante buena parte de la estructura, arrastrando diques y pueblos enteros. Lo cierto es que ya había pasado antes pero aquella vez fue especialmente grave y se calcula que perecieron unas 200.000 personas en una sola noche.
A esos terribles efectos inmediatos se unieron luego otros a medio y largo plazo, pues el canal quedó cortado en dos, interrumpiéndose el envío de grano y provocando hambrunas que acentuaron las rebeliones Nian y Taipingcontra los Qing. Y como el río no entendía de sentimientos, todavía repetiría su implacable comportamiento en 1887 (cuando las estimaciones apuntan hasta 2 millones de víctimas) y 1931 (en que los muertos pudieron alcanzar los 4 millones, en lo que se considera el peor desastre natural de la Historia).
En cualquier caso, los daños de 1855 fueron tan grandes que el Gran Canal quedo semiabandonado durante un siglo, hasta que el gobierno de la recién nacida República Popular China ordenó restaurarlo en la medida de lo posible para estimular la economía de las regiones que atravesaba. El Gran Canal recuperó, pues, su actividad y desde 1949 se ha superado el centenar de millones de toneladas; ya no es grano sólo lo que circula por él sino materiales varios como carbón, arena, ladrillos, gasóleo…..
Tanto así que en la década de los noventa su nivel de contaminación llegó a ser alarmante, con las aguas de color oscuro y un hedor emanante que obligó a tomar medidas. Tras una inversión millonaria, se paliaron un poco esos problemas hasta el punto de que volvió a haber fauna en el río Amarillo. La inclusión de la parte histórica de la infraestructura en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 2014 fue otro paso adelante.
Lo que ya no está claro es si otro inaugurado en 2012, la colosal Presa de las Tres Gargantas (185 metros de altura por 2.335 de longitud y una capacidad total de 39.300 hectómetros cúbicos), es un paso hacia delante o hacia atrás. Hay argumentos para defender lo primero, ya que su planta hidroeléctrica produce 22.500 MW, suficiente para abastecer el 3% de la energía de China, y se supone que pone fin a las inundaciones que cada año afectaban a 15 millones de personas.
Pero también se puede objetar lo segundo, pues por hacer la presa han quedado sumergidos 632 kilómetros cuadrados, incluyendo 19 ciudades y 322 pueblos, provocando además graves daños ecológicos. Cosas de un país donde todo resulta desorbitado para bien o para mal.
Fuentes
El Gran Canal. La China del agua (Pedro Ceinos Arcones) / Science and Civilisation in China (John Needham) / Le Canal Imperial. Etude historique et descriptive (P. Domin Gandar) / Marco Polo description’s of China (Facts and Details) /Wikipedia
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