Posiblemente a muchos lectores les guste el ajedrez y quizá hasta sean buenos jugando. Lo que ya no es tan probable es que hayan oído hablar alguna vez del gambito Humphrey Bogart. El gambito es una jugada en la que se sacrifica una pieza -normalmente un simple peón- al comienzo de la partida con fines estratégicos. Pero la razón de que se haya puesto el nombre del famoso actor a un tipo de gambito (aunque tiene también otras denominaciones como Bronstein, Tim Krabbé o Gibbins-Weidenhagen) no es por la naturaleza de dicha jugada sino por algo que asombrará a más de uno: su creador fue el propio Bogart, que era un consumado ajedrecista.
Humphrey Bogart ha pasado a la historia por sus papeles como tipo duro, ya sea como detective, como gánster, como aventurero o como militar, casi siempre con cierto tono cínico y descreído. Al margen de su indiscutible estrellato, también caló su imagen cliché; sombrero de fieltro, cigarrillo en los labios y vaso de whisky en la mano.
Esto último trascendía la ficción y sabemos que era un más que notable bebedor, hasta el punto de que hay toda una serie de frases y anécdotas al respecto, de la que la más célebre acaso sea la de que él y John Huston fueron los únicos miembros del equipo de La Reina de África que no enfermaron durante el rodaje en Uganda porque no probaban el agua.

Pero, al lado de esa actitud que a priori parecería caracterizar a alguien más bien simple, hay un aspecto de él que no resulta tan conocido y desmiente tal simpleza: su afición al ajedrez, para el que tenía una extraordinaria habilidad rayana en la maestría. Y si el alcohol le sirvió para el día a día de su vida, el juego del tablero fue aún más importante porque durante mucho tiempo sobrevivió gracias a él, antes de alcanzar el éxito.
Humphrey DeForest Bogart nació en Nueva York en 1899. No tenía precisamente problemas económicos, pues su padre era cirujano y su madre ilustradora, pero ya desde su juventud mostró cierta actitud rebelde que le llevó a ser expulsado del colegio primero y de la Phillips School (donde se preparaba para ingresar en la Universidad de Yale y estudiar medicina). Al estallar la Primera Guerra Mundial se alistó en la Marina y fue una batalla en alta mar contra un submarino alemán la que moldeó algunos de sus rasgos característicos, como el labio partido y una peculiar dicción, fruto de una astilla que le hirió en la boca tras la explosión de un torpedo.
Paradójicamente esos rasgos que le darían fama más tarde fueron un obstáculo al principio de su carrera en Broadway, donde, tras dejar atrás una efímera etapa como contable en una productora, quedaba muy lejos del prototipo de galán y tenía que contentarse con pequeños papeles intrascendentes. Esa difícil etapa duró toda la década de los veinte y la primera mitad de los treinta. Aproximadamente una quincena de años en los que Bogart encontró una insólita forma de completar sus exiguas ganancias: apostar en partidas de ajedrez.
No en las ajenas sino en las que él mismo jugaba retando a los contrarios. Lo hacía por los bares y en plazas y parques, donde los aficionados se sentaban en los bancos con sus tableros para compartir juegos. No es que el actor se jugase mucho dinero, ya que no era lo propio, unos diez centavos cada vez, pero si jugaba varias partidas diarias durante todo un mes podía sacar un buen complemento para apuntalar su limitada economía. Al menos en teoría, puesto que solía gastarse las ganancias esa misma noche. En alcohol, claro.
Porque Bogart no sólo jugaba sino que, además, solía ganar, ya que la suya no era una afición improvisada. Se cree que fue su padre quien le inició en el ajedrez durante los veranos que pasaban en Canandaigua Lake, cerca de Rochester, Nueva York, tomando contacto luego con los clubes ajedrecistas neoyorquinos. Así, habría ido adquiriendo práctica y a mediados de los años veinte ya había alcanzado un buen nivel, algo que, como vemos, le vino muy bien y mucho más a partir de 1929, cuando el crack de la Bolsa sumió al país en la Gran Depresión.
Para entonces, Bogart ya se había casado dos veces, en 1926 con Helen Menken -se divorciaron en menos de un año- y en 1928 con Mary Philips. En 1930 se lió la manta a la cabeza y se fue a Hollywood pero no tuvo suerte y estuvo más tiempo ante los tableros de ajedrez que en los platós, así que regresó a su ciudad y como no encontraba empleo siguió sacando unos cuartos con las partidas. La mala fortuna empezó a cambiar en 1936, cuando Leslie Howard exigió a la Warner que le dieran un papel en El bosque petrificado y la película fue un éxito.

Desde entonces, Bogart empezó a encadenar filmes importantes, muchos con John Huston, y se convirtió por fin en una estrella: El último refugio, El Halcón Maltés, Casablanca, Tener y no tener, El sueño eterno, La senda tenebrosa, El tesoro de Sierra Madre, Cayo Largo… Se divorció de Mary en 1937 para casarse al año siguiente con Mayo Melthot y ya no tuvo necesidad de ir apostando sus diez centavos por los parques, si bien no por ello abandonó la práctica del ajedrez. Buena prueba de ello es Casablanca.
Dirigida por Michael Curtiz en 1942, ganó el Óscar y fue un éxito inesperado porque se hizo con bastante improvisación, hasta el punto de que Curtiz y los guionistas escribían por las noches, al acabar cada jornada de rodaje, el guión y los diálogos del día siguiente, desesperando a los actores, que no sabían cómo encarar a sus personajes. Lo que nos interesa aquí es que en la película hay una curiosa escena de ajedrez en la que Rick, el protagonista, juega en solitario. Al parecer se introdujo por idea suya, como forma de homenajear al juego que tanto le había ayudado, ya que muestra una apertura francesa que era su favorita. De hecho, Rick tenía bastante de Bogart porque también trasegaba alcohol a base de bien y cuando el mayor Strasser le pregunta su nacionalidad él responde: Soy bebedor.

El ajedrez aparece varias veces en Casablanca y el propio Bogart jugaba partidas por correspondencia en los descansos, unas con heridos de guerra que estaban hospitalizados, otras con jugadores extranjeros; estas últimas tuvo que interrumpirlas porque se lo prohibió el FBI, pues al fin y al cabo estaban en plena Segunda Guerra Mundial y los agentes recelaban de aquellos códigos cifrados que inicialmente no supieron interpretar y luego prefirieron proscribir para evitar que se pudieran aprovechar para enmascarar mensajes encriptados.
En 1945, a la par que terminaba la contienda, el actor se volvió a divorciar para contraer terceras nupcias con su partenaire femenina en Tener y no tener, Lauren Bacall, que también era ajedrecista aficionada y eso debió ser un factor más para salvar la diferencia de edad (él tenía cuarenta y cinco años y ella veinte). Por si quedaban dudas, ambos fueron portada ese mismo año de la revista Chess Review, en la que él repetiría alguna que otra vez, mientras se involucraba abiertamente en la promoción de ese deporte organizando torneos para las federaciones californiana y nacional, así como patrocinaba el Congreso Panamericano de Ajedrez de Los Ángeles 1945.
Y es que en una entrevista, a la pregunta de qué cosas le importaban más respondió que el ajedrez estaba entre ellas junto a la familia, el cine y la navegación, confirmando además que siempre jugaba en las pausas de rodaje. Era buen amigo del maestro internacional Herman Steiner, con quien solía reunirse para disputar partidas en su mesa reservada del célebre restaurante de Michael Romanoff, en Beverly Hills. Una vez perdió cien dólares en una partida con éste -que era un experto- y luego se tomó la revancha con otra vía telefónica que ganó en veinte movimientos… pero ayudado por Steiner. Hubo muchas historias así, como aquella otra en la que perdió una partida ante el campeón belga George Koltanowski en cuarenta y un movimientos, a pesar de que éste jugó con los ojos vendados; jugar a ciegas ya lo habían intentado infructuosamente él mismo y su amigo, el actor Theodre Bikel, en una reunión casera en la que terminaron desistiendo.
Hablábamos antes de La Reina de África, rodada en Uganda y el Congo en 1951. Mientras Bogart repartía sus aficiones (ajedrez con Katharine Hepburn y borracheras con John Huston), conoció a un médico belga llamado Paul Limbos al que visitaba a diario porque era un excelente ajedrecista. Tanto que unos años después sería campeón de Bélgica tres veces y participaría en dos Olimpíadas, llegando al nivel semi-profesional. No resulta extraño que el actor, que apostaba un dólar por partida, perdiera dinero; aunque la satisfacción que obtenía a cambio le compensaba, por supuesto.
En 1956, Bogart firmó su máximo nivel ajedrecístico logrando tablas contra el maestro polaco Samuel Reshevsky (legendario rival de Bobby Fischer) en una simultánea de Los Ángeles. Su carrera cinematográfica terminó prematura y trágicamente en 1957, cuando un cáncer de garganta le mató mientras dormía, pesando sólo treinta y seis kilos en el momento del óbito (el citado Romanoff fue uno de los que llevaron a hombros el ataúd). Como legado dejaba setenta y cinco películas, muchas inolvidables, pero también el registro del desarrollo de varias de sus partidas de ajedrez y el gambito que lleva su nombre.
Fuentes
Humphrey Bogart and chess (Billwall en Chess) / Humphrey Bogart y el ajedrez (Javier Cordero Fernández en Ajedrez de Ataque) / Le gambit Humphrey Bogart (Dany Sénéchaud en MJAE) /Faulkner’s gambit. Chess and literature (Michael Wainwright)
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