Quizá no les suene porque no es una de las películas clásicas que se nos vienen a la mente cuando hablamos del género bélico. Pero quien haya visto Hell to eternity seguramente habrá pensado que su argumento no era más que una fantasía más sobre las hazañas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial: ¿un soldado que captura él solo a más de un millar de japoneses? Suena exagerado, ciertamente. Sin embargo, está basado en un inaudito hecho real que protagonizó en Saipán un marine de origen hispano llamado Guy Gabaldon.
En el film es interpretado por Jeffrey Hunter (célebre por su papel como el acompañante de su tío Ethan Edwards, o sea John Wayne, en Centauros del desierto y, sobre todo, por encarnar a Jesucristo en Rey de reyes); ciertamente, se le parecía. El director, Phil Karlson, un artesano que nunca destacó especialmente, siempre se mostró orgulloso de Hell to eternity porque quería contar la historia de los nisei, los ciudadanos estadounidenses de ascendencia japonesa que durante la contienda fueron recluidos en campos de concentración para prevenir una quinta columna; ese episodio lo tratamos ya en un artículo.
Karlson lo consiguió sólo a medias debido a que la productora prefirió centrar la trama en la etapa militar del protagonista. El tema de los nisei no era gratuito. Gabaldon había nacido en 1926 en Los Ángeles, una ciudad multiétnica donde residían muchos de ellos, al igual que también había bastantes hispanos. De hecho, él era hijo de unos emigrantes mexicanos, gente muy humilde que se dedicaba a un oficio extinto hoy, limpiabotas, y que debía mantener además a otros seis hermanos. No obstante, Gabaldon tuvo una segunda familia que le adoptó antes de la pubertad tras fallecer sus padres en un breve lapso de tiempo: los Nakano. Como se puede deducir por el apellido, se trataba de nisei.
Su hijo Tsutomo era sólo un año mayor que Guy y habían entablado amistad cuando formaban parte de una pandilla callejera denominada Moe Gang, fruto de aquella libertad extra-doméstica despreocupada que se daba a los niños en otros tiempos. Tsutomo se convertiría en actor adoptando el nombre de Lane Nakano y sería quien mediase para llevar al cine la aventura de su amigo. Pero, sobre todo, gracias a los Nakano, Guy no sólo aprendió todo lo referente a la cultura y el modo de vida japonés sino también su idioma. En aquel momento no debió imaginar lo útil que le resultarían en el futuro esos conocimientos. Tampoco que los buenos tiempos se acababan porque ya se cernía sobre el mundo la negra sombra de la guerra.
Estalló en septiembre de 1939 pero EEUU no entró oficialmente en el conflicto hasta la declaración que hizo el presidente Roosevelt a la nación el 8 de diciembre de 1941, tras el ataque sufrido por su base dePearl Harbor. Dos meses y medio después, el Departamento de Guerra ordenaba la reclusión de los cerca de 120.000 nisei que había en el país, repartiéndolos por decenas de campos que tachonaban la costa oeste fundamentalmente. La operación, que quedó concluida en sólo dos semanas, tenía claros tintes racistas y revanchistas, puesto que otros inmigrantes susceptibles de sospecha, como alemanes e italianos, no tuvieron que pasar por lo mismo.
Junto a unos 11.000 nisei más, los Nakano fueron internados en el Heart Mountain Recolocation Center de Wyoming y Guy Gabaldon, que entonces tenía dieciséis años, tuvo que buscarse la vida trabajando en una fabrica conservera de Alaska. Permaneció allí hasta marzo de 1943, en que alcanzó edad suficiente para alistarse en los Marines, siendo entrenado en la recién creada base de Camp Pendleton, San Diego (California). Dada su experiencia con los nisei, le enviaron a completar su formación en la Enlisted Marine Japanese Language School y finalmente fue destinado a la Headquarters and Service Company del 2º Regimiento, adscrito a la 2ª División de Marines, como explorador y observador.
Para entonces, la marcha de la guerra había cambiado. La imparable expansión japonesa por el Pacífico, que había ido deglutiendo Filipinas, Tailandia, Malasia, Singapur, Borneo, Birmania, Indias Orientales Holandesas, Hong Kong y parte de China, fue detenida en la primavera-verano de 1942 en dos grandes batallas decisivas, las del Mar del Coral y Midway, a partir de las cuales Japón fue debilitándose progresivamente y EEUU pasó al contraataque.
Quedó patente ese mes de agosto con la conquista de Guadalcanal, en la que el enorme número de bajas disuadió a los estadounidenses de intentar una invasión inmediata del archipiélago nipón. Se consideró necesaria una fase previa de bombardeos intensos que demolieran tanto las defensas como el indomable espíritu de lucha del enemigo, y para ello hacía falta construir una red de aeródromos insulares en el entorno.
Uno de ellos debía situarse en Saipán, la más grande de las Islas Marianas después de Guam, y estaría destinado a acoger a los nuevos y flamantes bombarderos pesados B-29 Superfortress, el mismo tipo de avión que luego arrojaría las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. La toma de Saipán no iba a resultar fácil porque los japoneses la consideraban parte de su última línea de defensa y la guarnecieron acorde a tal condición con numerosas baterías costeras, fortificaciones subterráneas y cerca de treinta mil soldados.
Efectivamente, las tropas de marines e infantería que desembarcaron en sus playas el 15 de junio de 1944 se encontraron con una tenaz resistencia, cuya superación llevó tres semanas de combates más el coste humano de 2.462 muertos y 10.364 heridos, debido a la orden del alto mando japonés de que por cada soldado caído había que matar siete enemigos.
No obstante, las cifras de bajas japonesas fueron espeluznantes porque, siguiendo su costumbre de no rendirse, prácticamente cayó la totalidad de defensores, a los que hubo que sumar otros 20.000 civiles. Únicamente se salvaron 931 soldados que fueron hechos prisioneros y en ello tuvo una responsabilidad enorme Guy Gabaldon, impresionado con aquella matanza.
Y es que su 2ª División de Marines fue, junto a la 4ª, la encargada de conquistar Saipán. Ahora bien, Guy trabajaba un tanto por su cuenta y él mismo contó que la primera noche en la isla decidió salir a explorar y regresó con dos prisioneros. A la siguiente repitió también con éxito, ignorando las amenazas de sus superiores de procesarlo si volvía a abandonar las líneas sin permiso; allí se trabajaba en equipo, le dijeron. Pero es que cuando llevó a cabo una tercera salida y apareció con medio centenar de nipones brazos en alto, no hubo más remedio que reconocer que los marines habían dado con una nueva e insólita arma, humana e incruenta, que podía ahorrarles perder más gente.
Gabaldon se beneficiaba de su manejo del idioma japonés para acercarse a las posiciones del adversario y convencerle de que se entregase, prometiéndole buen trato. Más aún, a uno lo dejó retornar para que comunicase a su oficial una oferta de capitulación en condiciones dignas. Para sorpresa de todos, el oficial se presentó poco después y aceptó el trato, rindiéndose con toda la guarnición, cientos de soldados y civiles demacrados marchando en fila que le hicieron ganarse a Gabaldon el apodo de Flautista de Saipán.
La pérdida de la isla fue un duro golpe para el primer ministro Hideki Tōjō, que presentó la dimisión junto a todo su gobierno, siendo sustituido por el anciano general Kuniaki Koiso, porque los norteamericanos disponían ahora de una base aérea a menos de 2.100 kilómetros de Japón desde la que sus aviones podían atacar el país con facilidad.
Mientras, Gabaldon pasó a la vecina isla de Tinian, seis kilómetros al sur, donde se libró otra batalla entre el 24 de julio y el 1 de agosto. Como en Saipán y otros sitios, los defensores se escondían durante el día para combatir de noche y paliar así su desventaja material y armamentística. Gabaldon siguió haciendo prisioneros allí con su personal técnica, si bien la mayoría de los nipones no se rindió hasta acabar la guerra (el último incluso se hizo esperar hasta 1953).
De hecho, también en Saipán quedaban resistentes aislados y fue uno de ellos el que disparó una ráfaga de ametralladora contra el marine cuando éste había vuelto a la isla para tratar de convencerlos. Herido de gravedad, fue evacuado y se perdió el resto de la contienda. Le dieron de baja con honores y su comandante le propuso para la Medalla de Honor, máxima condecoración del Ejército de EEUU (que entrega personalmente el presidente en nombre del Congreso). Incomprensiblemente, no se la concedieron, a pesar de que el legendario sargento Alvin York la había ganado en la Primera Guerra Mundial por capturar diez veces menos prisioneros que Gabaldon.
Según una investigación posterior de los servicios de inteligencia, el marine capturó cerca de millar y medio de adversarios; entre ellos no había únicamente militares sino también civiles pero no dejaba de ser una cifra asombrosa. De todas formas, Gabaldon no se fue con las manos vacías porque sí le condecoraron con la Estrella de Plata, que se entrega por el valor heroico mostrado ante el enemigo. En 1960, se la sustituyeron por la Cruz de la Armada, de mayor rango, después de que su historia se difundiera públicamente en un célebre programa de televisión, This is your life.
Esa súbita popularidad fue la que materializó la idea de la película reseñada antes, rodada ese mismo año, para la que se contrató a dos actores muy de moda, David Janssen y el mencionado Jeffrey Hunter. Incluso le sirvió a Guy de trampolín para presentarse candidato al Congreso por el Partido Republicano en 1964, aunque sin éxito.
Como curiosidad, cabe decir que su segunda esposa, con la que tuvo seis hijos y tres hijas, era nisei. Junto a ella vivió dos décadas en Saipán, aunque falleció en Florida en 2006, siendo enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington. Un mes antes, el Ayuntamiento de Los Ángeles había enviado una solicitud a la Casa Blanca para que se le cambiase la Medalla de la Armada por la de Honor.
Fuentes
Latino Americanos. El legado de 500 años que dio forma a una nación (Ray Suárez)/Valor of Many Stripes: Remarkable Americans in World War II (Scott Baron)/A treasury of foolishly forgotten americans. Pirates, skinflints, patriots and other colourful characters stuck in the footnotes of History (Muchael Farquhar)/Thirteen soldiers. A personal history of americans at war (John McCain y Mark Salter)/Pain and purpose in the Pacific. True reports of war (Richard Carl Bright)/Breve historia de la Segunda Guerra Mundial (Jesús Hernández)/Wikipedia
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