Hemos entrado en el año en que se conmemora el inicio de la expedición -el 10 de agosto- que circunnavegó el globo por primera vez. Todos conocemos los nombres de varios de sus protagonistas y, si no, deberíamos, aunque a lo largo de los próximos meses probablemente nos iremos familiarizando con ellos: Magallanes, Elcano, Pigafetta, Carlos I…
Por eso aquí vamos a tratar hoy uno que a buen seguro no suscitará tanta atención, pero cuya participación casual en esa aventura tuvo una incidencia decisiva: Lapulapu, el jefe de la tribu que acabó con la vida de Magallanes.
El marino portugués estaba al mando de una flota de cinco barcos cuyo objetivo era abrir una ruta alternativa hacia las Molucas, islas especieras, para la Corona española; un itinerario que evitase la costa africana, pues en 1494 el Tratado de Tordesillas había dejado ésta en manos portuguesas.
Dado que Núñez de Balboa había descubierto la existencia del Mar del Sur, es decir, el Océano Pacífico, la idea de Magallanes consistía en doblar el Cabo de Hornos. Primero se la propuso al rey luso Manuel I, pero a éste no le interesaba financiar un viaje que no necesitaba, así que el joven Carlos I se perfiló como nueva opción.
A los españoles sí les parecía una inversión prometedora, ya que, al igual que pasase antes con Colón, prometía un gran beneficio para su moderado coste: encontrar la forma de competir con los portugueses en un comercio, el de las especias, que dejaba una gran cantidad de dinero. Magallanes fue nombrado capitán general, aparte de gobernador y adelantado de las tierras que descubriera, y su flota, que llevaba 239 hombres a bordo, zarpó del puerto de Sevilla en la fecha citada antes. La componían, de mayor a menor tonelaje, las naos Trinidad, San Antonio, Concepción y Victoria más la carabela Santiago.
Tras la habitual escala en Canarias, atravesaron el Atlántico y alcanzaron la costa brasileña cuatro meses más tarde. La travesía fue turbulenta, no sólo por las tempestades y el avistamiento del siempre temido fuego de San Telmo, sino también porque el veedor de la armada quiso igualarse en autoridad al luso y fue arrestado. Luego tomaron rumbo sur, tuvieron que dar marcha atrás cuando entraron por error en el estuario del Río de la Plata, dejaron atrás la Patagonia y, luchando contra la durísima meteorología del extremo sudamericano, lograron cruzar al Pacífico por el estrecho que hoy lleva el nombre de Magallanes.
Para entonces sólo quedaban tres barcos, pues la carabela Santiago naufragó y la nao San Antonio se había amotinado y regresado a España. Aunque el océano por el que navegaban ahora era más tranquilo, en tres meses no avistaron tierra, siendo la tripulación diezmada por el hambre y el escorbuto. La situación era ya desesperada cuando por fin avistaron Guam en marzo de 1521. Por sufrir unos robos de los nativos, llamaron Islas de los Ladrones al archipiélago y, una vez restablecidos, reanudaron la singladura hasta lo que bautizaron como Islas de San Lázaro, que eran las Filipinas.
Entablaron amistad con los indígenas de Cebú y consiguieron la conversión al cristianismo de su gobernante, el rajá Humabon, que abrazó el catolicismo junto a su familia y cientos de súbditos, adoptando el nombre de Carlos en honor del rey de España (su esposa principal pasó a llamarse Juana). Para ampliar esa confianza, Magallanes aceptó su petición de ayuda contra sus mortales enemigos, dos datus (caciques) de la vecina isla de Mactán con quienes llevaba tiempo en guerra por el control del comercio en la zona.
Aquí es donde entra en escena Lapulapu, pues uno de ellos era él (Zula, se llamaba el otro). Conocido también como Çilapulapu (así lo escribió Pigafetta), Si Lapulapu (según José Rizal), Salip Pulaka y Kali Pulako (estos dos últimos estarían más cerca de títulos honoríficos que del nombre), lo cierto es que apenas sabemos gran cosa sobre este personaje. Se calcula que nacería en torno a 1491, pero al no haber documentos escritos -los de Pigafetta fueron los primeros- la tradición oral se trufaba a menudo de leyendas, todas posteriores.
Las historias populares cuentan que procedía de Borneo y solicitó a Humabon un lugar donde establecerse con su pueblo, siéndole cedida la región de Mandawili (actual Mandaue) con una isla incluida, la de Opong u Opon. Se suponía que allí vivirían cultivando la tierra y, efectivamente, prosperaron de tal forma que el comercio empezó a bascular hacia ese lugar. Lapulapu descubrió entonces que resultaba más lucrativa la piratería que la tierra, dedicándose a asaltar los barcos de sus vecinos y, con ello, debilitando su economía en favor de la suya. La isla pasó a ser conocida como Mangatang («los que acechan»), de donde devino en Mactán.
En esa historia se entrecruzan elementos históricos con otros legendarios, como suele pasar. El hecho es que en esas latitudes la piratería se repartía entre chinos, coreanos, japoneses y musulmanes, dándose la circunstancia de que Lapulapu era, según algunas fuentes, de esa última religión. En realidad no se sabe con seguridad y muchos antropólogos opinan que el islam aún no había llegado a esa parte del Pacífico, donde algunas costumbres (escariaciones, piercings y tatuajes -de ahí que los españoles les llamaran pintados– así como el consumo de carne de cerdo y perro, además de vino de palma) eran incompatibles con dicha fe, por lo que el datu sería más bien animista o incluso hindú.
De hecho, en su obra Relazioni in torno al primo viaggio di circumnavigazione. Notizia del Mondo Novo con le figure dei paesi scoperti, el propio Pigafetta distingue a los cebuanos y demás indígenas de los «moros» que vio en otras islas y especifica que éstos son más difíciles de convertir al cristianismo; en vez de ello habla de simples paganos. En cualquier caso, Magallanes le envió un ultimátum para que cesara en su actividad, pagara tributo a Humabon y rindiera homenaje a Carlos I. Lapulapu se negó (Zula, en cambio, aceptó) y los españoles se prepararon para una operación de castigo.
No se consideró necesaria una gran fuerza: unos sesenta hombres apoyados por una treintena de karakoa (lanchas indígenas de guerra) de Cebú. Alcanzaron Mactán durante la noche, pero la abundancia de arrecifes les impidió acercarse a tierra para fondear, manteniéndose fondeados a «dos tiros de ballesta». En la playa les esperaban millar y medio de guerreros armados con espadas de hierro, arcos y lanzas de bambú, según describió Pigafetta. Magallanes reiteró su oferta, pero sólo obtuvo burlas y Lapulapu emplazó a los intrusos a combatir al amanecer.
Cuando el sol empezó a salir, el portugués subió a un bote y se dirigió a tierra haciéndose acompañar únicamente de 48 soldados, que al ir bien armados y protegidos (armaduras, espadas, ballestas, arcabuces), esperaba fuera suficiente para impresionar al datu. Con ese fin, tras desembarcar, ordenó quemar unas chozas que había en la playa; pero no sólo no consiguió asustar al enemigo sino que lo enfureció, haciendo que desatara abiertamente las hostilidades: una nube de flechas envenenadas voló en su dirección, matando a dos españoles e hiriendo a Magallanes en una pierna.
Comprendiendo que su plan había fracasado, el luso ordenó la retirada, quedándose junto a un puñado de hombres para proteger a los demás. Eso hizo que los guerreros nativos le identificaran como jefe y centraran en él su ataque. Rodeado por varios de ellos y mermado por el veneno que empezaba a correr por sus venas, cayó muerto entre las olas, atravesado a lanzazos y machetazos, compartiendo destino fatal con alguno más de los suyos. Otros escaparon a duras penas, corriendo por el agua hasta el agotamiento durante casi un kilómetro de bajamar. La escena, contemplada con impotencia desde los barcos sin poder usar los cañones debido a la excesiva distancia, fue muy similar a la que costaría la vida a James Cook en Hawai en 1779.
Se dijo que Lapulapu fue quien acabó con Magallanes en duelo singular, pero es el mito habitual en estos casos, como el de la muerte de Moctezuma a manos de Cuauthémoc. Más interesante es entender el porqué de la agresividad del datu y ahí jugó un papel fundamental la errónea percepción que tuvieron los españoles de las estructuras de poder indígenas, al considerar que éstas se desarrollaban piramidalmente como en Europa y, por tanto, Lapulapu debía obediencia a Humabon, cuando en realidad se trataba más bien de ciudades-estado y todos los datus estaban al mismo nivel jerárquico. Que Humabon estuviera casado con la sobrina de Lapulapu debió agravar esa confusión.
Curiosamente, aquel revés menor supuso un descrédito tal a ojos de Humabon que éste decidió deshacerse de los españoles invitándolos a un banquete de comida envenenada. Quizá el rajá quería congraciarse con Lapulapu; quizá es que se había irritado al negarse los europeos a liberar a Enrique de Malaca, un esclavo malayo que usaban de intérprete al que Magallanes había prometido manumitir a su muerte -y que pudo encizañar a unos contra otros diciendo que había un plan para apresar a Humabon-; o quizá era verdad que algunos soldados molestaban a las mujeres locales.
Fallecieron 27 expedicionarios, entre ellos Duarte Barbosa, que había sucedido al portugués en el mando. El esclavo logró quedarse en Cebú y los barcos hispanos levaron anclas para refugiarse en Bohol. Quedaban 108, demasiado pocos para pilotar tres naves, por lo que quemaron la nao Concepción y se repartieron entre las otras dos, nombrando nuevo capitán al piloto mayor, Juan Lopes de Carvalho, luego destituido y sustituido por Gonzalo Gómez de Espinosa. Con la Trinidad y la Victoria arribaron por fin a las Molucas y llenaron las bodegas de especias.
Entonces decidieron separarse: la primera nave, al mando de Espinosa, intentaría volver a España haciendo el itinerario inverso. Pero el barco naufragó (esa ruta no se conquistaría hasta 1565, de la mano de Andrés de Urdaneta, en el llamado Tornaviaje) y los 17 supervivientes volvieron a las Molucas, donde quedaron prisioneros de los portugueses; no serían liberados hasta 1527. La Victoria, profético nombre, quedó al mando de Juan Sebastián Elcano y pudo retornar rodeando África, pasando mil penalidades y con la amenaza lusa siempre presente, ya que en una desesperada escala en Cabo Verde quedaron cautivos 12 marineros que habían bajado a hacer el aprovisionamiento, aunque se les dejó libres semanas después.
Los 18 tripulantes restantes (de curiosa composición internacional, pues 9 eran españoles, 4 griegos, 2 italianos, uno alemán y otro portugués) desembarcaron en Sanlúcar de Barrameda el 8 de septiembre de 1522. Famélicos y enfermos pero ricos, porque el cargamento que llevaban amortizó sobradamente los gastos, dejando pingües beneficios y demostrando lo acertado del viaje. No obstante, Carlos I renunciaría a las Islas de la Especiería en 1529, por el Tratado de Zaragoza, aunque conservando las Filipinas, a donde se enviaron sucesivas expediciones: las de Loaisa, Cabot, Saavedra y Rui de Villalobos, antes de que Legazpi las colonizara en 1564. Elcano, que paradójicamente había sido uno de aquellos amotinados iniciales, se cubrió de gloria y recibió la famosa divisa Primus circumdedisti me.
En cuanto a Lapulapu, aceptó la propuesta de paz de Humabon y sus pueblos convivieron durante un tiempo, hasta que él decidió regresar a Borneo con 11 de sus hijos, 3 esposas y 17 fieles. Así desapareció de la historia, pues no se volvió a saber de él. Según una leyenda, se convirtió en piedra antropomorfa y como tal vigila las aguas que bañan Mactán, siendo venerado por los pescadores; otra dice que su estatua, erigida en la isla, impresionaba tanto que tres alcaldes murieron frente a ella.
La realidad es que hoy en día se le homenajea como el primer héroe filipino, la ciudad de Opon fue rebautizada con su nombre y figuras suyas decoran plazas mientras su efigie estuvo en algunas monedas en la segunda mitad del siglo XX. En 2017 hasta se proclamó el 27 de abril, aniversario de la batalla de Mactán, Día de Lapulapu, fundándose una orden homónima para premiar a funcionarios.
Fuentes
Primer viaje alrededor del mundo (Antonio Pigafetta)/Expediciones al Maluco, viage de Magallanes y de Elcano (Martín Fernández de Navarrete)/Historia de las Islas e Indios de Bisaya del padre Alcinas 1668 (Francisco Ignacio Alcina y María Luisa Martín-Merás)/Atlas de los descubrimientos (Mauricio Obregón)/Conquistador de los mares. Historia de Magallanes (Stefan Zweig)/Wikipedia
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