Al igual que había pasado con el Tradado de Versalles en 1918, el final de la Segunda Guerra Mundial redibujó el mapa europeo, algo que tuvo una repercusión especial en la parte oriental del continente, en las fronteras que había entre Alemania, Polonia, Rusia y los actuales estados bálticos.

Ello supuso que algunas ciudades que antes pertenecían a un país, quedaran adscritas a otro y un buen ejemplo puede ser la hoy rusa Kaliningrado, antaño la germana Königsberg, cuyo cambio de estatus no tuvo mayor trascendencia hasta ahora, con el asunto del despliegue de misiles.

Kaliningrado es una ciudad situada en la desembocadura del río Pregolia, que fluye al Báltico a través de la laguna del Vístula tras recorrer unos 123 kilómetros aproximadamente desde su origen, en la confluencia con el Angrapa. Se trata de la capital del óblast de Kaliningrado (un óblast es un tipo de división administrativa federal rusa), famosa por ser el lugar natal del filósofo Immanuel Kant pero también porque en otra época fue capital asimismo de Prusia del Este, ya que la fundó el rey Otakar II de Bohemia en el año 1255 a partir de una fortaleza destinada a ayudar a la Orden Teutónica en la conquista y evangelización de los paganos lituanos.

El castillo teutónico de Könisberg, destruido durante la II Guerra Mundial/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por entonces era conocida por su nombre germano, Könisberg. Se integró en la Liga Hanseática en 1340 y en la Confederación Prusiana un siglo después para, en 1466, pasar a formar parte de Polonia junto con toda la Prusia Real (la que los polacos reclamaban como suya frente a la Ducal). Königsberg vivió una etapa de esplendor económico y cultural porque su puerto era el más importante del Báltico junto a los de Riga y Danzig. Una importancia que se reveló en el siglo XIX, cuando la derrota ante las tropas napoleónicas obligó a Federico Guillermo III a trasladar allí su corte desde Berlín.

De hecho, a partir de 1871 pasaría a formar parte de Alemania cuando está llevó a cabo su proceso de unificación. Tras la Primera Guerra Mundial, la República de Weimar ocupó el hueco imperial y Prusia Oriental quedó separada del resto del país por el Polnischer Korridor o Corredor Polaco y la ciudad libre de Danzig como una especie de estado tapón. Así, el territorio de habla germana quedaba separado en dos partes cuyo derecho a reunirlas reivindicó el nazismo como argumento para invadir Polonia e iniciar una nueva contienda global.

Fue ese conflicto el que determinó el futuro de Könisberg y, por ende, el de toda Prusia Oriental. Los bombardeos arrasaron el patrimonio monumental de la urbe y el avance imparable del Ejército Rojo, precedido por el eco de la Masacre de Nemmersdorf (actual Mayakóvskoye), fuera cierta o no (se dijo que algunos soldados asesinaron a sangre fría a catorce personas de etnia alemana, aunque al parecer existen dudas sobre cuánto hay de real y cuánto de propaganda nazi), provocó un éxodo de sus habitantes, de manera que cuando cayó en manos soviéticas tras tres meses de asedio buena parte de su población se había ido.

El Corredor Polaco/Imagen: Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

No obstante, aún quedaron unos ciento veinte mil supervivientes (mujeres, niños y ancianos mayoritariamente) que fueron empleados como mano de obra forzada hasta su repatriación a Alemania, efectuada a lo largo de cinco años entre 1945 y 1950. Para entonces, muchos habían muerto por enfermedades, desnutrición y represalias, quedando unos veinte mil. En cuanto a Prusia, en la Conferencia de Postdam se acordó que su parte norte quedaría bajo control de la URSS y por eso en 1846 Könisberg pasó a ser rebautizada como Kaliningrado.

Era algo que la URSS había planteado ya en 1943, durante la Conferencia de Teherán debido a que miles de ciudadanos soviéticos vivían en ese territorio; es más, aún no se había terminado de repatriar a los alemanes cuando empezaron a instalarse en Prusia Oriental cientos de miles de colonos soviéticos, muchos obligados por su condición social (alcohólicos, analfabetos…), para completar las nóminas de las granjas colectivas creadas in situ. Luego, en los años cincuenta, Krushev propuso integrar el óblast de Kaliningrado en Lituania, aunque el Partido comunista lituano lo rechazó para evitarse complicaciones étnicas en su suelo.

El óblast de Kaliningrado, enclavado entre Polonia (sur) y Lituania (norte)/Imagen: Alphathon en Wikimedia Commons

Por consiguiente, siguió siendo un óblast ruso hasta la desintegración de la URSS en 1991, pasando luego a la Federación Rusa. Para entonces, descendientes de los expulsados retornaron en busca de sus raíces, materializando la idea que hubo en los años ochenta de destinar Kaliningrado a los soviéticos de ascendencia alemana, de ahí que actualmente haya censadas allí más de siete mil personas de esas características. Eso lleva a preguntarse qué opina Alemania al respecto, especialmente tras su reunificación.

Al parecer no faltaron conversaciones entre los gobiernos de Bonn y Moscú al respecto pero el primero nunca se planteó la cuestión como algo prioritario, ya que lo que verdaderamente estaba en el tapete era terminar con la división del país en dos estados. Posteriormente, en 2001, la Unión Europea misma trató el tema en el contexto de las dificultades que tenía Rusia para pagar los miles de millones de deuda que tenía con Berlín; se sondeó una compra de Kaliningrado por parte alemana o alguna solución de compromiso de soberanía compartida pero tampoco se concretó nada.

Los rumores al respecto han seguido repitiéndose cíclicamente, apareciendo de vez en cuando noticias en la prensa de ambos países. Así, el semanario ruso Nash Continent publicó uno en el que sugería un acuerdo entre Vladimir Putin y Edmund Stoiber para anular buena parte de la citada deuda a cambio de la ciudad. Sin embargo, el ejecutivo teutón ya ha manifestado que no tiene interés en reclamarla y que sólo se contempla como una curiosidad histórica, haciendo incluso oídos sordos a una estrambótica propuesta de establecer una eurorregión lituano-polaca que se llamaría Prusia.

Un misil Iskander sobre un transporte MZKT-7930/Imagen: Vitaly V. Kuzmin en Wikimedia Commons

Lo cierto es que la reivindicación de la germanidad de Kaliningrado se limita a los familiares de aquellos repatriados y a ciertos sectores de extrema derecha como el movimiento Gesellschaft für Siedlungsförderung in Trakehnen, que en los noventa promovió un asentamiento en Yasnaya Polyana (una comunidad del distrito de Kaliningrado), o Aktion Deutsches Königsberg, que financió una escuela, viviendas y maquinaria agrícola en el óblast para una colonia de rusos de ascendencia alemana del Cáucaso y Kazajistán. Esas iniciativas, presentadas como acciones de ONG, chocaron con el gobierno ruso, que consideró que no eran tales, suprimiendo todas las acciones en 2015.

Con todo esto, y quedando atrás algunas reclamaciones de determinadas zonas territoriales del óblast por parte de Lituania y Polonia (a las que hoy en día han renunciado), o el surgimiento de Freistaat Preußen (un movimiento independentista que en 2017 se escindió en dos facciones), la Cuestión de Kaliningrado parecía haber quedado zanjada definitivamente. Sin embargo, la coyuntura internacional ha cambiado un poco las cosas en los últimos tiempos.

La tensión creciente entre Rusia y Ucrania tras la anexión por la primera de Crimea en 2014, ha vuelto a poner el asunto en el candelero en relación a la estratégica ubicación del óblast como territorio para desplegar misiles Iskander, tal como Moscú había anunciado en 2008 si la OTAN persistía en ubicar su sistema de defensa antimisiles en Polonia. Volvieron a la actualidad ideas como la de rediscutir internacionalmente el estatus de Kaliningrado, al que algunos políticos lituanos califican de colonial, abogando por que sea una república independiente, ya que, opinan, un referéndum daría una mayoría importante a favor de la separación de Rusia.


Fuentes

The Kaliningrad Question (Richard J. Krickus)/Russia’s Kaliningrad exclave: discontinuity as a threat to sovereignity (Alexander C. Diener y Joshua Hagen en Borderlines and Borderlands: Political Oddities at the Edge of the Nation-State)/Enclave To Exclave: Kaliningrad Between Russia And The European Union (Brian Vitunic)/Iron Kingdom: The Rise and Downfall of Prussia 1600–1947 (Christopher Clark)/The Baltic World, 1772–1993: Europe’s Northern Periphery in an Age of Change (David Kirby)/Kaliningrad and the Escalatory Spiral in the Baltics (Andrew A. Michta)/Wikipedia


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