Jean Jacoby fue un pintor luxemburgués; Alex Diggelmann, un cartelista suizo; el danés Josef Petersen era escritor; el húngaro Alfréd Hajós, arquitecto; el británico John copley, grabador; el belga Josue Dupon, escultor, igual que el estadounidense Walter Winans. ¿Imaginan qué tenían todos ellos en común, aparte de una profesión relacionada con el arte? Pues el haber sido medallistas olímpicos pero no por su participación en alguna modalidad deportiva sino en competición artística, pues las Olimpiadas las incluyeron entre 1912 y 1948.
Para ser exactos, había cinco categorías de ese tipo: arquitectura, literatura, música, pintura y escultura (se habló también de ampliarlas con danza, cine, fotografía y teatro, sin concretarse nunca, pero en algunos años sí se añadieron alpinismo y aeronáutica).
Ello obedecía a la concepción que tenía Pierre de Coubertin cuando decidió recuperar los antiguos Juegos Olímpicos helenos a finales del siglo XIX, basándose en el famoso Mens sana in corpore sano; no en vano había recibido una educación clásica y en la antigua Grecia se hacía así. Hay que tener en cuenta que Coubertin, además de historiador era pedagogo y su propuesta consistía en vincular cultura y deporte.

En realidad, no empezó a fraguar la idea hasta mediada la primera década del siglo XX. Los primeros Juegos de la Era Moderna se celebraron en 1895 en Atenas, cómo no, pero limitados a pruebas físicas, igual que pasó en los de París de 1900 y San Luis en 1904; tampoco en los conocidos como Juegos Intercalados que la capital griega volvió a acoger en 1906. Fue ese año cuando Coubertin propuso a los miembros del COI introducir las artes, algo que se aceptó pero no pudo aplicarse inmediatamente, como era la intención.
La razón fue que la ciudad designada para los juegos de 1908, Roma, tuvo que renunciar por problemas financieros y, sobre la marcha, se reasignaron a Londres, considerándose que no daría tiempo a los artistas a presentar trabajos, ya que éstos debían ser originales, realizados ex profeso y de temática deportiva. Por tanto fue en Estocolmo 1912 cuando por fin entraron en vigor las cinco categorías artísticas, a pesar de las reticencias de los organizadores suecos. Eso sí, mientras que el deporte atraía a miles de atletas, al mundo artístico no pareció seducirle mucho la idea, de modo que sólo se registraron treinta y cinco inscripciones.
Una de ellas fue la del mencionado Walter Winans, que en los JJOO de Londres había ganado el oro en tiro y ahora, con sesenta años de edad, se hizo con una de plata pero, además, se llevó otro oro en escultura con la obra An American trotter. Él y el húngaro Alfréd Hajós, que fue en 1896 dos veces campeón olímpico en natación y veintiocho años después obtuvo la plata en arquitectura, son los únicos en haber ganado medallas olímpicas en las dos disciplinas, deportiva y artística. También hubo una Marcha Triunfal en música, unos frisos pintados con deportes de invierno…

Ahora bien, el caso más curioso fue el de una pieza literaria presentada bajo el título Ode to Sport, firmada por Georges Hohrod y Martin Eschbach. En realidad se trataba de un pseudónimo porque el verdadero autor era el propio Pierre de Coubertin quien, por cierto, se llevó la medalla de oro. No sería el único presidente del COI en participar en unos JJOO en esa variante porque el estadounidense Avery Brundage, que dirigió el comité entre 1952 y 1971, también presentó trabajos escritos en Los Ángeles 1932 y Berlín 1936. No obstante, en Estocolmo 1912 lo hizo en pentatlón y decatlón.
La Primera Guerra Mundial obligó a suspender la celebración de las Olimpiadas hasta 1920, en que Amberes acogió la primera edición postbélica, de nuevo sin que el arte atrajera interés. Algo que cambió cuatro años más tarde, en París, cuando casi dos centenares de artistas presentaron sus obras a competición. En parte se debió a que el jurado estaba compuesto por un elenco de ilustres, entre ellos la Nobel de Literatura Selma Lagerlöf y el músico Ígor Stravinski. En la capital francesa Jean Jacoby ganó el oro en escultura; obtendría otro en Ámsterdam 1928 pero en dibujo, consagrándose como el más destacado competidor olímpico de arte.
El pódium lo completan Alex Diggelmann (con tres preseas pero sólo una de oro, en 1936, siendo las otras de plata y bronce, en 1948) y Josef Pedersen (con tres platas, en 1924, 1932 y 1948). Si echamos un vistazo a la lista total de medallas por países, Alemania es líder con veintitrés, ocupando Italia el segundo lugar y Francia el tercero, ambas con catorce (los italianos quedan delante porque, aunque tienen los mismos oros que los galos, cinco, poseen tres platas más). En total hay ciento cincuenta y un premios repartidos entre veintitrés naciones, todas europeas excepto EEUU, Canadá, Sudáfrica y Japón.

El número de triunfos no refleja las posibilidades de que gozaban los competidores, pues habitualmente podían presentar más de un trabajo y sólo se pusieron topes en contadas ocasiones; también es cierto que no resultaba raro que las pruebas se declarasen desiertas, bien porque nadie entusiasmara a los jueces, bien por la confusión reglamentaria que solía haber en esas disciplinas. Y es que cada categoría se subdividía en diversas modalidades, cambiantes prácticamente en cada edición de los juegos.
La de arquitectura, por ejemplo, incluyó en 1928 una variante denominada Planeamiento de ciudades (y el primer oro, curiosamente, lo ganó el holandés Jan Wils con el diseño del estadio olímpico). Literatura fue alternando subdivisiones como drama, épica o lírica con una categoría única, según el año. Las reglas establecían un máximo de veinte mil palabras y se exigía una traducción en inglés o francés.
En los Juegos de Berlín de 1936 se introdujeron tres subdivisiones en música: orquestal, instrumental y solista/coral, que en 1948 se reorganizaron en coral/orquestal, instrumental/música de cámara y vocal. En general, los jurados tenían problemas para decidir la medalla por lo difícil que resultaba hacerlo leyendo sólo partituras. Cabe apuntar, a manera de anécdota, que el famoso compositor y violinista checo Josef Suk, se hizo con la plata en Los Ángeles 1932.

La escultura se dividió en estatuas y relieves en Ámsterdam 1928, el mismo año en que la pintura se estructuró en tres: dibujo, diseño gráfico y pintura, si bien en Los Ángeles 1932 fueron cambiadas a acuarela/dibujo, impresos y pintura. Luego se sustituyó impresos por artes gráficas y éstas por artes comerciales hasta que en 1948 se cerró el ciclo con artes aplicadas, grabados/aguafuertes y pintura.
Los JJOO de la capital holandesa supusieron un importante salto adelante en las categorías artísticas, con la inscripción de más de un millar de competidores. Ayudaba el hecho de que el reglamento obligaba a que fueran amateurs, aunque se les permitía vender sus obras al término del evento. Muchos lo hicieron pero otros las donaron al Museo Stedelijk de arte moderno y contemporáneo, que hoy se puede visitar en el Museumplein. Ese crecimiento no se resintió de la elección de la sede californiana en 1932, como sí pasó en deporte, y su museo artístico recibió cientos de miles de visitas, igual que más tarde en Berlín 1936 y Londres 1948.
Pero en 1949 un informe dictaminó que, en contra de lo exigido por la normativa, la mayoría de los artistas participantes en los JJOO eran profesionales. En realidad resultaba lógico porque, si bien el deporte solía constituir una mera afición, el arte era una profesión y sus practicantes vivían de ello; por eso Avery Brundage, un obseso del olimpismo aficionado y puro, se mostró extraordinariamente hostil con aquellas categorías. Algo bastante irónico teniendo en cuenta que él mismo recibió una mención honorífica por una obra literaria que presentó a los JJOO de Los Ángeles 1932.
El caso es que aquella situación incitó a muchos miembros del COI a exigir una reforma para que las pruebas pasaran a ser meramente de exhibición, sin medallas. Tras un acalorado debate, una votación lo refrendó y en las siguientes Olimpiadas, las de Helsinki 1951, ya no hubo competiciones de arte, limitándose éste desde entonces a un programa de eventos culturales paralelo y complementario (lo que se llama Olimpiada Cultural). Una de las últimas medallas la ganó John Copley por un grabado sobre el polo; tenía setenta y tres años, lo que le convertiría en el medallista olímpico más veterano de no ser porque esas preseas artísticas se han eliminado del recuento oficial.
Fuentes
The forgotten Olympic Art competitions. The story of the Olimpic Art competitions of the 20th century (Richard Stanton)/In search of the lost champions of the Olympic Art contests (Bernhard Kramer en Journal of Olympic History)/Olympic Games Museum: Olympic Art Competitions / Contests 1912–1948 (Juergen Wagner)/The Games. A global history of the Olympics (David Goldblatt)/When the Olympics gave out medals for Art (Joseph Stromberg en Smithsonian)/Wikipedia
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