En Europa no hay cataratas tan grandes como las americanas y africanas pero eso no significa que el viejo continente carezca de saltos de agua importantes y de gran belleza.

El de mayor tamaño está originado por el Rin a su paso por Suiza; concretamente por las localidades de Neuhausen am Rheinfall y Laufen-Uhwiesen, cercanas a la norteña ciudad de Shaffhausen (entre el cantón homónimo y el de Zúrich), que es la que le da nombre a la postre.

Se trata de un fuerte torrente de montaña que apenas salva una altura de veintitrés metros pero que entre primavera y verano, cuando se produce el deshielo, alcanza un caudal medio de setecientos metros cúbicos por segundo, lo que le otorga a la corriente una enorme fuerza; además, abarca la considerable anchura de ciento cincuenta metros.

Las cataratas del Rin / foto Ziko en Wikimedia Commons

Y es que este fenómeno fluvial, denominado indistintamente Cataratas del Rin (Rheinfall) o Cascadas de Schaffhausen, es de origen glaciar, formado hace unos diecisiete mil años debido a la oclusión parcial del cauce por acumulación de grava.

Algo que les viene muy bien a las poblaciones de los alrededores porque, como cabe imaginar, el salto atrae a numerosos turistas que sustituyen como motor económico a las antiguas ferrerías y cuya abundante afluencia ha evitado que el entorno se estropee con la construcción de una central eléctrica propuesta décadas atrás.

Foto Sven Scharr en Wikimedia Commons

Así, no faltan las típicas excursiones en barca (tanto desde Suiza como desde Alemania) hasta la base de la cascada -algunas incluso con posibilidad de subir por unas escaleras a lo alto de la roca que hay en medio del río-, como tampoco las pasarelas y miradores erigidos en las riberas para contemplar el panorama.

Éste se completa con la silueta del castillo medieval de Wörth -ahora restaurante- al borde del agua o el torreón de Munot, en el casco histórico de Schaffhausen.

Numerosos artistas de la época romántica encontraron en ese lugar una excepcional fuente de inspiración, desde el pintor William Turner al escritor Goethe -que se lo describió a Schiller porque éste quería situar allí alguna escena de su obra Guillermo Tell-, pasando por el poeta Edward Mörike.

Foto Manecke en Wikimedia Commons

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