¿Cuántas pirámides hay en Egipto? La mayoría conoce solamente las tres de Giza, de los faraones Keops, Kefrén y Micerino. Algunos recuerdan también la escalonada de Zoser en Sakkara y, si acaso, la acodada de Snefrú en Dashur. Pero hay muchísimas más, desde la roja, también en Dashur, a la falsa de Meidum, pasando por las nubias de Meroe.

Y a ellas hay que añadir docenas, unas aceptablemente bien conservadas, otras apenas un montón de ruinas. Así que ¿cuántas son exactamente? La llamada Lista Lepsius fue el primer intento de contarlas, a mediados del siglo XIX.

El nombre de ese inventario se debe a su creador, Karl Richard Lepsius, un arqueólogo prusiano nacido en 1810 al que se considera padre de la egiptología como disciplina científica. Aunque había estudiado arqueología clásica en varias universidades germanas (Leipzig, Gotinga y Berlín), obteniendo un doctorado en 1833 con su tesis De tabulis Eugubinis, Lepsius fue un entusiasta seguidor de los estudios de Champollion sobre los jeroglíficos hasta el punto de viajar a París para ver de cerca los fondos del Louvre. De hecho, realizó una tournée por toda Europa analizando las piezas egipcias que conservaban diversos museos.

Retrato de Karl Richrad Lepsius en 1873/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En 1837 publicó su propia obra sobre el tema, una ampliación del trabajo de Champollion pero llevándole la contraria en algunos puntos, como la representación escrita de las vocales. Fue él también quien, en 1842, tradujo un conjunto de textos funerarios y mágicos de la época ptolemaica que luego publicó con el título Das Todtenbuch der Ägypter (El Libro de la muerte de los egipcios). Dicho título ha perdurado hasta hoy sintetizado como el Libro egipcio de los muertos.

Ese currículum le abrió las puertas para encabezar una expedición a Egipto y Nubia que ilustres sabios como Alexander von Humboldt y Robert Wilhelm Bunsen instaron a patrocinar a Federico Guillermo IV, siguiendo el ejemplo de la franco-toscana que había liderado el propio Champollion y dirigido Ippolito Rosellini, con el que Lepsius intercambió correspondencia. El objetivo era explorar y registrar restos de la antigua civilización egipcia, reuniendo una importante colección para el Ägyptisches Museum de Berlín; de sus cerca de quince mil piezas, buena parte las conseguiría él.

Federico Guillermo IV de Prusia/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El viaje se inició en 1842 y el itinerario cubrió todos los lugares donde había patrimonio monumental de los faraones: Giza, Abusir, Sakkara, Dashur, Luxor, Karnak, incluso Nubia. Durante más de tres años, Lepsius aprovechó para estudiar las lenguas locales y excavar en sitios como Beni Hassan y Fayún; en este último sacó a la luz el famoso Laberinto, un complejo funerario citado por autores griegos y romanos como Manetón, Diodoro Sículo, Estrabón, Plinio el Viejo y Pomponio Mela.

El Laberinto constaba de túneles, cámaras, capillas y criptas ocultas, todo ello rodeado por un muro perimetral de trescientos ochenta y cinco metros por ciento cincuenta y ocho en cuyo extremo norte se ubicaba la pirámide de Amenemhat III, un faraón del Imperio Medio (de la XII dinastía concretamente); era hijo de Sesostris III y proporcionó a Egipto un período de prosperidad económica. Probablemente aquella pirámide medio desmoronada fue la que despertó en Lepsius un interés especial por el tema. En cualquier caso, continuó excavando en más sitios como Qurna, el Sinaí y Tanis.

En aquellos tiempos todavía no se había desarrollado una técnica de excavación adecuada, pues se considera que el primero en hacerlo fue el inglés William Matthew Flinders Petrie (quien, por cierto, también trabajó más tarde en el Laberinto), así que Lepsius recurrió a métodos que hoy se consideran inaceptables, como usar dinamita para desprender piezas pesadas. El caso es que consiguió hacerse con una buena colección y regresar a Europa en 1846, siguiendo una ruta algo exótica por Beirut, Damasco, Baalbek y Estambul.

Uno de los dibujos de Denkmaeler aus Aegypten und Aethiopien/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ese año debió dejar en él un doble e inolvidable recuerdo. Por un lado contrajo matrimonio con Elisabeth Klein, con quien tuvo seis hijos. Algunos de ellos se convirtieron en prestigiosos profesionales en sus profesiones: Richard, geólogo; Griesheim, químico; Reinhold, artista; y Johannes, teólogo que además seguiría la tradición paterna convirtiéndose en un consumado orientalista.

Por otro lado, le nombraron profesor de la Universidad de Berlín y empezó a trabajar en el correspondiente libro con los resultados de su expedición. Lo tituló Denkmäler aus Äegypten und Äethiopien (Monumentos de Egipto y Etiopía) y se fue publicando entre 1849 y 1858 alcanzando una docena de volúmenes, de los que cinco eran de texto y los demás de ilustraciones (dibujos, mapas, planos, reproducciones jeroglíficas…); muchas hechas por él mismo, ya que había estudiado también grabado y litografía. En esa obra reseñaba el descubrimiento de sesenta y siete pirámides y ciento treinta tumbas de otros tipos, que recibieron una numeración en caracteres romanos en orden geográfico, desde el Bajo Egipto al Alto Egipto.

La relación empezaba por Abu Roash (ocho kilómetros al norte de Giza); allí, junto a otras dos, estaba la pirámide de Dyedefra (hijo de Keops), la más septentrional y derruida ya desde la Antigüedad, seguramente por los romanos al emplearla como cantera. La lista terminaba en Hawara, en Fayún, en el que se ubicaba la citada pirámide de Amenemhat III. Entre ambos lugares estaban las situadas en Giza (no sólo las tres grandes sino otras seis subsidiarias), Zawyet el-Aryan (dos), Abu Gurab (una), Abusir (trece pirámides), Sakkara (aparte de la escalonada hay diecisiete más), Dashur (trece), El Lisht (cinco), Meidum (una) y el Lahun (una).

Plano del Laberinto y la pirámide de Amenemhat III realizado por Lepsius/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Todas se enmarcaban entre la III (2686–2613 a.C.)y la XIII dinastías (1800–1650 a.C.). Sin embargo, la lista no es válida en la actualidad porque su autor cometió algunos errores al identificar como restos de pirámides lo que en realidad eran mastabas o estructuras monumentales distintas. Unas confusiones que llevan a que, del total reseñado, más de una veintena no deberían figurar.

Ahora bien, hablamos de los siempre difíciles comienzos de una ciencia y el esfuerzo de aquel pionero prusiano debe valorarse en ese contexto; fue el primer intento por hacer una clasificación sistemática y, de hecho, su forma de numeración sigue empleándose para las que catalogó bien, hasta el punto de que en 2008 el célebre arqueólogo egipcio y ministro de Antigüedades Zahi Hawass redescubrió la plataforma de una reseñada por Lepsius, que había desaparecido al quedar cubierta por una duna.

Plano de Giza con la ubicación de las tres pirámides, publicado en la obra de Lepsius/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Asimismo, su prestigio se asienta en que en 1855 fue nombrado co-director del mencionado museo berlinés, a lo que sumó la presidencia del Instituto Arqueológico Alemán en Roma y la dirección de la Biblioteca Real de Berlín.

También fundó una revista especializada en egiptología, Zeitschrift für ägyptische Sprache und Altertumskunde, que sigue editándose todavía hoy en día.

Lepsius falleció en 1884 pero antes regresó a Egipto dos veces. La primera, en 1866, se centró en explorar la zona del delta del Nilo y excavando en Tanis encontró el llamado Decreto de Canopo, una estela de piedra de la época de Ptolomeo III (datado en el año 237 a.C.) con información calendárica que, al estar escrita en griego (uncial) y egipcio (jeroglífico y demótico), se ha considerado una segunda Piedra Rosetta. La segunda fue tres años más tarde con motivo de la inauguración del Canal de Suez.


Fuentes

The Complete Pyramids (Mark Lehner)/Richard Lepsius. A biography (Georg Ebers)/Middle Kingdom Tomb Architecture at Lisht (Dieter Arnold)/Denkmäler aus Äegypten und Äethiopien (Karl Richard Lepsius)/Wikipedia


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