«Pocos días bastaron a Esteban para advertir que Víctor Hugues se había mostrado harto optimista al decirle que el viaje de Cayena a Paramaribo, en tales momentos, era una empresa fácil. Jeannet, envidioso de la prosperidad de Guadalupe, también tenía sus corsarios: pequeños patrones rapaces, sin el empaque ni la talla de un Antoine Fuët, que se arrojaban sobre cualquier embarcación solitaria o extraviada, justificando el nombre de «Guerra de los Brigantes» con que los norteamericanos denominaban ya la acción marítima de los franceses en el Caribe.»

Este fragmento pertenece a la novela El siglo de las luces, en la que el escritor cubano Alejo Carpentier narra la repercusión de la Revolución Francesa en las colonias galas del Caribe.

En ese contexto cita, como vemos, lo que llama Guerra de los Brigantes; se refiere a un extraño conflicto entre EEUU y Francia que normalmente es conocido como la Cuasi-Guerra (o Medio-Guerra u otras denominaciones similares) porque, pese a enfrentar a ambos países entre 1798 y 1800, nunca hicieron una declaración formal de la contienda.

El origen de ese episodio habría que buscarlo en la Revolución Americana que protagonizaron las trece colonias británicas contra el dominio de su corona y que culminó en 1783 con la independencia y nacimiento de EEUU.

La armada francesa derrota a la británica en la Bahía de Chesapeake en 1781, durante la Guerra de Independencia de EEUU (V. Zeg)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Francia, al igual que España y otras naciones, había prestado una importante colaboración económica, material y humana a los insurrectos para perjudicar a Gran Bretaña, por eso quince años después se interpretó como una muestra de ingratitud la negativa del segundo presidente estadounidense, John Adams, a continuar pagando esa deuda.

Adams argumentaba que se había contraído con el régimen anterior, es decir, con la monarquía de Luis XVI, que en 1792 había sido derrocada por los revolucionarios. Pero la cosa iba más allá de agradecimientos. En 1794, EEUU firmó con los británicos el Tratado de Jay, por el que ponían fin a su enemistad y estrechaban relaciones bilaterales tanto políticas como comerciales, lo que redundó en un importante estímulo para la economía estadounidense al triplicar sus exportaciones.

John Adams, segundo presidente de EEUU (John Trumbull)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El problema era que, en esos momentos, Gran Bretaña se había unido a la Primera Coalición, una alianza internacional creada para frenar a los revolucionarios y que integraba a prácticamente toda Europa (Austria, Prusia, Portugal, Provincias Unidas, Cerdeña, Nápoles y España -aunque ésta cambió de bando en 1796 y se alineó con el Directorio-) y que en 1798 tuvo continuidad en una Segunda Coalición a la que se sumaron Rusia, el Imperio Otomano y los Estados Pontificios.

En otras palabras, Francia y Gran Bretaña eran enemigas y EEUU estaba ayudando a la segunda, a despecho de la opinión en contra del Partido Demócrata-Republicano que lideraba Thomas Jefferson, que juzgaba negativo el citado Tratado de Jay (Adams militaba en el Partido Federalista, que se disolvería en 1824).

Para evitar tensiones, los estadounidenses se proclamaron neutrales pero la negativa a seguir pagando la deuda llevó al gobierno francés a incautar los barcos norteamericanos en las Antillas.

Thomas Jefferson en 1800 (Rembrandt Peale)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Fue lo que se conoce como Caso XYZ. En diciembre de 1796, una delegación diplomática norteamericana encabezada por Charles Cotesworth Pinckney llegó a París para negociar pero no sólo no fue recibida sino que se les exigió para ello una rectificación del presidente y la concesión de un préstamo para financiar las contiendas que mantenían los franceses en ese momento. Volvió de vacío y ante la petición de Jefferson (que había sido embajador en Francia) de ver el informe consiguiente, Adams lo hizo público sustituyendo los nombres de los integrantes de dicha comisión por esas tres letras.

El presidente, que se había mostrado muy crítico con la deriva tomada por la Revolución Francesa, trocando las simpatías iniciales que la Asamblea Nacional había levantado en su país, respondió autorizando una guerra de corso contra las embarcaciones galas en aguas estadounidenses. Evidentemente, en ese juego de medidas y contramedidas, el Directorio contestó de la misma manera, tensándose las cosas cada vez más hasta la ruptura de relaciones y abocando a ambas naciones a la guerra, aunque ninguna de las dos se manifestó oficialmente en tal sentido. A finales del año siguiente Adams informó al Congreso de que se iban a adoptar medidas militares de defensa, ofreciéndole el cargo de teniente general y la jefatura de las operaciones a George Washington; era julio de 1798.

Viñeta satírica británica sobre el Caso XYZ/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En realidad, EEUU tenía un serio problema, ya que hasta su independencia había estado protegido por la Royal Navy y ahora se encontraba sin armada para defender sus naves en alta mar, más allá de unas pocas unidades menores, cúters fundamentalmente; en consecuencia, los corsarios galos camparon a sus anchas capturando más de tres centenares de presas en once meses. Eso obligó a crear el Departamento de Marina y a reactivar el Cuerpo de Marines (fundado en 1775 con dos batallones pero disuelto ocho años después, al librarse del yugo británico).

Asimismo, el Congreso autorizó al que fue primer secretario de Marina, Benjamin Stoddert, la compra de una docena de barcos mercantes y transformarlos en naves de guerra armándolos con veintidós cañones cada uno y encargándoles el ataque a los buques franceses que fueran localizados en aguas estadounidenses.

Era la guerra de facto, pese a no estar declarada; la Cuasi-Guerra. Unos días más tarde también se inició la construcción de tres fragatas, la USS Congress, la USS Chesapeake y la USS President, las dos primeras botadas en 1799 y la tercera en 1800.

Stephen Decatur (Orlando S. Lagman)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Dadas las limitaciones presupuestarias y materiales, la estrategia estadounidense se centró en patrullar su litoral y escoltar a sus mercantes pero también se orientó a atacar intereses de Francia en el Caribe, donde aún tenía colonias. Para ello disponía de un total de veinticinco embarcaciones. Los primeros éxitos llegaron en 1798, cuando la fragata USS Constellation derrotó y capturó a L’Insurgent y dejó con graves daños a La Vengeance, mientras el USS Delaware hacía otro tanto con La Croyable.

Fueron los primeros signos de que los corsarios ya no iban a poder seguir actuando con tanta impunidad. De hecho, a lo largo de 1799 la goleta USS Enterprise apresó a ocho de ellos, la USS Experiment rindió al Deux y a la Diane, y la fragata USS Boston a Le Berceau, liberando entre todas a docenas de mercantes retenidos. Ese mismo año se incorporó a la flota la fragata USS United States al mando del teniente Stpehen Decatur, que en 1804 se convertiría en un héroe nacional por un audaz asalto a Trípoli.

William Bainbridge (John Wesley Jarvis)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Los dos años que duró la Cuasi-Guerra consagraron a aquella generación primigenia de marinos de EEUU, formada por el citado Decatur, Silas Talbot y William Bainbridge, entre otros. Bainbridge, que sería la causa de la acción de Decatur de 1804 al rescatarle de su cautiverio de los berberiscos (había caído preso al encallar su barco), también tuvo oportunidad de lucirse al mando del USS Retaliation. Era ése el barco francés La Croyable, capturado por Decatur y rebautizado, que poco después recuperaron dos fragatas galas aprovechando que sus escoltas, el mercante armado USS Montezuma y el bergantín USS Norfolk, se habían separado de él.

Llevado a Guadalupe, volvió a cambiar de nombre, pasando a ser el Magicienne. A Bainbridge se le permitió bajar a tierra para negociar la devolución de la tripulación a EEUU a cambio de que su gobierno admitiese declarar neutral a la isla, cuyo gobernador deseaba abrir relaciones comerciales bilaterales con los estadounidenses y desvincularse de la metrópoli. Los marineros llegaron a salvo a sus casas, él presentó la propuesta al presidente Adams y éste al Congreso, que aceptó pero con una coda: la Retaliation Act, que autorizaba a apresar a cualquier ciudadano francés embarcado.

Bainbrige fue ascendido a comandante y asignado al USS Norfolk. Por su parte, la rocambolesca historia del Magicienne terminó igual que empezó: un encontronazo con el USS Merrimack hizo que de nuevo pasara a manos estadounidenses. Como se puede apreciar, las hostilidades se libraron casi exclusivamente en la mar. Pero sólo casi porque, por ejemplo, el 11 de mayo de 1800 el teniente Isaac Hul llevó a cabo una operación anfibia al desembarcar en Puerto Plata (Santo Domingo) al frente de noventa marines para apresar a un corsario francés apodado Sandwich, al que tres días antes Silas Talbot había arrebatado su balandra Sally.

Napoleón el 18 de Brumario (François Bouchot)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Hubo más escaramuzas, por supuesto. Algunos cúters de la U.S. Revenue-Marine (antecedente de la Guardia Costera) se atrevieron a viajar hasta puertos caribeños franceses y hacer sus propias capturas de mercantes e incluso el USRC Pickering de Benjamin Hillar apresó al L’Egypte Conquise, un corsario mayor y mejor armado (luego se hundió en una tormenta); de hecho, esas acciones no se limitaron a las Indias Occidentales porque la fragata USS Essex dobló el Cabo de Hornos y rescató varios navíos de su país que eran llevados a las Indias Orientales.

Durante el transcurso de la Cuasi-Guerra, las divergencias estratégicas impidieron la colaboración entre la Royal Navy y la incipiente United States Navy, aunque el gobierno británico sí proporcionó ayuda material. El caso es que, hasta 1800, a EEUU le habían capturado cerca de dos millares de mercantes pero a cambio únicamente había perdido un barco de guerra, el mencionado USS Retaliation, por lo que Francia tampoco tenía motivos para estar satisfecha. Ambos estaban esperando un momento apropiado para poner fin a aquella situación y por fin llegó ese año.

Napoleón acababa de regresar de su expedición a Egipto, encontrando al país en bancarrota y con un Directorio tan corrupto e impopular que dos de sus miembros, Emmanuel-Joseph Sieyès y Roger Ducos, le ofrecieron respaldo para un golpe de estado al que se unieron su hermano Luciano y Talleyrand. Se ejecutó el 9 de noviembre (18 de Brumario en el calendario revolucionario), estableciéndose un triple consulado del que Bonaparte se las arregló para imponerse como primer cónsul y, a continuación, pasar a ser cónsul vitalicio.

Firma del Tratado de Mortefontaine en 1800 (Victor-Jean Adam)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A un estratega como Napoleón no se le escapan la posibilidades que ofrecía Luisiana como apoyo de la producción azucarera de sus colonias caribeñas. Pero antes de planificar nada tenía que recuperar la autoridad sobre ellas, pues Martinica había caído en manos británicas, Guadalupe vivía una turbulenta situación pre-revolucionaria y Santo Domingo estaba envuelta en una guerra civil entre los mulatos de André Rigaud y los negros de Henri Christophe, lo que se ha dado en llamar Guerre des Couteaux (Guerra de los Cuchillos). Por tanto, necesitaba alcanzar la paz con EEUU para tener manos libres y poder desarrollar una campaña de reconquista.

Así, Talleyrand, nombrado ministro de Relaciones Exteriores, inició entonces un acercamiento a EEUU al que John Adams fue receptivo, postergando al sector belicista de su partido. Como muestra de buena voluntad, ambos detuvieron a sus fuerzas navales y antes de acabar el año llegó a París un plenipotenciario para negociar, William Vans Murray, que además era embajador en la República Bátava (un estado satélite creado por Francia en 1795, tras ocupar las Provincias Unidas, del que nacería Holanda).

Las conversaciones se tradujeron en la firma del Tratado de Mortefontaine, también llamado Convención de 1800. EEUU quedó como vencedor moral, ya que ratificaba el final de la antigua alianza con Francia que hubo entre 1778 y 1783, además de subrayar su neutralidad en la guerra franco-británica. Las contrapartidas fueron dos: la primera, que el gobierno francés rechazó pagar los veinte millones de dólares que se le exigían como indemnizaciones por el expolio de naves americanas; la segunda, que la noticia del acuerdo final no llegó a tiempo al otro lado del Atlántico para que John Adams pudiera esgrimirlo en su campaña electoral… y fue derrotado por Thomas Jefferson.


Fuentes

The Quasi-War: America’s First Limited War, 1798-1801 (Donald R. Hickey)/The Genesis of America: US Foreign Policy and the Formation of National Identity, 1793-1815 (Jasper M. Trautsch)/Twelve American Wars: Nine of Them Avoidable (Eugene G. Windchy)/The French Assault on American Shipping, 1793-1813 (Greg H. Williams)/John Adams (David McCullough)/Wikipedia


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