A finales del siglo XIII, dos hermanos genoveses de musical apellido se lanzaron a la aventura, temible por entonces, de encontrar una ruta de las especias alternativa. Su idea era llegar a la India con dos galeras y para ello contaron con la ayuda de marinos mallorquines pero tras rebasar el Estrecho de Gibraltar no se volvió a saber de ellos. Es posible que naufragaran intentando bordear África pero también hay quien sugiere que su ruta era hacia el oeste, lo que supondría haber abierto la puerta que luego siguió Cristóbal Colón. Aquellos pioneros se llamaban Ugolino y Vandino (o Guido) Vivaldi.

Es frecuente que la llegada de Colón a América en 1492 suela intentar empañarse con posibles viajes de navegantes precedentes. Está demostrado que, en efecto, algunos llegaron antes, como atestiguan las excavaciones arqueológicas en el yacimiento vikingo de L’Anse aux Meadows (Terranova, Canadá) y las referencias a Vinland. No vamos a darle más vueltas al argumento habitual de que fue un asentamiento muy modesto (poco más de medio centenar de habitantes), efímero y olvidado.

Otros predecesores no pasan de la mera fase hipotética, caso del conocido como prenauta, el marinero que habría informado a Colón de una visita a un nuevo mundo. Suele identificársele demasiado alegremente con un tal Alonso Sánchez de Huelva, aunque el nombre no aparece en documentos de la época y, de hecho, fue el Inca Garcilaso el primero en reseñarlo en 1609, en sus Comentarios Reales, a partir de historias que había oído circular de boca en boca cuando era niño.

El sitio arqueológico de L’Anse aux Meadows/Imagen: Dylan Kereluk en Wikimedia Commons

Por último, están las teorías sensacionalistas que dan carta de veracidad a meras leyendas como la de San Brandán o los últimos templarios -no podían faltar, por supuesto-, o incluso retroceden en el tiempo hasta la Antigüedad para proponer presuntos viajes de egipcios, fenicios, romanos y, en general, cualquier otra civilización cuya presencia al otro lado del Atlántico resulte lo suficientemente estrambótica. Las falsificaciones de piezas con alfabetos jeroglíficos suelen brotar cíclicamente.

En ese sentido, no hace mucho que Erdogan actualizó la reivindicación otomana al respecto con pleno convencimiento y el inevitable mapa de Piri Reis como bandera pese a que está demostrado haber sido hecho en 1513. Y tampoco faltan los que apuntan a la flota china de Zheng He, que existió y realizó siete viajes pero siempre navegando hacia el suroeste, a la costa índica de África y su entorno; es decir, en dirección contraria a América.

En cambio, suelen quedar en el cajón las expediciones que verdaderamente intentaron cruzar el océano. Hace tiempo hablamos aquí de una insólita, la que organizó Abubakari II, rey de Mali, ansioso por saber que había al otro lado y que desapareció en alta mar en 1312. Pero hubo más, como las de los marinos ingleses que zarpaban de Bristol o los portugueses desde las Azores, en ambos casos en busca de esas ricas islas que las leyendas situaban en medio de la nada (Hy-Brasil, Antilia…).

Las diversas ramas de la Ruta de las Especias/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Esa pulsión por desentrañar los secretos del Atlántico incluyó asimismo, y pese a tener peor acceso, a los navegantes italianos; fundamentalmente de Génova, una de las potencias marítimas de la época, siendo de ese origen los dos hermanos de los que hablábamos al comienzo. La singladura que protagonizaron resultó realmente profética, a pesar de que apenas conozcamos los detalles, como ignoramos los datos sobre sus vidas. Sólo sabemos que se dedicaban al comercio de especias, cuya negativa coyuntura fue lo que les espoleó a actuar.

Esa mala marcha del negocio llegó en 1291, cuando el sultán mameluco bahrita Al-Ashraf Jalil arrebató San Juan de Acre a los cristianos obligándoles a evacuar Tiro, Sidón y Beirut y expulsándolos definitivamente de Tierra Santa. Eso supuso un problema para las rutas caravaneras que venían de Asia y, consecuentemente, una reducción drástica de las remesas de especias, cuya demanda se disparó en paralelo a su precio. Había que buscar alternativas y la única que parecía evitar el paso por territorio islámico era abrir una vía marítima «ad partes Indiae per mare oceanum».

Varios comerciantes se unieron para financiar dos galeras con Tedisio Doria a la cabeza. Los Doria costearían las exploraciones portuguesas y españolas dos siglos después y, de hecho, en Sevilla trabajaba un banquero de esa familia, Francesco, que aportó capital para el viaje de Colón. Los barcos de los Vivaldi se llamaban Allegranza y Sant’Antonio y llevaban un total de tres centenares de marineros más un par de frailes franciscanos, siendo mallorquines sus pilotos (subieron en la primera escala del viaje, que fue en Baleares).

Decíamos antes que se ignora cómo era el plan y cuál fue su itinerario, ya que la fuente historiográfica principal para este episodio son los Annali que Jacobo Doria (tío de Tedesio) presentó a las autoridades de Génova en 1294. Dice así:

«Tedisio d’Oria, Ugolino Vivaldi y un hermano de este último, junto con algunos ciudadanos de Génova, iniciaron una expedición que nadie hasta entonces había intentado nunca. Equiparon dos galeras de manera espléndida. Tras surtirlas de provisiones, agua y otras necesidades, las enviaron a su ruta, en el mes de mayo, hacia el estrecho de Ceuta a fin de que las galeras pudieran navegar por el mar océano a la India y regresar con mercaderías útiles. Los dos hermanos mencionados anteriormente fueron en los barcos en persona, y también dos frailes franciscanos; todo lo cual verdaderamente asombró a aquellos que fueron testigo de ello, así como a los que oyeron hablar de ellos. Después de que los viajeros pasaron por un lugar llamado Gozora no hubo más noticias de ellos. Que Dios vele por ellos y los traiga sanos de vuelta».

Portada del Libro del conosçimiento/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Hay otras referencias que son las que aportan el nombre de ese hermano (Vandino), del que Tedisio dice que no acompañó a Ugolino a bordo, y que indican que llevaban víveres para muy largo plazo: nada menos que diez años. El Libro del conosçimiento (un manual geográfico-literario escrito por un fraile castellano en la segunda mitad del siglo XIV que describe el mundo desde el punto de vista de un viajero, siguiendo el modelo de Marco Polo) menciona a los Vivaldi diciendo que naufragaron en la región de Guinea y que se encontró al hijo de Ugolino buscando a su padre.

Efectivamente, ese vástago se llamaba Sorleone y había organizado una expedición de rescate en 1315 al no volverse a saber nada de las dos galeras. Y no fue el único porque tres años antes ya había partido otra, capitaneada por Lanceloto Malocello, que decidió mirar primero en Canarias, pues un islote del archipiélago chinijo se llamaba (y se llama aún) Alegranza, como una de las galeras. Sólo que en el camino encontró una isla a la que puso su nombre (Lanzarote) y le gustó tanto que cambió de planes sobre la marcha, quedándose a vivir en ella dos décadas hasta que los aborígenes se rebelaron contra los europeos y tuvo que irse.

La región de Guinea no era lo que hoy entenderíamos como tal sino la forma de llamar a todo el África negra. El Libro del conosçimiento sitúa el episodio en Magdasor, que quizá podría ser Mogadiscio (Somalia), habida cuenta no sólo del parecido cacofónico sino de que la describe cercana al reino del Preste Juan, tradicionalmente ubicado en el Cuerno de África. Ello supondría que los Vivaldi lograron doblar el Cabo de Buena Esperanza y navegar hacia el norte por el Índico.

Mapa de África de Abraham Ortellius (siglo XVI) indicando el reino del Preste Juan/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ahora bien, lo del Preste Juan no era más que una voluntariosa leyenda y además ese libro tiene un tono marcadamente fantástico. Eso sin contar que otros detalles escritos por el fraile parecen indicar más bien que está hablando del litoral africano atlántico, ya que aparecen citados el río Senegal, el Imperio de Mali, así como se deducen otros lugares, caso de Senegambia. Precisamente el río Gambia fue escenario de un encuentro entre el marino genovés Antoniotto Usodimare (que trabajaba para los portugueses) y un compatriota que afirmaba ser un superviviente de la tripulación de los Vivaldi, aunque el relato de Usodimare reproduce casi punto por punto el del Libro del conosçimiento:

«En el año de 1285, dos galeras zarparon de la ciudad de Génova comandadas por los hermanos Ugolino y Guido Vivaldi (Hugolinum et Guidum de Vivaldis fratres) con el propósito de ir, por el este (per Levantum), a partes de la India. Estas galeras navegaron mucho; pero cuando entraron en el mar de Guinea (mari de Ghinoia), una de las galeras rompió su casco, y no pudo continuar navegando más lejos; la otra, sin embargo, continuó a través de este mar, hasta que llegó a una ciudad de Etiopía llamada Menam; fueron capturados y detenidos por los habitantes de esta ciudad, que son cristianos de Etiopía, súbditos del Preste Juan. La ciudad se encuentra a orillas del mar, cerca del río Gion. Estaban tan estrechamente detenidos que ninguno de ellos logró regresar a casa».

Ruta seguida por Bartolomé Díaz/Imagen: Wikimedia Commons

Vemos que el año está equivocado. Todas estas suposiciones e inconcreciones no hicieron sino agrandar cada vez más la leyenda sobre aquel viaje, lo que lleva a preguntarse qué derrota pudieron seguir las naves y cuál sería su final. Ya hemos dicho que la galera no era el tipo de nave idóneo para navegar por el océano, por tener demasiada eslora, un casco delgado y velamen triangular; los remos tampoco ayudarían demasiado con el enorme oleaje atlántico. Así las cosas, probablemente nunca se alejaron en exceso de la costa y ésta pudo traicionarles.

Ya que aún no se había inventado la brújula y carecían de cartas náuticas de la zona a cubrir, tras pasar las Columnas de Hércules y hacer una posible escala en Canarias, quizá siguieron navegando en paralelo a la costa africana haciendo desembarcos esporádicos. De esta manera pudieron llegar hasta la desembocadura del río Senegal, donde naufragó al menos una de las galeras sin que sepamos en qué circunstancias (en ese área hay grandes bajíos; en uno de ellos encalló la famosa fragata Medusa) ni qué pasó con la otra.

Si dejamos volar la imaginación hay otras alternativas: pudieron circunnavegar África, lo que significa que se adelantaron casi doscientos años al portugués Bartolomé Díaz -y, si lograron llegar a la India, a Vasco de Gama- para perderse en el Índico, bien a la ida, bien a la vuelta… o hacerlo en el Atlántico proa a América, prefigurando lo que haría Colón con éxito a finales del siglo XV.



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