La mayoría de civilizaciones históricas, como los sumerios, egipcios, chinos, babilonios, griegos, mayas…utilizaron medidas de tiempo naturales. Esto es, el día, el año solar o las fases de la Luna.

Los egipcios fueron de los primeros en dividir el día en partes iguales, utilizando relojes de sol para las horas de luz y merjets, una especie de plomadas con mangos de madera, para medir las horas nocturnas. Estos últimos artefactos, cuyo uso se describe en los muros del templo de Hathor en Dendera, permitían realizar un seguimiento de la alineación de las estrellas, siempre que estas fueran visibles, y determinar así la hora cuando no había sol.

Los obeliscos egipcios funcionaban como enormes relojes de sol públicos, con marcas a su alrededor que indicaban la mañana, la tarde o los solsticios. Cualquiera que contemplase la sombra del obelisco podía saber en qué hora del día se encontraba.

El reloj de sol más antiguo del mundo (hacia 1500 a.C.) encontrado en Egipto / foto dominio público en Wikimedia Commons

Pero habría que esperar hasta la Edad Media para que se generalizase el uso de medidas de tiempo más pequeñas. El minuto y el segundo, tal y como los conocemos hoy, aparecen por primera vez en la obra publicada en 1235 De Anni Ratione de Johannes de Sacrobosco, un monje astrónomo inglés del siglo XII. En ella critica el calendario juliano y estudia la división del año, el mes, la semana y el día, introduciendo por vez primera el minuto como 1/60 de una hora y el segundo como 1/60 de un minuto.

Cuatro siglos antes, Beda el Venerable (considerado el padre de la historia inglesa), había escrito De Temporum Ratione, una obra en la que analiza todos los calendarios conocidos en la época y propone que la cronología se establezca a partir del nacimiento de Cristo. En ella dice que:

Una hora tiene 4 puncti, 10 minuta, 15 partes, 40 momenta (Beda, De Temporum Ratione, 276)

O lo que es lo mismo 4 puntos, 10 minutos, 15 partes, 40 momentos. Beda se refería a las horas de sol, entre el amanecer y el anochecer. Teniendo en cuenta que la extensión de las horas solares dependía de la duración del día, que cambiaba según la estación del año, y que cada hora contenía 40 momentos, la traducción de un momento a nuestros segundos actuales estaría en una media de 90 segundos (40×90 = 3.600 segundos = 60 minutos = 1 hora).

División del día en horas, puntos, minutos y momentos en un manuscrito carolingio del siglo IX / foto dominio público en Wikimedia Commons

En 1267 el filósofo y protocientífico Roger Bacon se basaba en Beda y dividía el día en horae, minuta, secunda, tertia et quarta (esto es, horas, minutos, segundos, tercios y cuartos).

No obstante, hasta que se comenzaron a fabricar relojes de precisión capaces de marcar el paso de unidades como el minuto y el segundo, la gente corriente siguió orientándose por las Horas Canónicas, es decir, por el repiqueteo de las campanas que llamaban al rezo en los monasterios.

Pero el momento como unidad de tiempo no prosperó más allá de la Edad Media, buena prueba de ello es que hoy en día un momento en cualquier idioma del mundo puede durar el tiempo que uno quiera.



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