Que entre los años 1869 y 1934 se construyeran en Alemania 184 monumentos a Otto von Bismarck tiene su lógica. Al fin y al cabo el Canciller de Hierro fue el artífice de la unificación alemana, con la creación del Imperio Alemán en 1871.

Pero es que además en la misma época se erigieron similares monumentos en países como Polonia (40 monumentos), Rusia (4 monumentos), Francia (3 monumentos) e incluso en lugares tan extraños a priori como Chile, Papúa Nueva Guinea, Camerún o Tanzania.

Se las denomina como Torres Bismarck y hoy quedan en pie unas 173. Curiosamente la primera de todas se construyó en Polonia en 1869 en la localidad de Janówek.

Otto von Bismarck en 1889 / foto Bundesarchiv, Bild 183-R13234

La razón es que por aquel entonces el lugar se llamaba Ober-Johnsdorf y la zona formaba parte de la Silesia prusiana.

La iniciativa partió de un antiguo oficial prusiano retirado llamado Friedrich Schröter, que hizo levantar una torre de 23 metros de altura para honrar a Bismarck, quien en aquellos momentos estaba ya a un paso de conseguir el objetivo de la unificación.

En 1899, un año después del fallecimiento de Bismarck, las fraternidades de la asociación estudiantil Studentenverbindung convocaron un concurso para elegir el diseño que a partir de entonces se aplicaría a los monumentos en honor de Bismarck.

Diseño de Kreis para las torres / foto Peter Wittgens en Wikimedia Commons

El ganador fue un modelo del arquitecto Wilhelm Kreis, según el cual se levantarían a partir de entonces 58 torres Bismarck.

Kreis ejerció como arquitecto desde el reinado del kaiser Guillermo II hasta después de la Segunda Guerra Mundial a pesar de sus convicciones nazis, muriendo en 1955.

Las ventajas del modelo de Kreis para las torres era que podían desarrollarse en diferentes alturas y tamaños, dependiendo del presupuesto que tuviera el promotor, o de la cantidad de donaciones recaudadas para tal efecto.

La primera torre Bismarck, en Ober-Johnsdorf, Polonia / foto Pudelek en Wikimedia Commons

Pero muchas otras torres siguieron modelos y estilos diferentes, aunque la mayoría se concibieron como una especie de faros, donde a modo de conmemoración del canciller se encendían braseros en días señalados.

Es el caso de muchas de las construidas en territorios que en aquel momento formaban parte del Imperio Alemán y de sus colonias: Nueva Guinea, Camerún, Tanzania, Dinamarca…pero también en Austria, la República Checa y Chile, entre otros, donde los emigrantes alemanes costearon las obras.

Hasta 410 monumentos a Birmarck fueron planeados, de los cuales solo se llegarían a construir 240 debido a problemas de financiación u otras causas.

Torre Bismarck en Concepción, Chile / foto dominio público en Wikimedia Commons

El objetivo, no conseguido, era iluminar todo el Reich, de modo que desde una torre se pudiera ver el fuego de las más próximas, creando una especie de red.

En conjunto constituyen un fenómeno monumental único que se extiende por cuatro continentes.

Una de las explicaciones para tal profusión es que los ciudadanos que financiaban mediante donaciones los monumentos querían expresar así su descontento con la política del káiser Guillermo II, que había destituido a Bismarck en 1890.

Torre Bismarck en Taufstein, Alemania / foto dominio público en Wikimedia Commons

Al mismo tiempo que se planificaban las torres, cientos de calles, ciudades, distritos, montañas y barcos, fueron renombrados con el apelativo del canciller.

Por supuesto el káiser no se quedó cruzado de brazos, y trató de contrarrestar el culto a Bismarck creando múltiples monumentos a su padre Guillermo I.

Tras la Primera Guerra Mundial el mito bismarckiano que había dado lugar a las torres se desvaneció poco a poco, y los fuegos ya no volverían a ser encendidos.



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