Cuando hablamos de falange en el ámbito militar pensamos automáticamente en el ejército macedonio de Alejandro Magno, con su formación compacta de infantes acorazados y armados de largas sarisas, dispuestos en 64 cuadros o sintagmas de 16 hombres en frente (cada uno en un metro cuadrado) por otros tantos en profundidad, que dotaban al conjunto de 16.384 hombres. Pero esa falange, en realidad creada por Filipo II, no fue la única. De hecho, todos los hoplitas griegos combatían de manera similar y también se encuentran falanges en otros sitios y tiempos anteriores. La referencia más antigua que se conoce es mesopotámica: la Estela de los Buitres.

El término falange viene del griego phálanx, que aparece en la Época Arcaica (la que siguió a la Oscura, a partir del siglo VIII a.C. hasta el VI a.C. aproximadamente) y ya entonces tenía carácter bélico, apareciendo en textos literarios como La Ilíada (Homero) y la Teogonía (Hesíodo), entre otros. Se usaba en plural para designar formaciones cuadrangulares más o menos flexibles y es Homero quien la destaca como un sistema de combate ordenado en filas, para distinguirlo de los duelos singulares que protagonizan sus personajes.

Después, durante la Época Clásica, la palabra desaparece hasta que la recupera Jenofonte (Anábasis, Ciropedia, Helénicas…) aplicándola con más concreción. En ese período constituía la principal fuerza de choque de las polis, revistiendo un carácter social específico en el sentido de que los hoplitas que la integraban tenían en común el poseer la ciudadanía y, por tanto, gozar de una posición acomodada porque debían costearse el equipo ellos mismos: casco, aspis, lanza… Cada guerrero protegía el lado descubierto de su compañero.

Pinturas que decoran la Vasija de Chigi/Imagen: Sailko en Wikimedia Commons

Sin embargo, la enorme duración de las Guerras del Peloponeso obligó a introducir novedades como los peltastas o infantes ligeros auxiliares, que no iban tan protegidos ni combatían en formación cerrada. Otras innovaciones fueron tácticas, como las que, ideadas por Epaminondas, dieron la supremacía a Tebas durante un tiempo.

El conjunto falangita era una masa humana acorazada y erizada de púas a la que a priori resultaba muy difícil oponerse, tal como muestra su representación en la llamada Vasija de Chigi (650 a.C.).

Pero sería el macedonio Filipo el que desplazó a los tebanos de su poder, armando a sus pezhetairoi (infantería pesada) e hipaspistas (semipesada) con larguísimas sarisas (lanzas de 3 a 7 metros de longitud), escudos más livianos y la estructura reseñada al principio de este artículo, a todo lo cual añadió a los heitaroi, una caballería de élite que superaba el modesto papel que los jinetes tenían hasta entonces; hacía las veces de yunque para el ejército, fijando al enemigo para que lo aplastase el martillo, la falange.

La falange macedónica, tal como la concibió Filipos y empleó luego Alejandro/Imagen: GFDL en Wikimedia Commons

Con ese sistema, Alejandro conquistó medio mundo conocido, pero, a la larga, aquella formación fue víctima de la debilidad que presentaba cuando el terreno de lucha no era llano y los soldados no podían mantener la formación adecuadamente, abriéndose huecos que un enemigo competente podía aprovechar. Fue lo que ocurrió en Pidna, donde los legionarios romanos terminaron por imponerse cuando más difícil parecían tenerlo. Otras batallas, como las de Magnesia (contra una coalición de seleúcidas y gálatas) o Cinoscéfalas (contra macedonios y tracios), supusieron la sustitución de la hegemonía falangita por el modelo romano, más versátil.

No obstante, pervivieron ecos de ese sistema no sólo en el ejército de Roma sino en otros posteriores que seguían un concepto parecido, como los cuadros de piqueros suizos de finales de la Baja Edad Media-comienzos del Renacimiento o los Tercios españoles, que ampliaron el poder de las picas con armas de fuego y una variedad de formaciones complementarias (cuadros, escuadrones, mangas, líneas…) que eliminaban las limitaciones que el sistema podría presentar en lo que se llamaba «el arte de escuadronar».

Ahora bien ¿y antes? Es decir ¿fue Grecia la cuna exclusiva de la falange? Etimológicamente sí, como vimos, pero en cuanto a existencia parece ser que no. Los ejércitos del Egipto faraónico también se presentaban ante el enemigo en formación y además sus soldados iban armados con escudo y lanza, por lo que algunos estudiosos opinan que se podrían considerar un precedente. Pero es posible remontarse más atrás todavía. Concretamente, hasta el tercer milenio antes de Cristo, desplazándose un poco hacia el sureste.

Fragmento de la estela que muestra a los buitres comiendo cadáveres/Imagen: Sting en Wikimedia Commons

En cioncreto, hay que situarse en el conocido como Creciente Fértil, ese arco que se forma en torno a los cursos de los ríos Tigris y Éufrates. Antaño era una tierra muy prolífica y por eso la civilización nació allí, al albur de la agricultura y el sedentarismo que propiciaron la aparición de los primeros imperios agrarios.

Uno de ellos fue Lagash, una ciudad-estado sumeria que estaba en territorio del actual Irak. Con el tiempo caería bajo la órbita de Akad primero y Babilonia después, pero vamos a centrarnos en el período de la primera dinastía reinante.

Su quinto ensi (rey, gobernante) fue Eannatum, que ascendió al trono cinco años después de que Enhengal fundara dicha dinastía en el 2550 a.C., en el conocido como Período Dinástico Arcaico. Eannatum fue un monarca conquistador que sometió a otras urbes de su entorno como Ur, Nippur, Akshak, Larsa y Uruk, además de convertir en tributarios a los reinos de Kish, Umma, Elam y Mari. No era un dominio firme y a menudo se producían rebeliones, pero se trató de uno de los primeros imperios de la Historia dignos de ser considerados así.

La Estela de los Buitres en el Museo del Louvre, mostrando anverso y reverso/Imagen: Kikuyu3 en Wikimedia Commons

Pues bien, parte del reinado de Eannatum, al menos de sus campañas militares, lo conocemos gracias a la Estela de los Buitres. Es un monumento de gran tamaño, 1,80 metros de altura por 1,30 de ancho y 11 centímetros de grosor, labrado en un único bloque de piedra caliza y con la parte superior redondeada, al estilo de otras piezas similares mesopotámicas, como la Estela de Naram-Sin. El nombre viene de que una de sus escenas representa a unas aves carroñeras devorando cadáveres.

Lamentablemente, no se conserva la estela íntegra; tan sólo siete fragmentos, seis de los cuales fueron encontrados por el arqueólogo francés Ernest de Sarzec al excavar las ruinas de Ngirsu (actual Tel Telloh) en el último cuarto del siglo XIX. El séptimo lo adquirió el British Museum en un mercado de antigüedades en 1898, aunque se lo cedió al Louvre en 1932 para mantener la unidad de la obra. Algo importante porque presenta relieves por ambas caras que es necesario interpretar, al considerarse unos mitológicos y otras históricos.

Los primeros se dividen en dos partes superpuestas. La superior presenta al dios Ningirsu sosteniendo una maza en una mano y una imagen de Imdugud (divinidad menor con cuerpo de águila y cabeza de león) en la otra, con la diosa Ninhursag al fondo y una red llena de cuerpos a los pies. En el inferior, muy deteriorado, se ha creído identificar a Ningirsu sobre un carro. Pero la cara de la estela que nos interesa aquí es la otra porque en ella se ven cuatro escenas de guerra: las campañas de Eannatum.

Fragmentos superiores de la Estela de los Buitres mostrando la falange en combate y en marcha/Imagen: Sting en Wikimedia Commons

De hecho, eso permite datar el monumento en tiempos del Período Dinástico Arcaico, cuando era costumbre plasmar en relieves las victorias bélicas. La mandó esculpir el propio Eannatum hacia el 2460 a.C., según explica el texto cuneiforme que acompaña a las imágenes, para contar el conflicto que mantuvo con el ensi Ush de Umma por el control de Gu-Edin, una rica región agrícola que se extendía entre sus respectivas ciudades (las cuales distaban menos de una treintena de kilómetros entre sí). Como suele pasar, el conflicto se dirimió por las armas, con triunfo para Lagash.

La victoria se describe en cuatro tiras horizontales. La primera es la más importante para lo que nos atañe porque en ella se ha esculpido a Eannatum, identificado con Ningirsu, al frente de una tropa de soldados perfectamente colocados en orden de batalla, con los enemigos muertos a sus pies y los buitres rondando.

Esa formación es la que está considerada como la primera falange conocida de la Historia y no se trata de una interpretación gratuita porque, en efecto, los guerreros aparecen en formación, protegidos por sus grandes escudos y sosteniendo un bosque de lanzas hacia delante.

La falange de Lagash marchando dirigida por Eannatum/Imagen: Sting en Wikimedia Commons

En otro fragmento de la estela, la falange se muestra en formación de marcha, con los escudos a un lado y las lanzas al hombro, con el ensi en cabeza sobre un carro.

Las demás partes, de menor tamaño, corresponden a otros momentos costumbristas de la campaña: un sacerdote en plena libación, cuerpos desnudos yacentes, una lanza que alcanza a un enemigo…

Hoy se considera que probablemente el concepto de falange (gran masa de guerreros luchando en buen orden), estaba ya presente en éste y otros casos antiguos, sólo que las limitaciones tecnológicas en una era anterior al hierro impedían dotar a todos los soldados del equipo necesario, algo que sí conseguirían los griegos.



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