¿Debe un escultor recurrir a las matemáticas para hacer una obra? Es más, ¿necesitaría recurrir a un sabio como Galileo Galilei? Pues, por increíble que parezca, así ocurrió en Madrid a mediados del siglo XVII.
Entre 1634 y 1640, el artista italiano Pietro Tacca tuvo que pedir al famoso sabio que le ayudara con sus cálculos a la hora de hacer la estatua ecuestre que le encargó el rey Felipe IV, la misma que hoy se puede ver en la Plaza de Oriente ante el Palacio Real. ¿Qué era tan importante como para precisar tan extraordinaria intervención?
Felipe IV deseaba ver su imagen esculpida sobre un caballo en corveta (rampante), tal cual había pintado el mismísimo Velázquez en el cuadro expuesto actualmente en el Museo del Prado; algo inaudito en la escultura europea hasta el momento.
El problema estaba en que, al tener el animal las patas delanteras alzadas, la parte delantera de la estatua pesaría demasiado y no se sostendría; de hecho, insistimos, una estatua así era insólita en la época.
La clave estaba en anclar fuertemente las patas traseras y la cola a la base, pero aún así parecía insuficiente, si se tiene en cuenta que la figura debía ser de bronce y, por tanto, hueca.
Al escultor, que realizó la obra en Florencia, se le ocurrió pedirle a su compatriota Galileo que calculara con precisión las toneladas de bronce necesarias, así como el ángulo de inclinación del caballo.
No voy a detallar aquí todos los números; baste decir que el pisano estableció en su estudio físico-matemático que harían falta ocho toneladas de metal y que la parte posterior de la montura tendría que ser maciza frente a la delantera, muy liviana, para hacer de contrapeso.
Tacca hizo el modelo de cera siguiendo estas instrucciones y luego se procedió a la técnica habitual, vaciando el molde y vertiendo el bronce fundido. Un mes después de aquel año 1642, ya fría, la estatua fue colocada en su pedestal; no en la Plaza de Oriente- que aún no existía-, sino en el Retiro.
Ha aguantado hasta hoy tras múltiples traslados, ubicándose definitivamente en su emplazamiento actual el 17 de noviembre de 1843, lo que demuestra que los cálculos de Galileo fueron correctos.
Tacca, en cambio, ha pasado a la Historia de tapadillo, quizá porque la cabeza de cera del retrato tuvo que ser sustituida -antes de aplicarle el bronce- por otra de Martínez Montañés, al no parecerse demasiado al monarca. Aun así, merece la pena acercarse a contemplarla.
Fuentes
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