Atlas o Atlante era uno de los titanes de la mitología griega, hijo de Jápeto y la oceánide Climene, y hermano de Prometeo.

Tras la guerra contra los dioses Olímpicos, Zeus le condenó a sostener sobre sus hombros la bóveda del cielo (o esfera celeste) por toda la eternidad.

Heródoto afirmaba que Atlante era un monte de la Libia, en el norte de Africa:

Con esta cordillera de sal está pegado un monte que tiene por nombre Atlante, monte delgado, por todas partes redondo, y a lo que se dice tan elevado, que no alcanza la vista a su cumbre por estar en verano como en invierno siempre cubierta de nubes. Dicen los naturales que su monte es la columna del cielo; de él toman el nombre sus vecinos, llamándose los Atlantes, de quienes se cuenta que ni comen cosa que haya sido animada, ni durmiendo sueñan jamás

Heródoto, Historia IV–184
Atlas sujetando el mundo, ilustración de Calderón de la Barca (1653) / foto dominio público en Wikimedia Commons

Y Diodoro Sículo que Atlas había sido un rey legendario de la Mauritania, matemático y astrónomo, que había descubierto la esfericidad de las estrellas y construido la primera esfera celeste. Por ello habría acabado por ser divinizado en la figura mitológica de Atlante.

Atlas, en efecto, había trabajado más que nadie en la ciencia de la astrología y había descubierto con ingenio la naturaleza esférica de los astros por lo que se tenía la creencia de que llevaba todo el universo sobre su espalda (Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica IV–27,5)

Mercator homenajearía a este legendario rey libio al denominar así a su libro de mapas Atlas, Sive Cosmographicae Meditationes De Fabrica Mundi, publicado en 1595 tras su muerte, y que da nombre a nuestros atlas modernos.

El Atlas Farnesio en el Museo Arqueológico de Nápoles / foto Lalupa en Wikimedia Commons

De todas las representaciones escultóricas del mitológico titán Atlas que se realizaron en época greco-romana, la más antigua que ha sobrevivido es el Atlas Farnesio. Se trata de una copia romana de un original helenístico perdido, realizada en el siglo II d.C. (hacia el año 150) y que hoy se guarda en el Museo Arqueológico de Nápoles.

La estatua mide 2,1 metros de altura, y la esfera que soporta el titán tiene 65 centímetros de diámetro. Aparte de ser la más antigua escultura de Atlas encontrada hasta el momento, la obra es importante porque nos muestra la primera representación conocida de la esfera celeste.

En ella está representado el cielo nocturno tal y como se vería desde el interior de la esfera, con relieves de 41 de las 48 constelaciones clásicas listadas por Ptolomeo en el siglo I d.C., incluyendo Aries, Cygnus y Hércules.

Detalle del Atlas Farnesio / foto Paolo Gallo – Shutterstock

Se cree que lo representado en la esfera, que el escultor romano copió con errores del original griego, está inspirado por un catálogo previamente escrito. En ese sentido, el profesor Bradley E. Schaefer, de la Universidad de Luisiana, opina que el modelo seguido es el Catálogo de estrellas compilado por Hiparco de Nicea en el año 129 a.C.

El catálogo de Hiparco contenía la posición y coordenadas elípticas de 850 estrellas en 48 constelaciones. Al compararlo con el primero conocido en el mundo occidental, el realizado por Timocares de Alejandría unos 150 años antes, Hiparco se dio cuenta de que la posición de las estrellas había cambiado, lo que le llevó al descubrimiento de la precesión de los equinoccios, es decir, el cambio en la orientación del eje de rotación de la Tierra.

No se conserva ninguna copia del catálogo de Hiparco, tan solo descripciones del mismo en su obra Comentarios (en octubre de 2022 aparecieron fragmentos en un palimpsesto en Egipto), por lo que el valor del Atlas Farnesio en el sentido de que nos muestra ese catálogo, es incalculable.



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