Seguro que esto resulta sorprendente porque, al fin y al cabo, el célebre Adagio en sol menor no sólo es una de las piezas más conocidas de la música clásica sino una de las que mejor se han popularizado entre los melómanos con un nombre estrechamente vinculado de título y autor: «Adagio de Albinoni». Por eso es irónico que, en realidad, la obra no sea de aquel compositor barroco sino de un biógrafo suyo que vivió dos siglos después, el musicólogo Remo Giazotto, quien la presentó en 1945.

Tomaso Albinoni nació en Venecia en 1675, hijo de un acaudalado comerciante cuya cómoda posición le permitió dar a su hijo una buena formación musical, que compatibilizó con el negocio familiar papelero junto a sus hermanos. Así, consumado violinista y buen cantante con recursos, Tomaso rechazó la idea de trabajar como músico de la corte para convertirse en un dilettanti o artista más o menos independiente, lo que le otorgaba cierta autonomía (de hecho, hasta 1711 añadía a su nombre el apodo de dilettante veneto, o sea, aficionado veneciano). No obstante, nadie podía ganarse la vida entonces sin un mecenas y él pudo encontrarlo en Pietro Ottoboni, un cardenal sobrino-nieto del papa Alejandro VIII que era un gran amante del arte y tenía bajo su protección a pintores, escultores, poetas…

Ottoboni también era veneciano y en su palacio reunió a una pléyade de artistas en la que no faltaban compositores tan importantes como Corelli, Scarlatti, Haendel, así como el escenógrafo Filippo Juvara o el pintor Sebastiano Ricci. Albinoni le dedicó su Opus 1 pero no está claro si realmente se puso a su servicio, como sí parece probable que estuvo al del duque de Mantua, Fernando Caro, homenajeado por el violinista en su Opus 2; por cierto, las suites Opus 3 también fueron para un duque, el de Toscana.

Ahora bien, si en una primera etapa Albinoni se dedicó sobre todo a hacer sonatas y conciertos para instrumentos concretos (violín, oboe), a partir de 1705 cambió ligeramente de género porque ese año contrajo matrimonio con una cantante de ópera llamada Margherita Raimondi. Su producción se llenó entonces de óperas -medio centenar- que le otorgaron bastante éxito en casi toda Italia y Alemania. Eso y la muerte de su padre cuatro años más tarde le decidieron a dedicarse exclusivamente a la música, dejando la empresa a sus hermanos.

Sin embargo, con el paso del tiempo las óperas de Albinoni pasaron a segundo plano y se valoró fundamentalmente su obra instrumental, que influyó sobre otros músicos como el mencionado Corelli o el mismísimo Bach. Un archivo parroquial nos dice que falleció en 1751 de diabetes pero no tenemos datos de su última década de vida, como tampoco se han conservado las piezas que seguramente hizo en ese período con la excepción de Seis sonatas para violín y la ópera Artamene (ambas en 1740).

De hecho, buena parte de la música de Albinoni se perdió en el bombardeo de Dresde, durante la Segunda Guerra Mundial, al estar guardada en la Staatsbibliothek Dresden, la Biblioteca Estatal, que tenía su sede en esa ciudad y quedó destruida por el fuego. Por eso resulta especialmente llamativo que en 1945, al término de la contienda, fuera el musicólogo italiano Remo Giazotto quien compusiera el hoy celebérrimo Adagio en sol menor, más conocido como «Adagio de Albinoni», basándose en el fragmento de una sonata a trío que encontró entre las ruinas de la biblioteca.

O eso dijo él. Giazotto, crítico musical y editor de la Rivista Musicale Italiana, era uno de los mayores expertos mundiales en la figura de Tomaso Albinoni, de quien escribió una biografía, tal cual había hecho con otros compositores barrocos como Vivaldi, clasificando y catalogando además toda su producción. En 1958 Casa Ricordi, una editorial de música clásica, publicó el Adagio explicando la historia referida por Giazotto y de la que hay dudas porque nunca se ha visto ese fragmento y la biblioteca alemana desmintió que lo tuviera entre sus fondos.

Esa pequeña parte del original de Albinoni se reduciría únicamente al pentagrama del bajo y seis compases de la melodía, constituyendo el movimiento lento de la citada sonata a trío, habiéndose perdido el resto. Algunos opinan que el Adagio guarda cierto parecido con el Adagio sotenuto del Trio en sol menor, opus 33 para piano, violín y violoncelo que compuso la francesa Louise Farrenc en 1841.

Otros lo comparan con el comienzo del segundo movimiento de su Concierto para dos trompas, cuerdas y continuo en fa mayor, RV 538; y también se especula con el aria Es ist vollbracht de La Pasión según San Juan, de Bach.

¿Mintió entonces el italiano y fue el verdadero -y único- autor? Giazotto no era un estafador oportunista sino un intelectual de prestigio que un año antes de la publicación había sido nombrado profesor de Historia de la Música en la Universidad de Florencia y que cuatro después ingresaría en la Acedemia Nazionale di S. Cecilia, aparte de acumular otras distinciones en su currículum, como director de los programas internacionales de la Unión Europea de Radiodifusión, presidente del comité de la RAI y, en 1967, coeditor de la Nuova Rivista Musicale Italiana.

Es más, él siempre dijo que se había limitado a hacer los arreglos musicales de la obra, atribuyendo debidamente su autoría al compositor barroco. Sin embargo, hoy todos los expertos consideran que se trata de una composición del propio Giazotto; la única que hizo en su vida, por cierto, lo que, teniendo en cuenta el éxito que alcanzó, nos indicaría que fue un talento desaprovechado. Sin remedio ya, porque murió en 1998 llevándose a la tumba el secreto de por qué hizo aquello. Irónicamente, su Adagio es la obra que verdaderamente ha dado renombre a Albinoni.


Fuentes

Lawrence Lindt, Historias curiosas de la música | Josep Pascual Triay, Guía universal de la música clásica | Eleanor Selfridge-Field, Venetian Instrumental Music from Gabrieli to Vivaldi | George J. Buelow, A History of Baroque Music | Remo Giazotto, Tomaso Albinoni: «musico di violino dilettante veneto», 1671 – 1750 ; con il catalogo tematico delle musiche per strumenti, 197 esempi musicali e 14 tavole fuori testo | Wikipedia


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