La historia de la criptografía es casi tan antigua como la del lenguaje humano. Se sabe que ya los antiguos egipcios, chinos, indios o griegos utilizaban métodos de encriptación de mensajes, más o menos sofisticados, como demuestran algunos ejemplos documentales que han sobrevivido.

Asociado generalmente al ámbito militar, la necesidad de enviar mensajes produjo también el desarrollo de artefactos para tal efecto, como la escítala utilizada por los éforos espartanos.

Consistía en dos varas de grosor similar, una para el emisor y otra para el receptor, en las que se enrollaba una cinta de cuero donde se escribía el mensaje. Solo enrollando la cinta en una vara de similar grosor se podía leer el mensaje.

E incluso existen testimonios del uso de la esteganografía (la ocultación de la existencia del mensaje), como detalla Heródoto:

Quiso a más de esto la casualidad que en aquella agitación le viniera desde Susa, de parte de Histieo, un enviado con la cabeza toda marcada con letras, que significaban a Aristágoras que se sublevase contra el rey. Pues como Histieo hubiese querido prevenir a su deudo que convenía rebelarse, y no hallando medio seguro para posarle el aviso por cuanto estaban los caminos tomados de parte del rey, en tal apuro había rasurado a navaja la cabeza del criado que tenía de mayor satisfacción, habíale marcado en ella con los puntos y letras que le pareció, esperó después que le volviera a crecer el cabello, y crecido ya, habíalo despachado a Mileto sin más recado que decirle de palabra que puesto en Mileto pidiera de su parte a Aristágoras que, cortándole a navaja el pelo, le mirara la cabeza. Las notas grabadas en ella significaban a Aristágoras, como dije, que se levantase contra el persa.

Heródoto, Historia V-XXXV

Pero cuando la necesidad imponía la comunicación rápida de mensajes o advertencias no había muchas opciones. Lo más instantáneo eran las señales de humo y el fuego. Aunque al decir señales de humo inevitablemente pensemos en los indios de las películas del lejano Oeste norteamericano, en realidad el método se utilizaba ya hace milenios en lugares como China o Grecia. Y se sigue utilizando hoy en día (véase los cónclaves para elegir papa).

Pero había un problema, las señales de humo y fuego solo podían transmitir mensajes pre-acordados por emisor y receptor (es decir, ambos deben conocer con antelación tanto las señales como su significado). Si se necesitaba comunicar un mensaje improvisado, no había manera de hacerlo porque el receptor no sería capaz de descifrarlo.

Con signos convenidos de antemano es fácil notificar que la flota enemiga se encuentra en Óreos, en Peparetos o en la Península Calcídica, pero que algunos ciudadanos han hecho traición, o bien que han cambiado de partido, o que en la ciudad se ha producido una matanza, o cosas por el estilo, que ocurren con frecuencia, pero que son totalmente imprevisibles (precisamente lo que ocurre de imprevisto es lo que requiere una decisión y una intervención más inmediatas), esto está totalmente al margen del campo de las señales de fuego: era imposible tener un código para cosas que no se podían prever

Polibio, Historias Libro X–43,7

Sabemos que los griegos habían resuelto este problema gracias al invento de Cleóxeno y Democlito (en algunas traducciones aparecen como Cleóxenes y Demódito), dos personajes de los que apenas se sabe nada más que eran historiadores y que vivieron en el siglo III a.C., habiendo escrito el primero una Historia de los Persas, hoy perdida. Polibio es quien los menciona como inventores de un sistema de comunicación telegráfico que empleaba señales de humo o fuego para transmitir letras del alfabeto griego.

Eso sí, añadiendo que él mismo lo había perfeccionado y aunque no lo dice expresamente es muy probable que tal perfeccionamiento se le ocurriese durante el sitio de Numancia, del que fue testigo.

El último sistema inventado por Cleóxeno y Demóclito, que nosotros mismos hemos perfeccionado es muy concreto y puede comunicar claramente cualquier urgencia; su empleo reclama, ciertamente, mayor cuidado y atención. Es como sigue: hay que coger las letras del alfabeto ordenadamente y distribuirlas en cinco grupos de cinco letras cada uno. En el último grupo faltará una letra, pero esto no constituye estorbo. Los dos grupos que deben transmitirse las señales deben preparar cinco tablillas y grabar en cada una de ellas una de las secciones del alfabeto

Polibio, Historias Libro X–45,6

El método consiste en codificar las letras del alfabeto con las coordenadas numéricas de una tabla. Cada letra se representa por tanto por dos cifras según su posición en los ejes vertical y horizontal. Algo realmente simple con que cualquiera que haya jugado a hundir la flota o similar estará familiarizado. Pero por entonces era algo novedoso y posiblemente revolucionario.

La mejora realizada por el historiador griego hacia el año 134 a.C., y que motivó que al sistema se le conozca hoy en día como Cuadrado de Polibio, se centra en regular el uso de antorchas para transmitir las letras.

Deben ponerse de acuerdo mutuo: el hombre que debe emitir las señales levantará, primero y a la vez, dos antorchas y quedará con ellas en el aire hasta que el receptor, a su vez, levante también dos: esto se hará para comunicarse, mediante las antorchas, que los dos grupos ya se atienden. Bajadas las antorchas, el emisor alzará otra vez una antorcha con su mano izquierda: con ello se indica la tablilla que se debe coger, por ejemplo, si es la primera, se levantará la antorcha una sola vez, si es la segunda dos, y así sucesivamente. Luego, con la mano derecha levantará otra antorcha. El sistema es el mismo: se indicará la letra que el receptor de la señal de fuego debe escribir, de la tablilla fijada previamente

Polibio, Historias Libro X–45,9

De este modo se conseguía transmitir cualquier mensaje, por improvisado o urgente que fuera, y no solo ya avisos prefijados y acordados de antemano. Eso si, una vez generalizado su uso cualquiera podía descifrar los mensajes conociendo el método, lo que con el tiempo llevaría al desarrollo de la criptografía propiamente dicha. Pero eso ya es otra historia. Lo importante es que por primera vez, que se sepa, el ser humano fue capaz de transmitir a distancia y de manera inmediata cualquier tipo de mensaje improvisado.

Este invento permite comunicar cualquier eventualidad de manera muy exacta. Se necesitan muchas antorchas, porque para cada letra se deben hacer dos signos. Pero si se prepara adecuadamente lo necesario para la tarea, ésta se puede llevar a buen término. En tales misiones los operadores deben haber hecho prácticas, para evitar errores cuando se hagan mutuamente las señales

Polibio, Historias Libro X–45,10

Por lo que no es descabellado pensar que en el ejército romano habría soldados especializados en tales tareas. En cualquier caso, el Cuadrado de Polibio, combinado con un método de cifrado, sería ampliamente utilizado por toda clase de organizaciones militares y subversivas, entre ellas nada menos que el KGB.


Fuentes

Polibio, Historias – Libro X | Louis Moreri, El gran diccionario histórico | Henry Fanshawe Tozer, A History of Ancient Geography | George Dyson, Darwin Among the Machines | Philip Golden et al., Implementation and Applications of DSL Technology | Wikipedia


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