Los ejércitos de mercenarios han sido una realidad a lo largo de la historia y están documentados ya desde la Antigüedad, milenio y medio a.C, siendo especialmente recordados los griegos que combatían al servicio persa, o los contratados por Cartago y Roma. La costumbre siguió en el Medievo, con protagonismo para la Guardia Varega de Bizancio, la hueste del Cid, los almogávares de la Corona de Aragón o las compañías internacionales que tomaron parte en la Guerra de los Cien Años.
Ahora bien, el mercenariazgo vivió una edad dorada en ese tránsito entre la Baja Edad Media y el Renacimiento, donde los famosos piqueros suizos se convirtieron en la fuerza europea de referencia que le pasaría el testigo a los lansquenetes germanos mientras empezaban a formarse los estados modernos y, con ellos, los grandes ejércitos nacionales. En ese puente entre edades (aunque ya en la Moderna, teniendo en cuenta que suele tomarse como inicio de ésta 1453, año de la caída de Constantinopla) se sitúa también el llamado Ejército Negro de Hungría.
Como suele pasar, la etimología de su nombre original (Fekete Sereg en húngaro, que literalmente puede traducirse por Legión o Regimiento Negro) es un tanto incierta. Una teoría atribuye el adjetivo cromático a las armaduras pavonadas que portaban sus comandantes, mientras que otra alude al apodo de uno de sus principales capitanes, John Haugwitz el Negro. Tampoco hay una fecha oficial de fundación, puesto que las fuentes más antiguas que se refieren así a esa tropa son de época bastante posterior a la misma.
Lo que sí está claro es que el Ejército Negro se vincula con la figura de Matías Corvino. Era hijo del célebre Janos Hunyadi, voivoda de Transilvania que llegó a ser regente de Hungría y está considerado uno de los grandes militares de su tiempo. Cuando Janos murió en 1456, ascendió al trono Vladislao V el Póstumo quien trató de deshacerse de posibles rivales encarcelando a los vástagos de su predecesor. El mayor, llamado también Ladislao, fue ejecutado y eso desató una guerra civil que supuso el derrocamiento del monarca.
Ladislao V tuvo que huir llevándose a Matías como rehén pero éste pudo regresar cuando su captor falleció repentinamente al año siguiente. En 1458 fue proclamado rey con ayuda de su tío Miguel Szilágyi e inició para su país un período de esplendor sin parangón en la Europa de entonces, caracterizado por una agresiva política exterior que le llevó a enfrentarse a Federico III (titular del Sacro Imperio Romano Germánico, con el que firmó la paz en 1463) y a los otomanos (con los que también acordó el fin de hostilidades viendo que eran demasiado poderosos y ningún otro reino cristiano vendría en su ayuda), además de conquistar territorios de su entorno como Bohemia, Moravia, Silesia y Lusacia.
Pero también destacó en política interior iniciando una serie de reformas que llevaron a apodarle el Justo y se aplicaron a múltiples ámbitos: económico (creación de nuevos tributos que provocaron una rebelión en Transilvania, duramente reprimida), administrativo (promoción de funcionarios por su capacidad en vez de su cuna) y cultural (él introdujo el Renacimiento en el país, promoviendo el mecenazgo de muchos artistas y humanistas, promovió el embellecimiento arquitectónico de Budapest y creó la Bibliotheca Corvinniana, una de las más grandes del continente). Mención aparte para el aspecto militar, en el que se enmarca la creación del Ejército Negro.
Matías no lo hizo de la nada sino partiendo de la fuerza mercenaria que utilizaba su padre, aunque al parecer influyeron las lecturas juveniles sobre las hazañas de Julio César a las que era muy aficionado. Al margen de los mercenarios de Janos Hunyadi, el ejército húngaro era conceptualmente medieval, con milicias señoriales que nutrían a las tropas reales por un método proporcional: un infante arquero por cada treintena de señoríos y tres arqueros a caballo por cada centenar. Además, los nobles se unían con sus mesnadas a los contingentes de su correspondiente conde, si bien tenían el privilegio de operar sólo dentro de las fronteras húngaras y por un máximo de dos semanas.
Ese sistema claramente feudal se modificó a partir de 1459 con aportaciones basadas en el número de siervos en vez de señoríos (un arquero por cada veinte) y ampliando los quince días de servicio de armas nobiliario a tres meses. Pero seguía resultando obsoleto y poco práctico, de ahí que Janos primero y su hijo después pensaran en ir prescindiendo gradualmente de él y apoyarse más en los mercenarios, que hasta entonces contribuían sus cuotas al conjunto pero no siempre y en número limitado.
En el siglo XV el mercenariazgo era un poco diferente al que vendría luego, pues sus integrantes no llevaban vida de soldado a tiempo completo sino que la compatibilizaban con sus oficios tradicionales. Matías Corvino cambió eso convirtiéndolos en profesionales remunerados y de dedicación exclusiva. El paso decisivo se dio en 1458, cuando el monarca pidió prestados medio millar de jinetes pesados a Jorge de Podiebrad, rey de Bohemia, para reducir a algunos nobles levantiscos. Los recién llegados eran veteranos de las guerras husitas, cuyas revolucionarias tácticas habían puesto en un brete a las tropas imperiales unas décadas atrás.
Matías quedó complacido con sus servicios y contrató a la tropa, que estaba mandada por Jan Jiskra, una especie de condottiero husita que paradójicamente había sido combatido y derrotado por Janos Hunyadi, teniendo que huir del país aunque seguía haciendo razias por la parte septentrional. A Jiskra se le ofreció el perdón real y un par de castillos, además de un salario de 25.000 ducados para sus hombres, si se ponía al servicio de Hungría para luchar contra los otomanos. Él aceptó y el acuerdo se firmó en la Paz de Wiener Neustadt en 1463.
Paralelamente, el rey trató de contratar caballería, aunque no encontró forma de financiarla y tuvo que renunciar a la fuerza que tenía pensada. En realidad no fue hasta el estallido de las Guerras de Bohemia en 1468 que se incorporaron mercenarios de forma masiva a las fuerzas reales: entre 6.000 y 8.000 efectivos que constituyeron el núcleo de la infantería real. Es en ese momento cuando aparecen las primeras referencias documentales al Ejército Negro, que poco a poco fue aumentando de tamaño con nuevas incorporaciones.
En conjunto (con los contingentes nobiliarios y señoriales) hay quien apunta que llegó a tener hasta 90.000 hombres, si bien no todos eran fijos -dependían de la magnitud de cada campaña- y lo normal eran unos 30.000. Lo integraban gentes de todos los territorios controlados por la Corona: bohemios, alemanes, serbios, polacos… En 1480 se añadieron húngaros, sobre todo székely (una etnia del sudeste, básicamente transilvana, de gran tradición guerrera), superando en efectivos al ejército francés, que era el otro de carácter profesional que había en Europa.
Para financiarlo, Matías tuvo que subir y diversificar los impuestos, de manera que recaudase una media de 650.000 florines anuales; en ocasiones llegó a 800.000, que puede parecer mucho pero era un millón menos de lo que solía ingresar el todopoderoso sultán otomano. Con el fin de facilitar los pagos se reformó el sistema monetario introduciendo un dinar con más plata y se eximió a las ciudades de los gravámenes de guerra si a cambio se encargaban de proporcionar armas y equipos. Los sueldos eran diferentes según fueran jinetes, arqueros, ballesteros, infantes, artilleros o arcabuceros.
Obviamente, los retrasos en la paga fueron el principal problema, como después les pasaría a los Tercios españoles. En tales casos los mercenarios abandonaban la campaña o se insubordinaban, si bien ello no ponía un peligro excesivo porque carecían de unidad y, así, la falta de dinero sólo afectaba a unidades sueltas, muy apegadas a la decisión de su comandante. Hubo algunos casos, como el protagonizado por las tropas de Jan Švehla, que dejaron el frente con su jefe al no llegar el salario que esperaban. En tales situaciones, a falta de efectivo, solía prometerse la entrega de tierras.
Como se puede deducir, Matías dispuso armamento moderno para la tropa. Al ser muy cara la pólvora, arcabuces y escopetas se empleaban sólo en tácticas defensivas como las aplicadas por los husitas, con los tiradores subidos a carros o tras empavesados (soldados que usaban pavés, una especie de escudo de madera que se plantaba en tierra como un parapeto) que les protegían junto al resto de la infantería.
Las armas de fuego eran raras y minoritarias en el continente y lo seguirían siendo hasta bien entrado el siglo siguiente, por lo que puede decirse que Matías Corvino, dotando a los suyos de un arcabuz por cada cuatro soldados, abrió el camino que Fernández de Córdoba consolidaría en breve. En cambio, los cañones sí estaban más extendidos y la artillería constituyó uno de los pilares de aquella fuerza.
La caballería pesada seguía teniendo importancia al ser una sexta parte del Ejército Negro, conservando sus características medievales: armadura, lanza, ristre, un escudo pequeño, espadas de más de un metro de hoja, mazas de varios tipos, hachas… Más novedosa fue la introducción de la caballería ligera en forma de húsares, cuyo nombre deriva de la mencionada proporción que tenían que aportar los nobles: un soldado montado por cada 20 siervos.
De origen serbio casi todos, eran la élite de la caballería y se organizaban en grupos de 25 jinetes mandados por un capitán para explorar y ataques rápidos a escala menor, de ahí que llevaran menos protecciones y usaran sables curvos de inspiración oriental, más apropiados para la lucha caracoleando que para las cargas. Si la pesada usaba ballesteros a caballo, la ligera disponía de arqueros.
La infantería tenía menos importancia táctica pero era el aglutinante de todo. La había de varios tipos: normal, pesada (con corazas), ligera… Decíamos antes que los arcabuceros, escopeteros, ballesteros y arqueros solían permanecer a cubierto tras una línea de paveses o subidos en carros. No faltaban piqueros, a los que el rey tenía un aprecio especial y que empezaban a imponer su técnica de combate en formación más o menos cerrada. El resto usaba la amplia variedad de armas blancas habituales: espadas, lanzas, partesanas, alabardas con picos para descabalgar a los jinetes enemigos, etc.
Por último, es interesante reseñar la flota de galeras y otros barcos que jugó un importante papel en el control comercial y militar del Danubio y demás ríos, sobre todo después de demostrar su eficacia ante los otomanos en la batalla de Nándorfehérvár, en 1456. Tenía sus bases en los puertos de Belgrado y Szabács, con una salida al mar por Zengg y, de hecho, las tripulaciones estaban formadas fundamentalmente por serbios y croatas. En 1475 se instalaron cañones y bombardas en las naves, que por esos años sumaban 360 unidades con un total de 2.600 marineros y 10.000 soldados.
El fallecimiento de Matías en 1490 supuso el final del Ejército Negro. La nobleza se negó a refrendar a su sucesor, Janos Corvino, por ser un hijo ilegítimo que engendró con la aristócrata Bárbara Edelpeck (no tuvo descendencia con sus tres primeras esposas, Isabel de Ceije, Catalina Podiebrad y Beatriz de Aragón); los Habsburgo, por supuesto, tampoco le reconocieron y el joven monarca se vio obligado a abdicar, siendo sustituido por Vladislao III de Bohemia. Janos no se resignó e intentó recuperar el trono al frente de un ejército que acabó derrotado, aunque el rey le concedió el Reino de Bosnia y el Ducado de Eslavonia para poner fin a la tensión.
Parte de los mandos del Ejército Negro habían apoyado a Vladislao pero éste tuvo que relajar la presión fiscal para mantenerse en el poder y se quedó sin fondos para costear a aquellas tropas, disolviéndolas; algunas se dedicaron al saqueo y tuvieron que ser aplastadas en el campo de batalla por el noble Pál Kinizsi en Szegednic, en el mes de agosto de 1492.
Mientras, otros mercenarios aislados en Silesia y Estiria tuvieron que enfrentarse al emperador Maximiliano I, que aprovechó el caos para apoderarse de Austria venciéndolos y contratándolos a continuación para invadir Hungría. Fue más una incursión que una invasión porque los mercenarios, ante la falta de pago, se negaron a asaltar Budapest. Maximiliano repartió a algunos por las guarniciones ocupadas pero para entonces el Ejército Negro, la más poderosa máquina de guerra europea del momento, había dejado de existir.
Fuentes
A thousand years of the Hungarian art of war (Anthony Tihamer Komjathy)/The Oxford Encyclopedia of Medieval Warfare and Military Technology (Clifford J. Rogers, ed)/Mercenaries in Medieval and Renaissance Europe (Hunt Janin y Ursula Carlson)/Hungary and the fall of Eastern Europe 1000–1568 (David Nicolle-Angus McBride)/Wikipedia
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