La Exposición Universal de París celebrada en 1889 ha pasado a la historia no tanto por el evento en sí como por la construcción ad hoc de la Torre Eiffel, que era el arco de entrada y se ha convertido en el icono por excelencia de la ciudad y de toda Francia.

A pesar de las duras críticas que su revolucionario diseño despertó entonces, la idea de tener un elemento arquitectónico-artístico que sirviera de emblema sentó precedente y cuatro años más tarde, con motivo de la Exposición Universal Colombina de Chicago, se volvió a recurrir a algo similar; en este caso se trataba de la primera noria ferial.

Conviene subrayar lo de ferial porque en realidad norias las hay desde la Antigüedad. Es un sistema básico que se empleaba -y se sigue empleando en algunos sitios- para sacar agua de pozos y cauces fluviales, funcionando según el sencillo principio de rosario hidráulico: una o dos ruedas engranadas festoneadas con recipientes que se llenan de agua al girar el ingenio, normalmente por tracción animal. Ello requiere, obviamente, que el lugar de la extracción tenga poca profundidad.

Popstal de la Exposición universal de París/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La palabra es de origen árabe (nā’urā) pero es un invento muy anterior, datado en sus versiones más añejas hacia el siglo III a.C en Mesopotamia. Ahora bien, la aplicación del invento al ocio se hizo esperar hasta finales del siglo XIX; la razón más evidente está en que ese concepto, el de ocio, no tenía las mismas características en otros tiempos; al menos de forma generalizada, limitándose a las clases privilegiadas. Tengamos en cuenta que no fue hasta principios del siglo XIX que los británicos acomodados empezaron a hacer escapadas a otros países, originando lo que hoy entendemos por vacaciones.

Pero a finales de siglo no sólo había ya días libres en las ciudades sino que se habían desarrollado formas de disfrutarlos a escala popular. Las ferias y exposiciones menudearon, pasando de ser eventos locales a nacionales y de éstos a internacionales desde mediados de la centuria decimonónica. Eran temporales, aunque algunas dejaban huella más perenne en forma de parques de atracciones o, como decíamos antes, de alguna estructura emblemática como la Torre Eiffel, el Palacio de Cristal, etc.

George Washington Gale Ferris/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Esto último es lo que motivó a los organizadores de la World’s Columbian Exposition, que iba a tener lugar en Chicago entre mayo y octubre de 1893. El nombre se debía a que conmemoraba el cuarto centenario de la llegada a América de Cristóbal Colón y, teniendo como sede una ciudad con una tradición arquitectónica de tanto peso, había que crear algo que fuera “original, atrevido y único”. De hecho, ese algo no se limitó a la arquitectura, ya que también fue la primera vez que se usaba iluminación eléctrica pública con bombillas (el famoso Tesla se encargó del montaje, tras ganarle el concurso a Edison, procediendo a un encendido simultáneo del sistema).

El caso es que se convocó a los ingenieros del país para que diseñaran ese algo rompedor y que igualara o superara la extraña pero triunfadora torre del francés Alexandre Gustave Eiffel, que pese a las reticencias iniciales había triunfado hasta el punto de que París decidió conservarla en vez de desmontarla, como estaba previsto originalmente. De entre todos ellos se llevó el gato al agua el joven George Washington Gale Ferris.

Nacido en Galesburg (Illinois) en 1859 pero criado en Carson Valley (Nevada) por trasladarse allí su familia cuando era pequeño, Ferris había dejado la vida campesina que le esperaba para ingresar en la Academia Militar de Oakland (California), donde se graduó en 1876. Luego estudió ingeniería civil en el Rensselaer Polytechnic Institute de Nueva York, iniciando su carrera profesional en la industria ferroviaria en 1881. En ese sector incluso fundó la G.W.G. Ferris & Co, una compañía de inspección de metales para ferrocarriles y construcción de puentes.

El ingeniero propuso a los organizadores una gran noria que en vez de agua moviera personas para su diversión y les permitiera contemplar el recinto desde una perspectiva aérea. Se construiría además utilizando el acero como material, siguiendo la estela que se imponía ya desde hacía tiempo en los puentes -precisamente su especialidad- y que Eiffel había consagrado definitivamente. La idea era tan osada -ya decimos que no había norias dedicadas a ese uso- que levantó cierto temor por motivos de seguridad.

Vista lateral de la Ferris Wheel/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Pero Ferris obtuvo el respaldo de otros destacados ingenieros y finalmente se le dio el visto bueno, aunque es cierto que para ello fue decisivo un factor aparte: por el momento la organización estaba siendo un desastre económico, con un déficit que hacía temer que desembocaría en catástrofe, y el proyecto de la noria permitió atraer a una serie de inversores nuevos dispuestos a poner 400.000 dólares, lo que podría reconducir el evento hacia la rentabilidad. Así fue, como veremos, pero a costa de acabar en litigios.

La parte expositiva del evento, en la que se levantaron pabellones de estilo clásico, se conocía como la Ciudad Blanca y fue determinante para impulsar el desarrollo de Chicago. Sin embargo, la noria se situó en Jackson Park, una zona habilitada como parque de atracciones bajo la dirección de Frederick Law Olmsted (fue la primera exposición que contó con uno independiente).

Se la bautizó como Ferris Wheel (Rueda de Ferris) y dadas sus dimensiones (80,4 metros de altura) fue necesario dotarla de buenos cimientos para sostener la estructura, usándose dinamita para abrirlos debido a que era invierno y el terreno estaba congelado.

Plano aéreo de la World’s Columbian Exposition; se aprecia la noria al fondo/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Es más, el frío amenazaba con congelar el cemento, por lo que los obreros tenían que regarlo con chorros de vapor para mantenerlo viable antes de colocar los grandes pilares de madera de 9,7 metros que debían sostener el eje. Éste medía 13,9 metros y pesaba 71 toneladas, y comprendía la que era la forja hueca más grande del mundo más 16 arañas de hierro fundido de casi 5 metros cada una en cuyos extremos iban 36 góndolas con 40 sillas giratorias y capacidad para 60 personas, de manera que el aforo total ascendía a 2.160 personas.

El 9 de junio de 1893 se hizo la primera prueba, poniendo en marcha el motor; funcionaba con calderas que, mediante tuberías subterráneas, enviaban el vapor que movía los pistones con un millar de caballos de fuerza. Fue un éxito y dejó anonadados a los que subieron, todos ellos trabajadores de la exposición, que por primera vez sentían el movimiento, suave pese a todo, de una rueda de tan colosal tamaño. Curiosamente su inventor, Ferris, no estuvo presente y le felicitaron por telegrama.

Vista a través de la estructura de la noria/Imagen: Brooklyn Museum en Wikimedia Commons

La noria abrió al público once días más tarde. Tardaba 20 minutos en dar un par de vueltas; en la primera hacía media docena de paradas para que los usuarios subieran o bajaran y en la segunda giraba durante 9 minutos seguidos. Con ese ritmo registró unos 38.000 pasajeros diarios que durante su etapa activa hasta 1906 sumaron un total de 2,5 millones. Como el ticket costaba 50 centavos, las recaudaciones resultaron decisivas para que la World’s Columbian Exposition tuviera unos jugosos beneficios de casi 750.000 dólares.

Y, como suele ocurrir en estos casos, el dinero trajo la discordia, Cuando terminó la feria Ferris demandó a la dirección al considerar que él y los inversores tenían derecho a una parte mayor que la que les habían pagado.

Fueron años de tribunales porque no sólo tuvo que atender ese proceso: también él fue demandado por un ingeniero llamado William Somers que había instalado tres norias en Asbury Park, Atlantic City y Coney Island antes que la de Chicago, por lo que reclamaba la patente, la denuncia fue desestimada al considerarse que se diferenciaban tecnológicamente.

En esta imagen se aprecia la gente dentro de las góndolas/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Como ocurrió con la torre Eiffel, el final de World’s Columbian Exposition no impidió que la noria siguiera funcionando; bien es cierto que se desmanteló y pasó un año en blanco pero en 1895 se montó de nuevo en el Lincoln Park de la misma ciudad, pese a la oposición de algunos vecinos.

La aprovecharon los hermanos Lumiére para rodar algunas películas mientras su creador fallecía en Pittsburgh, en noviembre de 1896, de fiebre tifoidea. Como dato extraño cabe decir que su cuerpo se incineró pero nadie fue a recoger las cenizas.

En 1903 la Ferris Wheel fue comprada por una empresa que la volvió a desmantelar para trasladarla en tren a la Louisiana Purchase Exposition, más conocida como Exposición Universal de St. Louis de 1904, proporciónandole también grandes beneficios.

Después no hubo ofertas por ella y se determinó su demolición definitiva, operación llevada a cabo de forma controlada con explosivos en 1906. Pero perduró su nombre porque hoy a las norias de feria se las llama ferris wheels.


Fuentes

Ferris Wheels. An illustrated history (Norman D. Anderson)/The World’s Columbian Exposition. The Chicago World’s Fair of 1893 (Norm Bolotin y Christine Laing)/The Midway Plaisance at the 1893 World’s Columbian Exposition in Chicago (Neil Gale)/Circles in the sky. The life and times of George Ferris (Richard G. Weingardt)/Wikipedia


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