Es muy frecuente encontrar imágenes de aves en el arte del Antiguo Egipto. Los vemos en pinturas y esculturas con especies de todo tipo, desde los patos que se cazaban en el Nilo al ibis que aportaba su cabeza al dios Toth, al buitre que remataba la corona blanca del reino alto en representación de Nejbet, pasando por el halcón asociado a Horus, quien se encarnaba en el faraón. Quedémonos con este último porque parece ser el plasmado en una de las piezas más insólitas del arte faraónico: el llamado Pájaro de Saqqara.

También se lo conoce como Planeador de Saqqara porque sus formas recuerdan bastante a las de un avión, algo que provocó algunas especulaciones pseudocientíficas, con el inclasificable Khalil Messiha a la cabeza, empeñado en que se trataba de una maqueta de un monoplano demostrativa de que los egipcios habían conseguido conquistar el cielo. Messiha, profesor de anatomía artística (en realidad se presenta como arqueólogo, médico, parapsicólogo, radiastesista y todo lo que se le ocurra), también era aficionado al aeromodelismo y quiso darle una vuelta de tuerca a la pieza.

Así, aseguró haber descubierto en ella una inscripción que otros arqueólogos no vieron -cosa curiosa teniendo en cuenta que el objeto mide 14 centímetros- y que decía Pa-di-Amón, traducible como «regalo de Amón». Era éste un dios local, tebano para más señas, que tras la invasión de los hicsos alcanzó importancia nacional asimilándose a Ra y convirtiéndose en el patrón de la clase clerical más poderosa del país. Amón era considerado el padre de los vientos y en su iconografía aparece con dos grandes plumas verticales en la cabeza.

Iconografía típica de Amón/Imagen: Jeff Dahl en Wikimedia Commons

El caso es que Messiha concluyó que aquellas palabras, junto con el hecho de que el pájaro no tuviera patas y que la cola fuera vertical en vez de horizontal, demostraban que no pretendía ser un ave sino un planeador. Consecuentemente, se embarcó en la tarea de construir un modelo a escala seis veces más grande con la ayuda de un ingeniero aeronáutico que, casualmente, era su hermano. Aseguró que lo hizo volar, aunque nadie lo vio y además tuvo que añadirle un estabilizador horizontal a la parte baja de la cola, del que carece el original -según él porque se perdió, pese a que no se aprecia indicio alguno de ello- porque si no el aparato se caía.

Todo esto ocurrió en 1969, época en la que, más o menos, se abría la puerta de ese tipo de temas que harían su agosto en los años setenta. De hecho, Messiha tuvo su momento de gloria en 1972, cuando las autoridades egipcias, dispuestas a dar cuerda al inevitable nacionalismo patrio que suponía para el país ser pionero de la aviación con cuatro mil años de adelanto, prestaron inauditos oídos a la teoría y organizaron una exposición del Museo Egipcio de El Cairo con la colaboración de los ministerios de Educación y del Aire: el tema era el aeromodelismo en el Antiguo Egipto, exhibiendo el Pájaro de Saqqara junto a otra docena de piezas parecidas. La muestra causó estupor en la comunidad científica que, por supuesto, no quiso refrendarla.

Casi medio siglo después, ese episodio queda como un estrambote más de la pseudociencia y ningún arqueólogo sostiene algo remotamente similar -aunque Messilha ha seguido explotando el tema-, entre otras cosas porque, y tener que decirlo ya es algo grotesco en sí, no se ha encontrado nunca un avión egipcio antiguo. Sí es cierto que, a esa escala, el Pájaro de Saqqara tiene buenas cualidades para el vuelo, lo que ha llevado a algunos investigadores a sugerir que podría ser una especie de búmeran para la caza de aves acuáticas, herramienta común en la época.

Khalil Messiha en 1988/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Mide 14 centímetros de longitud por 18 de envergadura, con las alas ligeramente curvas hacia abajo y una más larga que otra (7,7 centímetros frente a 7,6), lo que, combinado con su inusual cola vertical, facilitaría el giro y retorno a las manos del lanzador. Aunque no todos los búmerans vuelven a manos de su dueño (los que lo hacen no se usaban en la caza sino en rituales), se trata de un tipo de instrumento universal que aparece ya en la Prehistoria -se han encontrado algunos en Atapuerca- y se utilizaba tanto para la actividad cinegética como para la bélica. En la tumba de Tutankamón, sin ir mas lejos, había varios ejemplares.

En ese mismo sentido, de un tiempo a esta parte las teorías sobre el Pájaro de Saqqara han ido refinándose. Por su morfología y aerodinámica parece un halcón y, teniendo en cuenta que ese animal se asociaba a divinidades (como el citado Horus pero también a Ra-Horajty, la manifestación del anterior durante la aurora), podríamos considerarlo un objeto ceremonial. No hay ni probablemente habrá acuerdo sobre si se lanzaba a volar o no.

Una de las últimas y más aceptadas propuestas es que la pieza se colocaba en el extremo superior de los mástiles de las barcas sagradas empleadas en el festival Opet, que se celebraba anualmente durante el segundo mes de la inundación en honor de Amón-Ra y durante el cual los sacerdotes, en procesión, llevaban los citadas barcas a hombros a lo largo de la avenida que enlaza los templos de Karnak y Luxor. Terminaba con la transfusión de energía vital de Amón-Min a Amón-Ra para, por paralelismo, repercutir en un renacimiento simbólico del faraón.

Otra vista del objeto / foto dominio público en Wikimedia Commons

La razón para colocar la figura en lo alto de los palos sería usarla como veleta y, de hecho, en el templo de Jonsu (Karnak) hay relieves que muestran naves coronadas así, como las de Ramsés III, Herihor y Mery-Amón. Algo criticado por el inefable Messiha, quien dice que el agujero para la inserción no es original y se lo hicieron los funcionarios del Museo Egipcio de El Cairo para ensartarlo en una vara. Tampoco faltan quienes consideran que el Pájaro de Saqqara era un simple juguete infantil para un niño de clase acomodada.

El caso es que el contexto de su hallazgo no aclara gran cosa tampoco: lo encontró el arqueólogo francés Victor Loret en 1898 en el interior de un enterramiento de la necrópolis de Saqqara, donde está la famosa Pirámide Escalonada, pero poco más se sabe de dicha tumba y del pájaro. Los datos sólo dicen que es de madera de sicómoro, originalmente policromada para asemejar un halcón (cuerpo blanco con dos rayas rojas, ojos en lapislázuli, plumas de las alas en oro), que pesa poco más de 39 gramos y que está datado en torno al año 200 a.C, es decir, ya en el período ptolemaico.

Si alguien tiene curiosidad por verlo de cerca, se expone en la sala 22 del museo, catalogado con el número 6.347; el mismo sitio donde pasó desapercibido durante décadas, por hallarse rodeado de otras piezas con forma de ave, hasta que aquel día de 1969 llamó la atención de Messiha.


Fuentes

The Bird of Saqqara (Paula Mercado en Catchpenny Mysteries of Ancient Egypt)./Temples of Ancient Egypt (Byron E. Shaffer et al)/Historia antigua de Egipto y del Próximo Oriente (Antonio Pérez Largacha)/Mas allá del Egipto faraonico. Los verdaderos inventos de los egipcios (Violaine Vanoyeke)/¿Es eso cierto? (Alberto Granados)/Egipto, tierra de dioses (Nacho Ares)/The Saqqara Bird (Thomas Van Hare en Historic Wings)/Wikipedia.


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