Hay un dato muy interesante sobre las carreteras que sorprenderá a más de uno. Red viaria la ha habido desde la Antigüedad, pues el transporte la demandaba, pero la mayoría de las veces sólo eran caminos o pistas más o menos despejadas. Las carreteras como tales, es decir, pavimentadas, constituían la excepción y hubo que esperar al siglo XX para que se construyeran así de forma sistemática. Lo curioso fue que la iniciativa se debió a un aficionado al ciclismo, estadounidense cómo no, llamado Edward N. Hines.

Como digo, las carreteras con pavimento eran escasas pero las había. Se han encontrado en Ur e India, entre otros lugares, aunque los ejemplos más famosos fueron el Camino Real Persa y las calzadas romanas; sobre todo estas últimas porque no se trataba de casos aislados sino que integraban una densa red que conectaba buena parte del imperio y originaba el famoso dicho “Todos los caminos conducen a Roma”. De hecho, algunas siguieron utilizándose durante dos milenios y formaron el esquema básico de las comunicaciones por tierra en los antiguos territorios del imperio hasta hace medio siglo.

En realidad se podrían citar otros casos, aunque para lo que nos interesa aquí el más a propósito sería el de algunas carreteras medievales descubiertas en el entorno de Bagdad y que tenían como característica distintiva el estar alquitranadas (el alquitrán se obtenía por destilación del petróleo que, como sabemos, abunda extraordinariamente en toda la región y ya entonces se le sacaba rendimiento). O sea, que ya tenemos dos elementos aparejados como la carretera y su superficie firme.

Ciclistas de la League of American Wheelmen antes de una carrera en 1892/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Demos un salto adelante de unos cientos de años, hasta finales del siglo XIX, para encontrar al personaje que reseñaba al principio. Al igual que William Phelps Eno, del que ya hablamos aquí por inventar el código de circulación, Edward N. Hines nació en San Luis, Missouri (EEUU) en 1870 y su vida estaría estrechamente vinculada al sector de la circulación y el transporte. Era impresor de profesión pero una de sus grandes aficiones fue el ciclismo, que aunque entonces daba aún sus primeros pasos ya tenía cierta capacidad de seducción para algunos.

Hines entre ellos, hasta el punto de que formaba parte de un club ciclista llamado Detroit Wheelmen, del que llegó a ser presidente. También alcanzaría la vicepresidencia de la League of American Bicyclists (Liga de Ciclistas Americanos), una organización sin ánimo de lucro que promovía el deporte del pedal en el ámbito nacional. Al igual que ahora, los aficionados a la bicicleta tenían una preocupación especial por la red viaria, si bien no por los coches -todavía muy escasos- sino por el firme.

Viñeta de prensa de 1904 instando a destinar fondos para el objetivo de Good Roads Movement/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por eso Hines se incorporó en 1890 a una corriente de opinión que instaba al gobierno federal a transferir las competencias sobre carreteras a los condados de cada estado. Ese lobby era el Good Roads Movement, cuyo nombre resulta bien expresivo de sus objetivos (“Movimiento Buenas Carreteras“) y desarrolló una incesante actividad desde 1880 hasta 1920. Dio su primer fruto en 1893, al conseguir la aprobación de la Ley de Carreteras del Condado.

Hay que entender que, hasta entonces, las carreteras fuera de las ciudades eran sólo de tierra o, como mucho, de grava, algo que las hacía difícilmente practicables por la lluvia en invierno o el polvo en verano, de ahí que se pusiera como modelo el mantenimiento que se hacía en Europa. En ese sentido cabe recordar que en España, sin ir más lejos, y ya desde el siglo XVIII, el rey Fernando VI creó el cuerpo de peones camineros para cuidar del buen estado de las vías cada legua.

El protagonismo que había alcanzado Hines hizo que en 1906 fuera incluido en la Wayne County Board of Roads (Junta de Carreteras del Condado de Wayne), compartiendo membresía con Cassius R. Benton, comisionado de autopistas, y Henry Ford, el famoso fabricante automovilístico. La labor de esos hombres y de esa entidad en general llevó a que tres años más tarde se tomase una decisión trascendental: construir la primera milla completa de carretera pavimentada. Fue en Detroit, en el tramo de Woodward Avenue, entre las millas seis y siete.

La gracia del asunto estaba en el cambio de pavimento sustituyendo el macadán. Este material, cuyo nombre procede de su inventor, el ingeniero escocés John Loudon McAdam, era la forma habitual de construcción desde 1823; sin embargo, aparte del peligro que suponía para los ciclistas al tratarse de árido grueso compactado por otro fino (grava, piedras en esencia, que formaban una capa pero que estaban sueltas), la aparición de vehículos a motor y el aumento del tráfico las estropeaban más y con mayor frecuencia. El hormigón asfáltico, recientemente inventado y que mezclaba macadán con asfalto, daba mejor resultado al ser más compacto y costaba menos.

También fue crucial la dotación de algo que convertía en moderna aquella nueva carretera, tal como ahora la entendemos: una línea pintada en el centro para separar los dos carriles, uno en cada dirección. La idea se le ocurrió a Hines tras ver circular un camión de leche que tenía una fuga e iba dejando un rastro blanco detrás, pero seguramente no fue plenamente consciente de la trascendencia de aquello, considerado uno de los dispositivos de seguridad más importantes de la historia del transporte terrestre.

Construcción de la primera carretera de macadán en EEUU, 1823/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Claro que ideas originales no le faltaban a Hines. Otra fue crear un equipo encargado de retirar la nieve a las cunetas, dejando despejado el pavimento para poder circular; algo muy necesario en un estado como Míchigan, que en invierno alcanza temperaturas bastante bajas y registra nevadas de un metro de media. Y no se quedó ahí. También impulsó la eliminación de elementos que afeaban el paisaje (carteles publicitarios, tendidos eléctricos…); es más, para embellecer el viaje quería que se adquirieran las tierras que había a ambos lados del camino y se transformaran en parques con árboles y flores.

Por otra parte, promovió legislación para impedir que el ganado y los carros de tiro animal accedieran a las carreteras, a causa de los daños que producían en ellas, algo que le supuso una dura oposición por parte del sector rural. Y recaudó fondos por suscripción popular para el mantenimiento de la red a través del periódico Detroit Journal.

Para entonces, hacía tiempo que Hines había ampliado sus miras y ya no defendía sólo a los ciclistas sino también a los automovilistas, que iban in crescendo en EEUU. De hecho, en 1916 fundó el Detroit Automobile Club junto a William Ernest Metzger, pionero de la venta de vehículos, creador de uno de los primeros concesionarios y colaborador en la creación de dos empresas fabricantes, la E-M Company (la M es precisamente por su apellido) y la más conocida Cadillac. Hines fue, asimismo, uno de los inventores del control de acceso a según qué tipo de vía (expresas, autovías, autopistas, etc).

Consecuentemente, hoy tiene un lugar de honor en la historia contemporánea del tráfico rodado: no sólo fue distinguido con premios y galardones en vida e incluso después, ya que el último fue en 2011 (falleció en 1938 en aquel Wayne County de Detroit que tanto contribuyó a desarrollar), sino que en 1972 se le incluyó en el Michigan Transportation Hall of Honor.


Fuentes

Detroit. 1900-1930. Images of America (Richard Bak)/Rail-Trails Michigan and Wisconsin. The definitive guide to the region’s top multiuse trails (Rails-to-Trails Conservancy, ed)/Northville Michigan (Barbara G. Louie)/Detroit. A motor city history (David Lee Poremba)/m-bike.org/Wikipedia


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