¿Se imaginan a la republicana Francia rindiendo pleitesía a la reina Isabel II y su política exterior condicionada a los intereses de la Commomnwealth, en la que estaría integrada? Pues al parecer fue algo que se planteó en 1956, durante una visita del Primer Ministro galo a Londres, según documentos de los Archivos Nacionales británicos recientemente desclasificados y hechos públicos por la BBC.

El mundo cambió de forma considerable tras la Segunda Guerra Mundial. Territorialmente, por supuesto, pero también en otros planos como el político y el económico. Y eso incluía las mentalidades nacionales, que tendieron a ceder parte de su individualidad para asociarse en entidades más grandes. Así, a lo largo de lo que quedaba de los años cuarenta y las décadas siguientes, fueron surgiendo la ONU (1945), la OTAN (1949), el COMECON (Consejo de Ayuda Mutua Económica, que aglutinaba a países del bloque socialista desde 1949), el Pacto de Varsovia, etc.

La mayoría de estas alianzas eran militares o económicas pero a finales de los cincuenta empezaron a plantearse agrupaciones supranacionales y algunas incluso se llevaron a la práctica, aunque efímeramente. Fue el caso, por ejemplo, de la República Árabe Unida, formada por Egipto y Siria en 1958 como un primer paso de lo que debía ser un gran estado panárabe, los Estados Unidos Árabes, a los que se adhirió Yemen poco después. El proyecto se terminó en 1961 con el golpe de estado sirio pero Egipto conservó el nombre de República Árabe Unida durante diez años.

Territorios de Francia y Reino Unido/Imagen: Geordie Bosanko en Wikimedia Commons

Lo sorprendente es el caso franco-británico porque se mantuvo en secreto y, de hecho, no parece que pasara de una mera idea comentada extraoficialmente entre sus mandatarios, sin desarrollo y, probablemente, sin llegar a tomársela en serio de verdad. El contexto internacional debió jugar su papel en la propuesta. La economía de Francia pasaba por una etapa difícil, agravada por su salida de Asia en 1954 tras la Guerra de Indochina y la explosiva situación que había en Argelia, donde el FNL había iniciado la guerra de independencia.

La cosa se agravó con la llamada Crisis de Suez, originada por la nacionalización en julio de 1956 del canal por el presidente egipcio Nasser, que privaba a franceses y británicos del usufructo de su explotación hasta 1968, según el contrato legal. Para agravar la tensión internacional, el mundo comunista estaba en efervescencia desde la muerte de Stalin tres años antes, con varios países deseosos de abandonar el Pacto de Varsovia. La cuestión egipcia derivaría en la Guerra del Sinaí y la europea en la intervención de los tanques soviéticos en Hungría, en ambos casos ese mes de octubre.

Se entiende pues la preocupación que tenía el primer ministro galo Guy Mollet el 10 de septiembre, cuando viajó a Londres para entrevistarse con su homólogo, Sir Anthony Eden. Aparte de que Mollet era un reconocido anglófilo (y profesor de inglés), ambas naciones mantenían muy buena relación por el esfuerzo británico en la defensa de Francia en la contienda contra Hitler (y antes, en la Primera Guerra Mundial) y porque ahora seguían siendo aliadas al compartir intereses comunes como el citado del Canal de Suez (que, de hecho, intentarían solucionar con una operación militar conjunta).

Un Centurion británico desembarcando en Port Said/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

No hay -o no se ha conservado- documentación oficial que recoja una proposición de unión entre ambos países ni de sus detalles, si es que los tenía. Pero la BBC sí ha desvelado documentos secundarios con referencias. Uno de ellos está fechado el 28 de septiembre, es decir, un mes antes de que los ejércitos británico y francés iniciaran bombardeos en Port Said para dar cobertura a un desembarco anfibio mientras Israel, que temía un ataque egipcio, lanzaba la fulminante Operación Kadesh y ocupaba el Sinaí.

Registra una conversación que mantuvo Eden con su secretario de gabinete, Sir Norman Brook. Dice textualmente:

«El PM (Primer Ministro) le dijo por teléfono [a Brook] que, a la luz de sus conversaciones con los franceses, pensaba:

· Que debemos dar consideración inmediata a que Francia se una a la Commonwealth.
· Que el Sr. Mollet pensaba que no sería difícil que Francia aceptara el liderazgo de Su Majestad.
· Que los franceses acogerían un acuerdo común sobre las bases irlandesas [en referencia al estatus que tenía Irlanda]».

Cabe puntualizar que una propuesta parecida -en espíritu, no formalmente- se hizo al año siguiente en un ámbito supranacional más amplio y desembocó en la firma del Tratado de Roma de marzo de 1957 por parte de Alemania Federal, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, originando lo que sería el Mercado Común Europeo, un paso adelante respecto a organismos previos como la CECA (Comunidad europea del Carbón y del Acero, 1951) germen de la actual Unión Europea.

En cualquier caso, como se ve, Mollet no tuvo éxito y la idea quedó aparcada hasta la citada desclasificación de archivos, llevada a cabo en 2007; la BBC difundió el documento en un programa que tituló, con cierto humor, An unlikely marriage (Un matrimonio improbable) mientras la embajada francesa emitía un comunicado de sorpresa y remitía a una imposible búsqueda en los archivos nacionales de su país.

Por cierto, Charles Pasqua, por entonces ministro de Interior, dijo que si Mollet hubiera hecho la petición de forma oficial habría sido acusado de traición (y eso que había luchado en la Resistencia).

Guy Mollet en 1959/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Muchos se preguntarán, no sin cierta sorna, qué nombre habría adoptado la entidad resultante de aquella inaudita unión; Mark Thomson, el periodista de BBC News que lo publicó, usó el término humorístico Frangleterre.

Lo cierto es que tan inaudita no era, puesto que ya hubo antes un planteamiento similar y encima a instancias británicas. Fue Winston Churchill quien propuso a Charles De Gaulle la posibilidad de fundir sus respectivos países. Es verdad que lo hizo en un contexto dramático, tras la retirada de Dunkerque que dejaba Francia ocupada por las tropas alemanas.

Así, a mediados de junio de 1940, tras la retirada de la BEF (British Expeditionary Force) de Dunkerque en la dramática Operación Dinamo, el premier británico hacía pública una asombrosa Declaración de unión, presumiblemente temporal hasta alcanzar la victoria:

«En este momento, el más decisivo de la historia del mundo moderno, los Gobiernos del Reino Unido y de la República Francesa hacen esta declaración de unión indisoluble y de su indomable resolución en común defensa de la justicia y de la libertad contra un sistema que reduce a la Humanidad a una vida de autómatas y esclavos.

Los Gobiernos declaran que Francia y la Gran Bretaña no serán por más tiempo dos naciones, sino una Unión franco-británica. Se establecerá una Constitución de la Unión, que dispondrá la creación de organismos comunes de Defensa y Asuntos Extranjeros, Políticos y Económicos. Todo ciudadano de Francia disfrutará inmediatamente de la ciudadanía de la Gran Bretaña y todo súbdito británico será al mismo tiempo ciudadano francés. Ambos países compartirán la responsabilidad de reparar las devastaciones de la guerra, habrá un Gabinete de Guerra único y todas las fuerzas de Inglaterra y Francia, en tierra, mar y aire, serán colocadas bajo su dirección. Este Gabinete gobernará desde donde mejor pueda hacerlo. Los dos parlamentos serán asociados formalmente. Las naciones del Imperio Británico están ya formando nuevos ejércitos. Francia aportará sus fuerzas útiles en tierra, mar y aire. La Unión apela a los Estados Unidos para fortalecer los recursos económicos de los aliados y para prestar ayuda con su poderoso material a la causa común. La Unión concentrará toda su fuerza contra la potencia del enemigo, sea donde fuere la batalla. Y de esta manera venceremos».

Sin embargo, pudo más la desconfianza. Varios políticos galos lo rechazaron temiendo una anexión encubierta y un héroe de la guerra anterior, el mariscal Pétain, opinaba que fusionarse con Gran Bretaña era hacerlo con un cadáver, tal era su perspectiva sobre el futuro del país vecino ante la imparable Alemania.

Poco después, el propio Pétain firmaba un armisticio y quedaba al frente de un gobierno títere zanjando la cuestión. No tuvo tanto ojo como pensaba.


Fuentes

When Britain and France nearly married (Mike Thomson en BBC News)/June 1940, Great Britain and the first attempt to build a European Union (Andrea Bosco)/End of the affair. The collapse of the anglo-french alliance, 1939-40 (Eleanor M. Gates)/Wikipedia


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