Poseer una nacionalidad, esto es, ser ciudadano de un país y tener un documento de identidad o un pasaporte, es algo que habitualmente damos por sentado. Pero lo cierto es que hoy en día existen millones de personas en el mundo que no tienen ninguna nacionalidad, y por consiguiente no pueden viajar, abrir una cuenta bancaria o acceder a asistencia sanitaria ni a recibir educación. Quizá el caso más de actualidad en estos momentos es el de los Rohingya de Myanmar (Birmania).

Pero ¿cómo es posible no tener ninguna nacionalidad? Obviamente perdiéndola por diferentes causas. En la mayoría de los casos son los gobiernos quienes retiran o deniegan la nacionalidad a ciudadanos que la poseen por derecho de nacimiento, ya sea por cuestiones políticas, sociales o religiosas. En otros, porque se ha dejado de cumplir algún requisito esencial, como puede ser la renovación de la ciudadanía. También por la desaparición del país, como les sucedió a algunas personas tras la desintegración de la Unión Soviética o de Yugoslavia. Y en algún caso excepcional por propia renuncia del interesado.

Quizá el caso individual más conocido es el del iraní Mehran Karimi Nasseri, expulsado de su país y que pasó 18 años viviendo en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, después de que Francia le denegase la entrada.

Modelo de Pasaporte Nansen / foto novossiltzeff.com

Pero no se trata de un fenómeno de ahora. Aquí ya hablamos en un artículo anterior del Pasaporte Nansen, un documento expedido a refugiados y apátridas en la década de 1920 y reconocido por medio centenar de estados, que permitió a más de 450.000 personas encontrar un nuevo hogar.

En la actualidad algunos países como Letonia expiden pasaportes y documentos de identidad a los no-ciudadanos que no poseen ninguna nacionalidad, caso de los ciudadanos rusos soviéticos que quedaron en territorio letón tras la desaparición de su país.

Pero quien se ocupa principalmente de estas cuestiones es el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Según sus datos hoy existen en el mundo al menos 10 millones de personas apátridas a los que se les deniega la nacionalidad. El objetivo de ACNUR es acabar con esta situación para el año 2024.

Como decíamos al principio, uno de los casos más singulares de apatridia es el de los Rohingya, tanto por la situación de emergencia en que se hallan como por el hecho de negárseles la nacionalidad en un lugar en el que llevan viviendo al menos 17 siglos.

Localización de Arakan hacia el año 400 / foto Thomas A.Lessman en Wikimedia Commons

Los Rohingya son un pueblo asentado desde el siglo IV en la región costera de Arakan en Asia Sudoriental. La zona, que hoy pertenece a Myanmar (Birmania), limita con la bahía de Bengala al oeste, con el subcontinente indio al norte y con la propia Birmania al este. Hablan un lenguaje indoario y son de mayoría musulmana, religión que se extendió por la región en el siglo VIII.

Tuvieron su propio estado, el reino de Mrauk, durante 300 años, hasta que llegaron los holandeses y portugueses a partir del siglo XVI. Tras la conquista de la India por los británicos Arakan se convirtió en una de sus divisiones administrativas, y luego durante la Segunda Guerra Mundial fue ocupado por los japoneses. Tras el conflicto se convirtió en una provincia de Birmania.

Refugiados Rohingya / foto ACNUR

Para entonces los Rohingya eran ya una minoría en la población, y en 1982 el gobierno les retiró la nacionalidad. Ocho años más tarde cambiaba el nombre milenario de Arakan por el Rakhine, reflejando la dominación de la mayoría de esa etnia. A partir de ahí se inició el conflicto que dura hasta la actualidad, con episodios de violencia que llegaron a su punto álgido en agosto de 2017, y que supusieron la huida masiva de refugiados Rohingya a los países limítrofes. Solo en Bangladesh hay ya 400.000 en los campos de refugiados creados en la década de 1990.

No existe precedente en la historia moderna, ni siquiera comparable, a la situación de los Rohingya, declarados apátridas en su propia tierra, donde habitan desde hace más de 1.700 años. La situación es de tal magnitud que ACNUR ha tenido que lanzar un llamamiento para la donación de ayuda humanitaria a nivel internacional.


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