De acuerdo, el título es una hipérbole bromística. Pero sólo hasta cierto punto porque los propietarios de basenjis pueden dar fe de que sus mascotas no ladran, que emiten un sonido bastante similar al jodeln o yodel (el canto típico del Tirol) y jugar con ellos es como tener puesta de fondo la banda sonora de Heidi.

Tiene su gracia porque el basenji no es originario de Europa sino de la parte central-occidental de África, donde se cría ancestralmente como perro de caza y rastreo, de ahí que los clubes caninos internacionales suelan incluirlo taxonómicamente entre los sabuesos. Cuando digo que esa cría es ancestral hay que tomarlo literalmente e incluso más allá porque, según los expertos, el basenji también se diferencia de los demás cánidos en que no desciende del lobo sino que comparte un antepasado común con él.

Así parecen indicarlo los análisis de ADN. Mientras el del perro doméstico, cuyo genoma ha sido secuenciado, demuestra que es una subespecie del lobo gris que habitaba la tierra en el Pleistoceno tardío, diversificándose artificialmente en razas a lo largo de la Historia (la mayoría de las actuales decimonónicas), el del basenji y el del dingo australiano (Canis lupus dingo) apuntan a que son basales, es decir, derivados genéticamente de un linaje temprano muy cercano al citado antepasado común.

Un dingo con su característico andar/Imagen: Jarrod Amoore en Wikimedia Commons

Es decir, la existencia del basenji se remonta muy atrás y no es casualidad que su origen se sitúe en el continente negro. Más concretamente, en la cuenca del Congo, donde tuvieron que adaptarse a un hábitat salvaje y complejo, la selva, y se convirtieron en magníficos compañeros cinegéticos para el Hombre. De hecho, su nombre deriva de la expresión mbwá na basenzi, que usaban los azande y los mangbetu en el idioma lingala (una lengua bantú extendida por varios países del áfrica central), y significa perros de los aldeanos.

No obstante, en swahili la denominación usada es mbwa shenzi (perro salvaje) y hay más versiones dialectales que aluden a su comportamiento para describirlo, como m’bwa m’kube m’bwa wamwitu, perro que salta arriba y abajo, alusiva a la costumbre de saltar que adopta el animal para otear a sus presas. Se deduce fácilmente, pues, la interactuación entre basenjis y humanos durante milenios; incluso resulta patente su similitud con los tesem, los canes que utilizaban los antiguos egipcios para la caza menor, tan a menudo representados en su arte.

Fue precisamente en su tierra congoleña donde los exploradores europeos descubrieron al basenji, allá por 1885, apreciando enseguida sus ventajas: eran rápidos, valerosos y, sobre todo, silenciosos, cualidades muy útiles en la caza. No parecen ser tan inteligentes como otras razas, pero sus defensores oponen que la catalogación suele basarse en la reacción ante una orden -lo que podría ser una simple complacencia-, mientras que el basenji tiene la capacidad de discernir por sí mismo cuál es la acción más conveniente en cada momento. O dicho de otra manera, los basenji no serían los cerebritos del instituto, pero sacarían tan buenas notas como ellos averiguando las preguntas de los exámenes la noche anterior; y encima luego las venderían.

Un basenji de tono oscuro, menos fecuente/Imagen: MarkK en Wikimedia Commons

En cualquier caso, convencieron lo suficiente como para que se intentase llevar la raza a Inglaterra y criarla allí. Por entonces la llamaban terrier del Congo. No fue tarea fácil, ya que los primeros ejemplares trasladados mostraron ser muy afectables por el cambio de entorno y fallecieron pronto. Hubo que esperar casi cincuenta años para que los avances en tratamiento de enfermedades consiguieran su supervivencia en las islas británicas y luego en EEUU, de manera que los antepasados de los basenjis actuales del mundo occidental se sitúan cronológicamente en 1936, cuando Olivia Burns sacó adelante dos.

El basenji fue inscrito oficialmente como raza en 1943 y desde entonces alcanzó gran popularidad, aunque ya sabemos que eso va por modas y últimamente ha descendido. Quizá porque no resulta fácil colocar los ejemplares, ya que tienden a establecer vínculo afectivo con un único dueño porque son bastante independientes y, al parecer, no llevan bien compartir su espacio con otras mascotas; quizá les puede el instinto cazador. Tampoco son fáciles de entrenar y no les gusta el clima húmedo.

También influirán su propensión a ciertas enfermedades, entre ellas las alteraciones oculares (como la degeneración retinal, que puede acabar en ceguera), el síndrome de Fanconi (problemas de riñón), anemia (tienen un gen recesivo que la produce), displasia de cadera (algo frecuente en muchas razas caninas) y trastornos intestinales autoinmunes (tratables con dieta). Claro que, pese a los males reseñados, su media de vida supera los trece años y medio -superior a la de otras razas de su tamaño- y hay registrados casos longevos que alcanzaron los diecisiete.

Un cachorro con el típico gesto basenji de arrugar la frente/Imagen: fugzu en Wikimedia Commons

Asimismo, puede verse el vaso medio lleno y considerar sus excelentes aptitudes cinegéticas o para la vigilancia. Los basenji son pequeños, de entre once y trece kilos (las hembras un poco menos), con pelo corto, grandes orejas triangulares y complexión fuerte pero atlética. Tienen una característica cola curva y un cuello bastante grácil, como grácil es también su andar, que algunos asemejan al trote de caballo. Otro movimiento típico consiste en erguirse sobre sus patas traseras cuando sienten curiosidad por algo y, para hacer más peculiar su comportamiento, adoran escalar, como si fueran gatos.

Y hay más. En primer lugar, carecen de un olor característico, tal cual les pasa a los dingos, y, como ellos, sólo entran en celo una vez al año. Ahora bien, es incuestionable que lo realmente llamativo de estos perros es el sonido que emiten en vez de ladrido. Esa especie de canto tirolés se debe a la poco usual forma de su laringe que, sin duda, es toda una seña de identidad racial y puede ser el resultado de un proceso de selección humana a lo largo de siglos, en busca de animales que ladrasen con frecuencia para usarlos como vigilantes en los poblados.

Lo cierto es que tampoco es un caso único porque el llamado perro cantor de Nueva Guinea (Canis lupus hallstromi) aúlla en un tono modulado de tal forma que parece que esté cantando. En su caso no yodel, que cada cual tiene su estilo.


Fuentes

Basenjis. Everything about history, purchase, care, training, and health (Mary Lou Kenworthy)/Medical, genetic & behavioral risk factors of Basenjis (Dr. Ross Clark)/El basenji (Robin L. Simmons)/Origin and history of the basenji (basenji.org)/Wikipedia


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