Es posible que hayan oído hablar del Ferrocarril Subterráneo, una red clandestina dedicada a organizar la fuga de esclavos negros desde los estados del Sur de EEUU a los del Norte y Canadá, y cuyo nombre se debió a la terminología ferroviaria que sus integrantes utilizaban en clave. El modelo sentó escuela y durante la Segunda Guerra Mundial fue imitado en Bélgica para ayudar a escapar a los soldados británicos que habían quedado aislados tras la evacuación de Dunkerque o a los aviadores caídos tras las líneas enemigas. Fue la llamada Le Réseau Comète (La Línea Cometa o Red Cometa).

La línea empezaba en Bruselas, donde se ocultaba en pisos francos preparados ad hoc para los «viajeros» y se les proporcionaba descanso, refugio y atención (comida, ropa civil) mientras se les hacían documentos falsos. La ruta seguía luego hasta Francia, que atravesaban con guías para llegar a España, cuya neutralidad era, en principio, una garantía. El objetivo era cruzar el país desde el norte (pasando de Bayona a Bilbao o San Sabastián ) y alcanzar Gibraltar.

Por supuesto, ésa era la idea básica que luego se aplicaba siguiendo itinerarios diversos según las circunstancias, aunque había otras tres que complementaban la principal: la Pat Line (París-Limoges-Toulouse-Barcelona), la Pat 2 (París-Dijon-Lyon-Aviñón-Marsella-Nimes-Perpiñán-Barcelona) y la Sherburne Line, que iba directamente a Gran Bretaña (París-Rennes-St. Brieuc-Dartmouth).

Andree de Jongh, creadora de la Línea Cometa/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Le Réseau Comète estaba integrada por gente diversa relacionada con la Resistencia y que trabajaban sobre el terreno. De entre los nombres más destacados se podrían citar al reverendo escocés Donald Caskie o la franco-belga Monique de Bissy, que acabaron arrestados por la Gestapo. Algunos, como Jean-François Nothomb, Michelle Dumon o Elvire de Greef, recibirían condecoraciones y no faltaban aristócratas en sus filas, como el barón Jean Greindl o el conde Jacques Legrelle, por citar sólo unos pocos. Asimismo, abundaban los religiosos y médicos católicos.

De todos ellos merece una atención especial una joven de veinticuatro años y a la que se conocía como Dédée porque, al fin y al cabo, fue la creadora de aquel montaje. Su verdadero nombre era Andrée Eugénie Adrienne de Jongh, natural de la localidad belga de Schaebeek, donde nació a finales de 1916, curiosamente durante la ocupación del país por Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Su padre la marcó profundamente, determinando su vida con su ejemplo personal. Se llamaba Frédéric De Jongh y era un sencillo maestro de escuela que, sin embargo, formaría parte también de la Resistencia.

Pero hubo otra persona que impresionó tanto a Andrée que decidió imitarla. Se trataba de Edith Cavell, una enfermera británica que dirigía L’École Belge d’Infirmières Diplômées, donde trataba a soldados británicos heridos y los ayudaba a escapar hacia los vecinos Países Bajos, que eran neutrales. Cavell sacó a cientos de ellos hasta que los alemanes descubrieron su juego: en realidad era una espía del MI6, así que en octubre de 1915 la condenaron a muerte a despecho de las presiones diplomáticas que hicieron EEUU (que aún no era beligerante), y el embajador de España Rodrigo de Saavedra.

Cavell fue fusilada al día siguiente precisamente para evitar esas gestiones pero, como suele pasar, su figura cobró entonces dimensiones míticas en artículos, libros y panfletos, convirtiéndose en una heroína internacional. El propio Estado Mayor germano admitió que su muerte había sido un error propagandístico al exacerbar los ánimos de medio mundo. Andrée de Jongh, que nació al año siguiente, estuvo siempre influida por su figura y, de hecho, estudió enfermería; seguramente entonces ni siquiera imaginaba que seguiría sus pasos también en el terreno bélico.

Y es que en mayo de 1940 la Wehrmacht ocupaba Bélgica y ella se alistaba como voluntaria de la Cruz Roja en Bruselas. La Operación Dinamo, es decir, la evacuación del BEF (British Expeditionary Force) desde las playas de Dunkerque, permitió a los Aliados poner a salvo a unos 200.000 soldados británicos y otros 100.000 más entre franceses y belgas. Pero atrás quedaron muchos que no pudieron escapar por estar heridos en hospitales o quedar aislados. A ellos dedicaron sus esfuerzos los De Jongh, que se habían incorporado a la Resistencia.

Soldados británicos retirándose en Dunkerque/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La labor oficial de Andrée era atender heridos pero en secreto habilitaba casas seguras para los otros. En el verano de 1941 ya tenía una red organizada en colaboración con Arnold Deppé y Elvire De Greef-Berlemont, que hacían un papel similar en el sur de Francia. Los fugitivos atravesaban territorio hostil por la zona controlada por el Gobierno de Vichy usando trenes y recorriendo casi dos millares de kilómetros hasta la frontera de España.

Sin embargo, el primer intento resultó infructuoso al encontrarse que las autoridades españolas, simpatizantes del eje, arrestaban a los británicos. Sólo dos de once pudieron retornar a Inglaterra, así que la propia Andrée acompañó personalmente al siguiente grupo al pensar que una mujer resultaba menos sospechosa al pasar fronteras.

En agosto, tras viajar por ferrocarril desde París hasta Bayona y pasar a pie los Pirineos, se presentó en el consulado británico de Bilbao acompañada de un soldado escocés del BEF (James Cromar, de Aberdeen) y dos voluntarios belgas (Merchiers y Sterckmans) solicitando ayuda. El mayor Norman Crockatt y el teniente James Langley, encargados del MI9 (el servicio de inteligencia militar), dieron el visto bueno, entre otras cosas porque la cosa les tocaba de cerca: Langley había perdido un brazo en Dunkerque el año anterior. De esta forma, se diseñó una ruta hacia Gibraltar que pasaba por el consulado en Madrid.

La ayuda del MI9 permitió que unos 400 soldados pudieran escapar de Bélgica y regresar a su país. Airey Neave, miembro del MI9 famoso por haber sido el primer oficial que logró evadirse del campo de prisioneros Oflag IV-C (la célebre Prisión de Colditz) y que después formó parte del Tribunal Internacional de Nuremberg, dejó escrito que Dédée (recordemos, el alias de Andrée) había pasado a ser una de sus mejores agentes; el Pequeño Ciclón, la apodaba. Fue Neave quien diseñó la ruta alternativa entre la costa de la Bretaña Francesa y Darmouth, una localidad de Devon asomada al Canal de la Mancha desde donde zarpaban cañoneras con espías y suministros para la Resistencia y regresaban con prisioneros fugados.

Lo cierto es que aquella compleja red, bautizada decíamos como Le Réseau Comète por su rapidez, suponía un riesgo evidente para los involucrados debido a la frecuencia de sus operaciones y a que, a partir de noviembre de 1942, los alemanes ocuparon también la Francia meridional, de manera que todo el país quedaba bajo su control directo. Andrée todavía ayudó a escapar a 118 aliados (entre ellos 80 tripulaciones de aviones derribados) en una treintena de viajes, pero era cuestión de tiempo que les descubrieran.

En efecto, la mismísima Abwehr (inteligencia militar alemana) tomó cartas en el asunto, si bien el grueso del trabajo corrió a cargo de la temible Geheime Feldpolizei (policía militar secreta), cuyo cometido era precisamente el antiespionaje, la lucha contra sabotajes y la eliminación de la Resistencia, entre otras competencias. La Línea Cometa fue descubierta, en parte gracias a delaciones, y cientos de miembros detenidos; su destino, previo paso por la siniestra sala de interrogatorio de la Brigade Spéciale N°2, especializada en torturas, fue el pelotón de fusilamiento o los campos de concentración.

Uno de los que cayeron fue Frédéric de Jongh, el padre de Andrée, capturado por la Gestapo en París en junio de 1943 y ejecutado un año más tarde junto a otros veintitrés miembros de la red. Andrée había sido arrestada seis meses antes que él, el 15 de enero de 1943, en su caso en Urrugne (País Vasco Francés), cuando se encontraba en la última etapa de su trigésimo tercer viaje a España disponiéndose a cruzar los Pirineos. Tuvo suerte porque. pese a confesar ser dirigente de la red, no dio ningún nombre y eso hizo que los nazis no creyean que tuviera tanta importancia, así que la enviaron a la prisión parisina de Fresnes.

Prisioneras trabajando en el Campo de Ravensbrück/Imagen: Bundesarchiv, Bild 183-1985-0417-15, en Wikimedia Commons

La oleada de detenciones no supuso el final de Le Réseau Comète ni mucho menos, pues siguió funcionando y todavía puso a salvo a otros 700 soldados aliados más. Entretanto, Andrée fue trasladada al campo de concentración femenino de Ravensbrück y de allí al de exterminio de Mauthausen, «para enemigos incorregibles del Reich». No obstante, y pese a enfermar de gravedad por la desnutrición, logró sobrevivir hasta la liberación del lugar en abril de 1945; otros compañeros de organización no tuvieron esa suerte.

Con el final de la guerra acabaron las andanzas de Dédée pero no las de Andrée, que se fue a África para trabajar abnegadamente en leproserías. Ella misma explicaría en entrevistas que era algo que quería hacer desde la adolescencia. Estuvo en el Congo Belga, Camerún, Etiopía y Senegal hasta que sus problemas de salud, derivados de su paso por Mauthausen, le pasaron factura y tuvo que volver a Europa.

Establecida definitivamente en Bruselas, llegó el momento de los reconocimientos, recibiendo la Medal of Freedom estadounidense para civiles en guerra, la George Medal británica «para actos de gran valentía» y la Legión de Honor francesa. Asimismo, su país la admitió en la Orden de Leopoldo belga y le entregó la Croix de Guerre al valor, obteniendo además el rango de teniente coronel del ejército. Mucho después, en 1985, el rey Balduino la incorporó a la aristocracia haciéndola condesa.

A pesar de sus achaques, Andrée de Jongh fue longeva; vivió noventa años, llegando el fin de su azarosa existencia en 2007. Está enterrada junto a sus padres en la cripta familiar del cementerio de Schaarbek, su ciudad natal. Según el MI9, la Línea Cometa llegó a tener cerca de 14.000 colaboradores que pusieron a salvo un total de 2.373 militares británicos y unos 2.700 de EEUU.


Fuentes

Combatientes en la sombra. La historia definitiva de la Resistencia francesa (Robert Gildea)/Heroínas de la Segunda Guerra Mundial. 26 historias de espionaje, sabotaje, resistencia y rescate (Kathryn J. Atwood)/Warrior women. 3000 years of courage and heroism/The Comet Connection. Escape from Hitler’s Europe (George Watt)/Little Cyclone. The girl who started the Comet Line (Airey Neave)/The Freedom Line. The brave men and women who rescued allied airmen from the nazis during the World War II (Oeter Eisner)/Silent heroes. Downed airmen and the French Underground (Sherri Greene Ottis)/Wikipedia


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