Nicolás Copérnico fue un monje y astrónomo polaco que a principios del siglo XVI formuló la teoría heliocéntrica del Sistema Solar que ya había sido propuesta por Aristarco de Samos en la Antigüedad. Con ello se inició el cambio de paradigma en la ciencia, que a partir de entonces comenzó a abandonar el viejo sistema ptolemaico y se impuso el principio de que la Tierra no era especial, no estaba en el centro del Universo ni ocupaba en él un lugar privilegiado.
A mediados del siglo XX el físico y matemático Hermann Bondi dio a este principio el nombre de principio copernicano en honor del astrónomo, y para el año 2000 se pudo confirmar su validez gracias a las mediciones de la radiación de fondo de microondas del Universo.
En el año 1969 el cosmólogo y profesor de astrofísica de la Universidad de Princeton, John Richard Gott se hallaba de viaje en Berlín cuando se le ocurrió aplicar el principio de mediocridad para predecir la caída del muro.
El principio de mediocridad es como se denomina al principio copernicano cuando se aplica en filosofía de la ciencia y en las ciencias sociales, y básicamente dice que no existen observadores privilegiados para un fenómeno dado y que no hay nada intrínsecamente especial en ningún momento histórico. Es decir, que no somos el centro del Universo.
En aquel momento en 1969 Gott calculó, con un 50 por ciento de fiabilidad, que el muro duraría entre 2 y 24 años. Veinte años más tarde, en 1989, el muro cayó.
En 1993 se atrevió a utilizar el principio copernicano para estimar la duración de la especie humana. En aquella ocasión lo hizo mediante un artículo en la revista Nature, y aumentando el porcentaje de probabilidad hasta el 95 por ciento. El resultado de su predicción fue que la especie humana todavía perdurará entre 5.100 y 7,8 millones de años. Un período bastante similar a la de otros homínidos: (el Homo erectus, nuestro antepasado directo, se extinguió a los 1,6 millones de años y el Homo neanderthalensis, a los 0,3 millones).
Por supuesto que es un arco temporal muy amplio. Cuanto mayor es la probabilidad mayor es también el arco temporal. Siguiendo este modelo Gott realizó otra serie de predicciones, demostrando que de cada 100 un 95 por ciento eran acertadas. Veamos cómo lo hizo y cómo podemos utilizar el método para realizar nuestras propias predicciones de una manera científica, siguiendo las propias explicaciones de Gott en su maravilloso libro de 2002 Los viajes en el tiempo y el universo de Einstein.
El método se basa en dos desigualdades que dependen de dos variables: el tiempo actual de existencia y un factor de fiabilidad que varía de 0 a 100 por ciento.
Las condiciones para poder emplear el principio son básicamente, en primer lugar, que solo se pueden realizar sobre acontecimientos en que haya observadores inteligentes (no podemos predecir la longevidad del Universo, porque no había observadores en su comienzo ni seguramente los habrá en su final). En segundo lugar, nuestro punto de vista no tiene que resultar especial, es decir que no debemos tener ninguna relación con el acontecimiento (por ello el método no sirve para predecir nuestra propia muerte, ya que podemos influir en ello). Y además, debemos conocer el tiempo transcurrido entre el inicio del evento y el momento en que realizamos la predicción.
Imaginemos que cumplimos con esas condiciones y que nos encontramos en el 1 de septiembre de 1941, somos un observador inteligente y queremos predecir cuanto durará la Segunda Guerra Mundial con un 95 por ciento de fiabilidad. Además no tenemos ninguna posición especial en el conflicto ni podemos influir de forma alguna en él. Vamos allá:
Primero vamos a dividir el 100 por 100 del tiempo de duración de la guerra (que todavía no conocemos) en tres partes, dejando un 95 por ciento del total en el medio y con un 2,5 por ciento al principio y otro 2,5 por ciento al final. En ese 95 por ciento es donde vamos a realizar la predicción para obtener ese porcentaje de fiabilidad. Hay que tener en cuenta que 2,5 por ciento es igual a 1/40.
Sabiendo, condición indispensable, el tiempo que ha transcurrido y que en nuestro caso serían 2 años (puesto que la guerra comenzó el 1 de septiembre de 1939), si estuviéramos realizando nuestra observación justo al comienzo del período intermedio podríamos deducir: que puesto que el primer 2,5 por ciento (o 1/40) corresponde a los 2 años que han transcurrido, el resto, es decir, el 97,5 por ciento (39/40) que queda de conflicto, durará 39 veces más, es decir 78 años. Sumados a los 2 que ya conocemos da una extensión total de 80 años.
Por el contrario, si estuviéramos realizando nuestra observación al final del período intermedio deduciríamos: que puesto que los 2 primeros años (730 días) corresponden al 97,5 por ciento (39/40) del total, lo que resta de guerra sería solo un 2,5 por ciento (1/40), es decir 19 días. La duración total sería de 2 años y 19 días.
Siguiendo el principio copernicano y con un 95 por ciento de fiabilidad habríamos predicho el 1 de septiembre de 1941 que la Segunda Guerra Mundial duraría entre 19 días y 78 años más.
Evidentemente aquí el arco temporal también es demasiado extenso, pero como dijimos antes, eso hace que la fiabilidad sea más alta. Si reducimos este porcentaje de probabilidad se reduciría también el tiempo.
Veamos que pasaría si reducimos la fiabilidad al 50 por ciento. En el primer caso, si el observador estuviera situado al comienzo del periodo intermedio todavía quedarían 6 años más de guerra. Y en el segundo caso, si el observador estuviera situado al final del período intermedio, quedarían 8 meses más. Por tanto, con un 50 por ciento de fiabilidad un observador habría podido predecir el 1 de septiembre de 1941 que la Segunda Guerra Mundial todavía duraría entre 8 meses y 6 años más.
La guerra finalizó el 2 de septiembre de 1945, con una duración total de 6 años y 1 día. De modo que incluso reduciendo la fiabilidad al 50 por ciento la predicción habría sido correcta.
Siguiendo con la misma época histórica, apunta Gott en su libro:
En 1934, tras llevar sólo un año en el poder, Adolf Hitler hizo una famosa y siniestra predicción, según la cual no habría ninguna revolución en Alemania en los siguientes mil años. Su afirmación de que el Tercer Reich duraría mil años más sobresaltó al mundo entero. Afortunadamente su predicción fue temeraria, pues en aquel momento la fórmula copernicana habría predicho con el 95% de confianza que la longevidad futura del Tercer Reich sería superior a nueve días, pero inferior a treinta y nueve años. Cumpliendo esta predicción, tanto Hitler como el Tercer Reich pasaron a mejor vida once años después.
Y es que el método arroja un singular resultado dependiendo del tiempo transcurrido. Las cosas que son muy antiguas tienden a perdurar más, o lo que es lo mismo, cuanto más dura un acontecimiento más probabilidades hay de que siga perdurando. Un ejemplo es lo que comenta Gott:
La famosa lista de las Siete Maravillas del Mundo se remonta aproximadamente al año 150 a. C., la época de Antípater de Sidón. Dos de las Siete Maravillas (los jardines colgantes de Babilonia y el coloso de Rodas) no existían ya en el momento en que se confeccionó la lista, pero sí las otras cinco: la estatua de Zeus en Olimpia, el templo de Artemisa en Efeso, el mausoleo de Halicarnaso, el faro de Alejandría y las pirámides de Egipto. Ninguna de las cuatro maravillas que tenían menos de cuatrocientos años en aquel momento se halla hoy día en pie. Sólo la más antigua —las pirámides, que ya tenían entonces dos mil cuatrocientos años— ha sobrevivido. Las cosas que han sobrevivido largo tiempo tienden a perdurar aún mucho tiempo más. Las que no han durado mucho suelen desaparecer en breve plazo.
Por supuesto el método de John Richard Gott no está exento de críticas por muchos de sus colegas científicos. Pero ¿funciona? Haz tus propias pruebas.
Fuentes
Los viajes en el tiempo y el universo de Einstein (J. Richard Gott, 2002) / Wikipedia.
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