¿Se imaginan un método de cómputo cronológico para la Historia humana que en vez de partir del año 1 d.C. se remontara diez milenios antes? Ello supondría que ahora estaríamos en el 12018 porque habríamos empezado a contar aproximadamente desde finales del Mesolítico (también llamado Epipaleolítico)-comienzos del Neolítico, en la transición del Pleistoceno al Holoceno, de ahí que a este sistema teórico se lo haya bautizado como Calendario Holoceno.

De un tiempo a esta parte menudean propuestas alternativas de este tipo para conseguir una que esté libre de fundamento religioso y pueda satisfacer a todos, eliminando de paso la ausencia de un año cero y unificando los calendarios de todo el mundo. Por ejemplo, hoy en día, el mundo cristiano usa el Anno Domini, es decir, el que tiene el nacimiento de Cristo como referencia, mientras que los musulmanes emplean la Hégira, o sea, la fecha de la huida de Mahoma desde La Meca a Medina.

Como eso último ocurrió en el 622 d.C., y teniendo en cuenta que los musulmanes usan años lunares, que son más cortos (354 días), al hacer la equivalencia es necesario sumar 621 o 622 días, por resumir una operación matemática que, en realidad, resulta más complicada porque depende de algunos factores más. De todas formas, el Anno Domini partía de una fecha errónea, ya que el monje Dionisio el Exiguo calculó la fecha del nacimiento de Cristo basándose en el reinado de Herodes el Grande y la situó en el 753 a.u.c. (ab urbe condita, es decir, desde la fundación de Roma), cuando tenía que haber sido en el 748.

El papa Gregorio XIII (Lavinia Fontana)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por otra parte, el sistema cristiano también tuvo diferencias internas porque hubo un calendario juliano y otro gregoriano. El primero fue una adaptación del romano (de hecho se llama así en honor de Julio César) y, a su vez, era una reforma del egipcio. Sin embargo, calculaba la duración del año en 365,25 días, lo que no era del todo exacto, por lo que fue acumulando retraso con el paso de los siglos: hasta 13 días. Por eso el papa Gregorio XIII (que a la postre dio nombre al nuevo calendario) promulgó la bula Inter Gravissimas que ordenaba mejorarlo y en 1582 España, Portugal e Italia adoptaron oficialmente el propuesto por una comisión de la Universidad de Salamanca (otros, como británicos o griegos ortodoxos, no lo hicieron hasta el siglo XVIII).

El problema es que no todo el mundo es cristiano ni está satisfecho con esa denominación, incluso en el ámbito occidental, de ahí las propuestas de cambio a las que nos referíamos al principio. La más simple -y cada vez más extendida en el mundo científico y cultural- es la que sustituye las siglas a.C. y d.C. (antes de Cristo y después de Cristo) por e.c., y a.e.c. (era común y antes de la era común), que tiene la ventaja de satisfacer a todos, tanto a los ateos como a los religiosos (que lo pueden interpretar como era cristiana).

Otras opciones son variaciones similares, como p. y a.p. (presente y antes del presente). Lo que pasa es que todo esto únicamente soluciona la cuestión parcialmente; en occidente; chinos, hindúes, budistas y muchos más seguirían usando sus calendarios. Hacía falta una propuesta integradora que tuviera alcance universal y ahí entra en liza el italiano Cesare Emiliani, un prestigioso geólogo y micropaleontólogo nacido en Bolonia en 1922 y que se hizo un nombre en su campo académico como creador de la paleo-oceanografía.

A lo largo de su carrera científica, Emiliani publicó docenas de libros de investigación, la mayoría de ellos relacionados con su trabajo con isótopos marinos como medio para conocer mejor la evolución de los fondos oceánicos, las glaciaciones y la tectónica de placas, especialmente durante el Pleistoceno. Falleció en 1995 pero antes dejó a la Ciencia un último legado al que dedicó sus postreros años: promover la reforma del sistema cronológico aportando la idea citada antes del Calendario Holoceno.

Esquema del Cenozoico/Imagen: Wikipedia

Emiliani era un humanista del siglo XX y trataba de solventar tanto la disconformidad de muchos colegas con el cómputo cristiano como la brecha temporal que producía la inexistencia del año cero; empezar a contar desde más atrás solucionaba esa cuestión y permitía integrar a todas las culturas. Así que situó ese punto de partida en lo que consideraba el comienzo de la «era humana», hace unos 12.000 años, al pasar de la vida de cazadores-recolectores a la asentada y agrícola con la Revolución Neolítica. Fue la entrada en el que llamamos período Holoceno, aunque el italiano no llegó a ponerle ese nombre a su propuesta.

¿Qué es exactamente el Holoceno? Para entenderlo conviene consultar un esquema de las eras geológicas. La última es el Cenozoico, que empezó hace unos 66 millones de años y se divide en tres fases: Paleógeno (subdividido en Paleoceno, Eoceno y Oligoceno), Neógeno (subdividido en Mioceno y Plioceno) y Cuaternario; este último, iniciado hace 2,5 millones de años, se divide en dos períodos que son el Pleistoceno (cuando el Hombre, desde Homo habilis, empieza a usar herramientas en lo que se conoce como Paleolítico) y el Holoceno, que arrancó a finales de la última glaciación trayendo un clima más cálido y en el que estaríamos ahora.

Esquema cronológico según el Calendario Holoceno/Imagen: Universal Holocene Calendar

Por supuesto, como pasa en todo lo relativo a la Prehistoria, el Holoceno no empezó en una fecha concreta. Unos científicos hablaban de 12.700 años a.C., otros 10.970… dependía del evento histórico o la pieza arqueológica que tomasen como referencia (agricultura, primeros asentamientos, etc). El debate siempre había existido y desde que Emiliani presentó su calendario entre 1993 y 1994 se recrudeció. No obstante, la voluntad común era fijar una fecha válida para todos y se logró en 2013, cuando la IUGS (International Union of Geological Sciences, un organismo científico dedicado a la cooperación internacional en el campo de la geología) adoptó oficialmente el 9701 a.C. a partir del recuento de capas de hielo de Groenlandia.

Emiliani, que la redondeó en el 10000 por razones prácticas, consideraba que el Calendario Holoceno podía remediar unos cuantos problemas. No sólo el de la incierta fecha del nacimiento de Cristo o el de la comodidad de los no creyentes sino, sobre todo, el tener que contar antes o después de ese presunto nacimiento, partiendo además de un año que ni siquiera se incluye, el 0. Con el el nuevo sistema sólo habría fechas positivas, pues las anteriores nunca se citan como efemérides sino como cómputos más generales. Ello simplificaría los resultados de los sistemas de datación (carbono 14, dendrocronología, termoluminiscencia, etc) y unificaría las cronologías de todo el mundo.

La conversión es sencilla porque basta con sumar 10.000 años a la fecha actual. Más difícil parece romper los esquemas mentales y superar las barreras de la religión.


Fuentes

Calendar reform (Cesare Emiliani)/Breaking up time. Negotiating the borders between present, past and future (Chris Lorenz y Berber Bevernage)/Marking time. The epic quest to invent the perfect calendar (Duncan Steel)/Prehistoria I. Las primeras etapas de la humanidad (VVAA)/Wikipedia


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