Ese fenómeno que es la recuperación por motivos turísticos de la Semana Santa por parte de ayuntamientos y municipios declarados laicos o aconfesionales no es algo único de España ni se circunscribe al cristianismo. A mediados de los años cincuenta del siglo XX, coincidiendo con el despegue del turismo, el gobierno turco legalizó de nuevo la danza giratoria de los derviches que había prohibido Kemal Ataturk en 1923 y hoy en día constituye uno de los espectáculos más llamativos para los visitantes.

Yo tuve ocasión de contemplar una variante en Egipto, país que durante siglos estuvo bajo la dominación otomana y, por tanto, asumió también esa manifestación cultural-religiosa. No consistía en un círculo de derviches danzando, como hacen en Turquía, porque sólo eran tres; tampoco vestían esas ropas tradicionales de blanco inmaculado sino otras de corte similar pero multicromáticas.

Por lo demás, el desarrollo era parecido, basado en un baile en el que los oficiantes giraban sobre sí mismos una vuelta y otra durante varios minutos al ritmo de la música de instrumentos tradicionales.

Sufíes egipcios/Imagen: Tsidoti en Wikimedia Commons

Supongo que una persona normal acabaría con un mareo considerable; ellos no, seguramente por aquello de que entran en una especie de éxtasis místico durante el cual se elevan hacia la Verdad en plena paz espiritual y liberándose del ego. Es una ceremonia muy vistosa que llaman Sema y que en 2008 la UNESCO incorporó a su lista del Patrimonio cultural Inmaterial de la Humanidad. Como cabe imaginar, sus orígenes se remontan cientos de años atrás y están estrechamente vinculados a la orden sufí de los Mevleví, nombre original de los citados derviches, derivado del término mawlana (nuestro maestro).

Derviche es la castellanización de la palabra persa darwish, cuya traducción literal es visitador de puertas pero que en realidad hace referencia a los mendigos. No unos cualquiera sino los ascetas mendicantes que vivían de la caridad al haber hecho voto de pobreza. Muchos practicaban el sufismo, la rama mística del Islam que eligió ese tariq, es decir, camino, basándose en que el propio Mahoma lo había practicado y que busca la qurba o conexión con Dios, pudiéndose alcanzar en ese trayecto la walaya o santidad.

Derviches persas en torno a 1870/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Los sufíes se organizaban en hermandades denominadas genéricamente turuq (plural de tariqa), que a través del estudio del Corán y la sunna facilitaban la purificación del alma y, por tanto, la materialización de la hagiqa (realidad divina) y la ma’arifa (conocimiento de Dios). No había unidad metodológica en esas cofradías, así que cada una tenía un desarrollo diferente. La primera tariqa conocida, denominada Qadiriyya, se fundó en el año 1166, pero la que nos interesa aquí es la Mevleví, del siglo XIII.

Rumí con su discípulo y sucesor Hüsamettin Çelebi/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La crearon en 1273 los discípulos de Yalāl ad-Dīn Muhammad Balkhi, un poeta, erudito y teólogo natural de Balj (actual Afganistán, por entonces una provincia persa), aunque el capítulo más destacado de su vida lo vivió en Konya, ciudad del Sultanato de la Anatolia selyúcida donde se instaló abrazando el sufismo tras conocer a un místico vagabundo y originando una escuela.

Era el mawlana o maestro al que se refiere el nombre de la orden. El impulsor práctico de ésta fue Hüsamettin Çelebi, su sucesor, quien también se ocupó de enterrarle en un magnífico mausoleo, destino de peregrinaciones y hoy museo.

La orden Mevlevi guarda ciertas semejanzas con otras integradas por derviches, como la citada Qadiriyya, la Rifa’i (también anterior, de 1182) o la Kalenderis.

Se basan en los principios místicos descritos antes pero el elemento diferencial es la práctica de la Sema, el ritual musical en el que los derviches giran mientras suena la música de flautas, tambores y laúdes, usando el dhikr, o sea la repetición continua del nombre de Dios y versos del Corán tipo Allahu Akbar (Dios es el más grande), Subhan Allah (Gloria a Dios), La ilaha illa-llah (No hay más dios que Alá), etc.

Se trata, en suma, de un uaÿd o trance extático que se lleva a cabo en un samahane, una sala ad hoc, con todos los participantes girando no sólo sobre sí sino también alrededor de su líder. Los giros se hacen apoyándose en el pie izquierdo y con un vestuario específico formado por la tennure (vestido blanco que tiene sentido funerario), el hirka (un manto negro metáfora de la tumba) y la sikke kulah (un gorro alto de color marrón equivalente a la lápida). Ahora bien, los giros sólo son una parte más de la Sama, que se divide en cuatro fases.

Una sama en Konya/Imagen: Mevlanax en Wikimedia Commons

La primera empìeza con el Naat, en el que un oficiante reza una oración en memoria de Mahoma, y acaba con el Taskim, una melodía tocada con flauta que simboliza la separación de Dios. La segunda es el Devr-i Veled, en el que los derviches hacen una procesión en fila india para después arrodillarse y despojarse de sus hirkas. La tercera se llama los Cuatro Salams y es la parte central de la ceremonia porque los derviches empiezan sus giros en torno a su maestro con la mano derecha apuntando al cielo y la izquierda al suelo; cada salam es una etapa del viaje espiritual del creyente (reconocimiento de Dios, de su unidad, entrega total y unión con Él) y al final el maestro se une a la danza, terminando ésta con otro Taskim. La cuarta y última fase de la Sama es otra oración.

Como cabía esperar, hay una leyenda sobre la forma en que surgió la idea de la Sema. Dice que Rumí (el apodo por el que era conocido Yalāl ad-Dīn Muhammad Balkhi y que es un gentilicio de la Tierra de Rum, que es como los turcos selyúcidas llamaban a Anatolia en alusión al Imperio Romano de Oriente) paseaba por el mercado de Konya cuando escuchó el repiqueteo rítmico de los orfebres creyendo entender la expresión «La elaha ella’llah» (No hay más Dios que Alá) entonado por los trabajadores. Entonces él estiró los brazos y se unió a la salmodia dando vueltas.

El mausoleo de Rumí es ahora el Museo Mevlana/Imagen: Nazzarenoagnostinelli en Wikimedia Commons

En cualquier caso, la orden Mevleví salió adelante y se asentó con bastante predicamento en el Imperio Otomano, atrayendo a varios personajes destacados del califato y consiguiendo que Mehmed I le otorgase numerosos obsequios. Por eso, aparte del centro principal de Konya -que es donde está la mezquita en la que reposan los restos de Rumí-, los mavlelíes tienen una segunda sede en Estambul, en el distrito de Beyoğlu. Se puede entrar libremente a ambas. Por supuesto, poco a poco fue difundiéndose por otros sitios, entre los que cabe contar el mencionado Egipto, Libia, Palestina e incluso algunas regiones balcánicas (se sabe que en Sarajevo hubo una sede).

Es por ello que el sufismo derviche ha dado algunos artistas de consideración en varios campos, como la poesía o la música; Şeyh Galip, Ismail Ankaravi, Abdullah Sari, Mustafa Dede, Mustafa Itri y Alí Siraÿaní fueron algunos de los más renombrados. No obstante, los aficionados a la historia militar es posible que conozcan el nombre de Mavleví por otras razones más mundanas: en la Primera Guerra Mundial el gobierno otomano contó con un regimiento bautizado así, integrado en el Cuarto Ejército y destinado a Siria y Palestina. Estaba formado por los ochocientos derviches voluntarios del Batallón Mucahidin-i Mevleviyye de Konya, al que dos años más tarde se les unió otro de soldados regulares. Apenas llegaron a entrar en combate y en septiembre de 1918 el regimiento fue disuelto.

Como explicaba al principio, en 1925 la orden quedó proscrita por ley pero en 1953 se empezaron a autorizar samas públicas esporádicamente, más para atraer turismo que por razones religiosas. Hoy en día la orden está dirigida por Faruk Hemdem Celebi, un descendiente de vigésima generación de Rumí.


Fuentes

The Whirling Dervishes (Shems Friedlander)/Rumi. Past and present, East and West. The life, teachings and poetry of Jalâl al-Din Rumi (Franklin D. Lewis)/Sufism, music and society in Turkey and the Middle East (Anders Hammarlund,Tord Olsson y Elisabeth Ozdalga)/Western sufism. From the Abbasids to the New Age (Mark Sedgwick)/The Threshold Society/Mevlana/Wikipedia


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