Tallar una escalera en la roca de una montaña es una indudable ayuda para hacer la ascensión, especialmente para quien no tenga experiencia en escalada. Ahora bien, bajar después quizá no sea tan fácil; al menos no tanto como podría parecer a priori.
Como los 700 escalones del Kalavantinicha Sulka, un pico de paredes casi verticales donde los escalones, húmedos por la lluvia, invitan al resbalón y prometen una descarga de adrenalina casi tan grande como la de la propia altitud.
Situémonos geográficamente en la India. Corriendo paralelos a la costa oeste están los Ghats Occidentales, una cadena montañosa que se extiende desde la zona oeste del Decán (la meseta que ocupa la mayor parte del territorio centro-sur indio) hasta prácticamente el extremo sur del país, al distrito de Nilgiris, donde acaba en el macizo homónimo (aunque tienen una extensión aislada en las Montañas Cardamomo, ya en el estado de Kerala).
Las Ghats tienen un doble atractivo que combina lo natural con lo histórico, pues allí está el Fuerte de Prabalgad, también conocido como Kalavantin Durg, ubicado en el distrito de Raigad, en el estado de Maharastra, que es el que ocupa buena parte de la franja litoral occidental; se asoma al Mar Arábigo pero extendiéndose también muy al interior.
Originalmente el fuerte se llamaba Muranjan y fue construido durante el Imperio Bahmani, un sultanato islámico (chiíta para más señas) que debía su nombre a su legendario fundador, el persa Bahmán, y que dominó la región entre los siglos XIV y XV hasta que se disgregó en los llamados cinco Sultanatos de Decán.
Se supone que quien mandó construir el fuerte fue una reina llamada Kalavantin -de ahí el nombre de la montaña- de la que apenas quedan más datos. Eso fue hacia el año 500 a.C., coincidiendo cronológicamente con la época en que vivió Buda. Pero su momento de gloria en la Historia llegó un milenio más tarde, cuando uno de esos sultanatos reseñados, el de Ahmadnagar, se hizo con su control en 1418 durante el gobierno de su ministro Malik Ahmad.
Pero ese sultanato también se desintegró luego ante el avance del Imperio Mogol, un estado túrquico islámico que dominó la mitad norte del subcontinente indio extendiéndose hasta puntos de zonas tan lejanas como las actuales Bangladesh, Afganistán e incluso Irán. El maharajá Chhatrapati Shivaji llegó a crear su propio reino en Raigad en 1674, manteniendo con los mogoles una tensa relación, ora buena, ora mala. Fue este gobernante quien rebautizó el fuerte como Prabalgad tras arrebatárselo al sardar mogol, Kesar Singh.
No es ése el único bastión que hay en los contornos, ya que las escarpadas cimas de las Ghats acogen otros como el Chanderi, el Peb, el Manikgad o el Karnala, pero sí el que realmente nos interesa aquí porque corona la cima del citado Kalavantinicha SulkaKa, también conocido como Kalavati o Kalavantin a secas, un pico de 685 metros de altitud situado en el extremo septentrional de la Meseta de Prabal, cerca del pueblo de Vajepur.
Allá arriba, adaptándose al escaso espacio disponible, las murallas de granito del fortín que protegen las ruinas -un templo en honor de Ganesa y poco más-, parecen mantener el equilibrio a duras penas en abierto desafío a la ley de la gravedad, igual que en 1657 retó a las tropas de Chhatrapati Shivaji hasta sus últimas consecuencias: se cuenta que, una vez vencidos los defensores, sus esposas pusieron en práctica el ritual jauhar, que estipulaba la muerte colectiva de las mujeres rajput antes que el deshonor.
Por supuesto, el interés histórico o arqueológico del fuerte palidece al lado de la experiencia de acceder a él. Se parte desde las vecinas aldeas de Shedung o de Thakurwadi en una ruta que ocupa unas tres horas aproximadamente (más otras tantas de regreso) y cuya etapa estrella es la escalera tallada en el farallón.
Suele empezarse a primera hora, no tanto por la temperatura -más bien fresca, ya que se trata de alta montaña, unos 2.300 metros- sobre el nivel del mar-como por no arriesgarse a que haya cualquier posible retraso que obligue a hacer luego el descenso sin luz, algo que no es en absoluto recomendable si uno no quiere jugarse el pellejo.
Porque si el ascenso va a costar un esfuerzo, bajar esos escalones mojados y tan verticales que impiden hacerlo de pie normalmente puede resultar extenuante; y ojo, que no hay barandillas ni cuerdas.
Guarda cierto parecido con el Huayna Picchu (ese pico característico que se ve tras la ciudadela de Machu Picchu), al que se sube también por una escalera similar; incluso en la misma India hay otro ejemplo que vimos aquí, el de Fort Harihar. Quien padezca vértigo queda descartado pero, eso sí, el que sea capaz de resistirlo se verá recompensado con espléndidas panorámicas desde lo alto.
Fuentes
Historia de la India (Thomas George Percival Spear)/Offbeat tracks in Maharashtra (Milind Gunaji)/Rajwata. Aavishkar Gad Killayacha (Rohit Pralhadrao Kale)/Wikipedia
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