Después de Tavolara y la República de Ezo vamos a echar un vistazo a otro de esos estados fantasma: el Imperio Romanov o Trono Imperial ¿Les suena? El apellido al menos sí, ya que corresponde al de la dinastía que gobernaba el Imperio Ruso hasta 1917, en que la revolución la derrocó. No se trata de una casualidad: el fundador de este país, al que no reconoce nadie y cuyo territorio legítimo está en África, es también el líder del Partido Monárquico de Rusia. Se llama Anton Bakov y, además de político, es empresario y escritor.

Bakov, natural de Sverdlovsk (actual Ekaterimburgo), donde nació en 1965, entró en el mundo de la política en tiempos de Gorbachov con un marcado planteamiento anticomunista (que en 2016 plasmaría en promover un juicio público contra Lenin y Stalin) pero que iba un paso más allá de una oposición normal, ya que reivindicaba la restauración del zarismo. En 1994 consiguió un escaño en la Duma del Óblast (una especie de provincia) de Sverdlovsk, lo que le dio una plataforma para publicitar sus propuestas a la vez que desarrollaba una intensa actividad.

Así, impulsó los servicios sociales mediante subsidios a desfavorecidos y subida de pensiones; encabezó la retirada de símbolos y nombres de calles relacionadas con el estalinismo; creó un movimiento cuyo objetivo era combatir la corrupción y el crimen organizado (especialmente contra la mafia local, llamada Uralmash); organizó cooperativas de crédito y fomentó la aparición de pequeños propietarios; estableció una nueva moneda (el franco de los Urales) durante la crisis de 1996, etc.

Anton Bakov en 2010/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En 2003 dio el salto a la política nacional consiguiendo ser elegido diputado. Entonces se incorporó a la coalición conservadora Unión de Fuerzas de Derechas, creando un sindicato dirigido a la clase media. En 2012 fundó el citado Partido Monárquico de Rusia, el único de esas características del país, que propugna la conversión de la Federación Rusa en una monarquía constitucional basándose en la idea de que la Revolución Rusa fue un golpe ilegal y el Imperio Ruso nunca se abolió oficialmente.

Bakov es polifacético porque además de inventor (tiene una veintena de patentes registradas) y escritor (ha publicado media docena de libros de historia y actualidad) posee grandes fincas que, como empresario, suele utilizar para ambiciosos proyectos de desarrollo (agencias turísticas, una aerolínea, industria metalúrgica…). Pero también en ellas ha restaurado varios palacios imperiales que habían resultado destruidos durante la Guerra Civil; al fin y al cabo, él es el Presidente del Fondo Imperial de Palacio y Archicanciller del Imperio Romanov, cuya jefatura de estado recae sobre el príncipe Karl Emich de Leiningen.

Karl Emich y su esposa el día de su conversión a la fe ortodoxa/Imagen: Anton Bakov en Wikimedia Commons

En realidad este último es alemán de nacimiento pero descendiente directo no morganático de los Románov a través de su abuela, la gran duquesa Maria Kirillovna, hija mayor del gran duque Cirilo (Kirill Vladimirovich). Curiosamente, Karl Emich también está emparentado con los Hannover, si bien fue excluido de la sucesión al trono británico por estar casado con una católica. Posteriormente se divorció, tras un nuevo matrimonio civil con la condesa Isabelle von und zu Egloffstei y cumplido el requisito de convertirse a la fe ortodoxa, ambos han adoptado nuevos nombres para la ocasión: Nikolai Kiríllovich (Nicolás III) y Ekaterina Feodorovna.

La cuestión de la sucesión de Rusia es compleja debido a la vigencia de la Ley Sálica en 1917 y a que hay varias tendencias; todas enfrentadas, como suele ocurrir. Por un lado, el que entonces era legítimo heredero del zar (tras el fusilamiento de su primogénito), su primo el citado Cirilo, simpatizó con los revolucionarios y, por tanto, fue excluido de la línea sucesoria, aunque él se autoproclamó zar en 1924; por otro, los que defienden la línea del gran duque Vladimir Aleksándrovich (tío de Nicolás II); y finalmente el candidato que defiende la Asociación de la Familia Romanov, Nicolás Románovich, hijo de uno de los miembros de la familia imperial que pudo ponerse a salvo en Francia.

El Imperio Romanov, cuyo nombre oficial es hoy Estado Soberano Sede Imperial, recuperó como escudo el águila bicéfala zarista pero sosteniendo con cada pata una hoz y un martillo más San Jorge matando al dragón en medio; al menos inicialmente, hasta que con la aceptación del candidato al trono lo cambió por un águila imperial negra con un crismón (las iniciales de Cristo) y sustituyendo los símbolos comunistas por un cetro y un orbe. La bandera es una cruz de San Andrés azul sobre fondo blanco, que era la que usaba la Armada Imperial Rusa. Además no acuña moneda porque ha adoptado el bitcoin de forma oficial.

El escudo actual del Imperio Romanov/Imagen: Thommy en Wikimedia Commons

El problema, sin embargo, no está en los símbolos sino en el territorio estatal; dado que éste se encuentra adscrito a la Federación Rusa, lo que reivindica el Imperio Romanov son las tierras de ultramar que estaban despobladas cuando fueron descubiertas por marinos rusos desde tiempos de Pedro el Grande hasta principios del siglo XX y que nunca fueron formalmente incorporadas a la Unión Soviética.

Son diecisiete lugares: los atolones pacíficos Suwarrow, Bellinghausen, Escholtz, Tuanake, Hiti, Erikub y Toke, más las islas Borodino Norte, Borodino Sur, Visokoi, Zaradovskiy, Leskov, Lisianski, Panafidin y Pedro I; también la Antártida, pues los rusos atribuyen su descubrimiento a la expedición de Fabian von Bellingshausen y y Mijail Petrovich Lazarev en 1820. Por supuesto, todos estos sitios están hoy bajo jurisdicción de otros países (Japón, EEUU, Reino Unido, Francia…), de igual manera que otros territorios históricos forman parte de Finlandia, Polonia y varias repúblicas ex-soviéticas, aunque en estos casos se ha renunciado a ellos de forma expresa en la constitución refrendada por Nicolás III.

Anton Bakov despachando con Karl Emich/Imagen: Anton Bakov en Wikimedia Commons

Esa carta magna define al Trono Imperial o Imperio Romanov como «un estado soberano, una monarquía constitucional» que pretende juntar los tronos romano y bizantino. Heredero, pues, del Imperio Ruso pero también evocador de aquel sueño de Sofía Paleóloga y el Papa de reproducir en el Este una Tercera Roma tras la caída de Constantinopla (de hecho, Bakov gestionó la canonización de ese personaje y de su esposo, Iván III).

Las leyes estipulan un consejo de ministros con presidencia, vicepresidencia y carteras de Finanzas, Justicia, Asuntos Exteriores, Inversiones, Palacio Imperial y Pan y Tierra.

La capital y la Duma (parlamento) deberían estar en el entorno de Ekaterimburgo y se solicitó a Rusia la cesión de tierras para ello. El sitio era emblemático porque allí fue fusilada la familia del zar pero la respuesta fue negativa, claro, de ahí que en 2014 Bakov adquiriese en Nikšić (Montenegro) una parcela de noventa y seis hectáreas donde establecer el palacio imperial, un monasterio ortodoxo y un centro cultural ruso, pidiendo de paso el reconocimiento diplomático del nuevo estado. En ese mismo sentido, al año siguiente abrió negociaciones con Macedonia, Albania, Gambia, y Antigua y Barbuda.

Localización de las islas frente a la costa de Gambia, en Google Maps

En 2016, tras más conversaciones con Kiribati (un archipiélago del Pacífico), el ejecutivo de ésta acordó la cesión de tres de sus islas a cambio de inversiones económicas para instalar una factoría pesquera e infraestructuras turísticas para viajeros rusos, si bien después se echó atrás.

Pero a finales de 2017 se anunció un pacto de mistad y cooperación con Gambia, que reconoció al Imperio Romanov dejándole construir unas islas artificiales frente a Banjul. El proyecto, ampliamente documentado en la web oficial del Imperio, tiene un aspecto eminentemente futurista. Insistiendo en esa línea, Bankov ofreció a los atletas rusos sancionados para los JJOO de Invierno 2018 acudir bajo bandera romanoviana.

El proyecto de Gambia / foto Romanov Empire

Según el insólito empresario-político, hay otros cinco países a punto de reconocer al Trono Imperial, aunque de momento no se ha divulgado cuáles. Y entretanto, el nuevo estado emite pasaportes, habiendo entregado alrededor de cuatro mil; uno de ellos a Edward Snowden, a quien también concedió la ciudadanía en 2013 cuando viajó a Moscú pidiendo asilo político.

Porque la relación con Rusia se mantiene: Bakov ya no es diputado pero su hija Anastasia recogió el testigo y en 2013 se presentó como candidata por el Partido Monárquico a la alcaldía de Ekaterimburgo, la ciudad fetiche.


Fuentes

Romanov Empire (web oficial) / Political parties in the regions of Russia. Democracy unclaimed (Grigorii Golosov)/Uncle John’s FACTASTIC Bathroom Reader/Partido Monárquico de Rusia/Wikipedia


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