Leviatán de Parstonstown suena a nombre de monstruo mitológico pero en realidad es el apodo popular que se dio a un gigantesco telescopio construido en Irlanda en la primera mitad del siglo XIX y cuyo nombre oficial era Telescopio Rosse porque su impulsor fue el tercer Conde de Rosse. Era el mayor de su época y mantuvo esa condición hasta 1917.

El aristócrata protagonista de este singular episodio fue William Parsons, miembro de la Cámara de los Lores y astrónomo aficionado nacido en la localidad inglesa de York en 1800 pero educado en el famoso Trinity College de Dublín y, posteriormente, en el Magdalen College de la Universidad de Oxford.

Se licenció con matrícula de honor en Matemáticas en 1822 pero no ejerció profesionalmente porque se centró en su carrera política, paralelamente al matrimonio que contrajo en 1836 con Mary Field, que le dio trece hijos aunque sólo cuatro llegaron a adultos.

William Parsons en 1867/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Sin embargo, su interés por la ciencia le llevó a ser nombrado presidente de la British Science Association, fundada hacía poco (en 1831), permaneciendo dos años en el cargo entre 1843 y 1844. También presidiría la Royal Society of London for Improving Natural Knowledge de 1848 a 1854 y formó parte de la directiva del Trinity College. Asimismo, al fallecer su padre en 1841 heredó el condado de Rosse y la baronía de Oxmantown, siendo entonces cuando concibió la idea de hacer un telescopio nunca visto hasta entonces.

Porque todo esto lo compatibilizó con la citada pasión por la astronomía, experimentando con aleaciones de estaño y cobre para obtener el mejor metal de espejos, el tipo de material con que se dotaba a los telescopios de entonces para reflejar las observaciones.

En esa labor, Parsons siguió y optimizó la técnica creada por un astrónomo alemán llamado William Herschel, célebre por ser el descubridor del planeta Urano y sus dos lunas, Titania y Oberón, además de demostrar que el Sol no era una estrella inmóvil sino que se desplazaba en una órbita que bautizó como ápex solar.

William Herschel/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Herschel había construido un enorme telescopio en 1789 que era conocido como el Gran Cuarenta Pies por la longitud de su tubo y gracias al cual pudo hacer muchos descubrimientos astronómicos, aunque las dimensiones del aparato (la lente medía metro y medio de diámetro) lo hacían tan incómodo de manejar que prefería usar uno más pequeño, también fabricado por él.

De hecho, ésa fue otra de sus especialidades y, a modo de curiosidad, se puede reseñar que el telescopio del Real Observatorio de Madrid, que lamentablemente resultó destruido en 1808 por las tropas napoleónicas, fue obra suya.

Ahora bien, este insólito germano, que encima era un consumado músico y cuyo hijo siguió sus pasos en Inglaterra, murió en 1822 y tras el óbito se perdió la mayor parte de sus trabajos técnicos sobre fabricación de ese instrumental astronómico, así que Parsons recopiló lo que quedó y se puso manos a la obra en el que sería el gran proyecto de su vida: la fabricación de un telescopio que superara en tamaño al del teutón. Antes probó con modelos más manejables e hizo uno de 48 centímetros de lente, igual que el de mano de Herschel.

El Telescopio de Rosse en un dibujo decimonónico/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Luego llegó otro de 90 y en 1842 estaba ya embarcado en uno del doble de diámetro, el Leviatán, cuando se produjo uno de los episodios más trágicos de la historia de Irlandia, la Gran Hambruna de la Patata, que azotó la isla obligando a emigrar a miles de personas y a él interrumpir su trabajo para atender la precaria situación de los campesinos de sus fincas.

Eso ralentizó las labores de construcción hasta 1847, en que que el Leviatán quedó terminado. El diámetro de la lente era de 184 centímetros y el tubo medía 16,5 metros de longitud si se le sumaba el bastidor del espejo metálico, necesario porque éste presentaba 13 centímetros de grosor y pesaba 3 de las 16 toneladas totales. Una bisagra de dos ejes que unía ambas piezas permitía mover el instrumento de arriba a abajo y de derecha a izquierda.

Con semejantes medidas y teniendo en cuenta que el aparato era de modelo newtoniano (un tipo de telescopio reflector ideado por Isaac Newton que enfoca la luz y forma las imágenes usando espejos en vez de lentes, y que tiene el visor por un lado), resultaba más fácil que fuera el observador el que se moviera, sobre todo en latitud baja, y para ello utilizaba una barquilla de madera que se deslizaba sobre una viga, la cual podía subir y bajar merced a una guía que se adaptaba al desplazamiento del telescopio.

El propósito de Parsons al fabricar el Leviatán era observar las nebulosas descritas por Herschel y Charles Messier (otro astrónomo francés autor del prestigioso catálogo homónimo, publicado en 1774, que registraba cuerpos celestes, desde cometas a nebulosas, pasando por estrellas y cúmulos), descubriendo que varias nebulosas tenían forma espiral, como M51 (la M viene de Messier), y tenían estrellas, por lo que había que considerarlas galaxias, caso de M57. Algunas presentaban unos filamentos gaseosos que recordaban un poco las patas de un artrópodo o crustáceo y así fue cómo recibió su nombre la Nebulosa del Cangrejo.

El espejo del telescopio tras su desmantelamiento/Imagen: Tyne & Wear Archives & Museums en Wikimedia Commons

Pero no se quedó ahí; el potencial del Leviatán de Parsonstown era tal que permitió a su creador hacer cientos de descubrimientos más entre 1848 y 1865. Y no sólo a él sino también a sus ayudantes, John Louis Emil Dreyer, Robert Stawell Ball y Charles Edward Burton, algunos de los cuales se convertirían luego en reputados astrónomos. Según un contemporáneo suyo, el juez y político irlandés Thomas Lefroy (que, por cierto, algunos consideran que fue quien inspiró a Jane Austen el personaje de Mr. Darcy, de Orgullo y prejuicio), el colosal telescopio permitía contemplar Júpiter del mismo tamaño que la Luna a simple vista.

Parsons falleció en 1867 pero su hijo mayor, Lawrence, nuevo conde de Rosse, junto con el ayudante Dreyer, continuaron su trabajo manteniendo el artilugio en funcionamiento varios años y proporcionando más novedades a la ciencia. A partir de 1878 los materiales empezaron a resentirse y Lawrence fabricó un telescopio más pequeño, de montura ecuatorial (un soporte de dos ejes) que descargara de trabajo al Leviatán. Éste se desmanteló finalmente en 1908, si bien se conservan in situ, en el Castillo de Birr (condado de Offaly), el tubo, un bastidor (el otro se trasladó al Science Museum de Londres) y los muros arquitectónicos.

Pero no fue ése el final de su historia; hay un epílogo. Aún fuera de uso, el Leviatán de Parsonstown seguía siendo el mayor telescopio del mundo (no fue desplazado de ese puesto hasta 1917, por el telescopio Hooker estadounidense, del Observatorio astronómico del Monte Wilson, Los Ángeles, que acreditaba 2,54 metros de diámetro) y su popularidad era considerable desde que Julio Verne lo citó en 1865 en su novela De la Tierra a la Luna, así que en la década de los setenta del siglo XX, con el turismo ya asentado como nuevo nicho económico, aquel ingenio se perfiló como un atractivo para los visitantes.

La reconstrucción actual del telescopio en su ubicación original del Castillo de Birr/Imagen: Nils E. en Wikimedia Commons

Fue Michael Tubridy, un astrónomo aficionado -como Parsons; involuntario pero bonito homenaje- quien impulsó la restauración del telescopio, algo que requirió una intensa y concienzuda labor documental (textos, dibujos, fotografías… todo aquello que aportase datos útiles) porque los planos originales se habían perdido.

Haciendo frente a un sinfín de obstáculos, quedó listo en 1999, aunque sustituyendo el metal del espejo por aluminio. Y además no está sólo; desde 2017 el castillo acoge también al radiotelescopio LOFAR IE613, con el que se pudo observar por primera vez a una enana roja que está a 75 billones de kilómetros de distancia.


Fuentes

Mirror, mirror. A history of the human love affair with reflection (Mark Pendergrast)/Eyes on the Universe. The story of the telescope (Patrick Moore)/The Oxford illustrated history of Science (Iwan Rhys Morus)/Great astronomers: William Parsons (3rd Earl of Rosse) (Robert Stawell Ball)/William Parsons, 3rd Earl of Rosse. Astronomy and the castle in nineteenth-century Ireland (Charles Mollan, ed)/An acre of glass. A history and forecast of the telescope (J. B. Zirker)/Wikipedia


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