Aunque sólo conocemos algunas a ciencia cierta, es probable que la Guerra Fría haya originado un buen puñado de situaciones tensas en las que se estuvo realmente cerca del desastre. La crisis de los misiles de Cuba fue el episodio más evidente por su dimensión pública y mediática, pero seguramente sean innumerables otros incidentes aislados entre los dos bandos, desde ese juego del gato y el ratón que se traían los submarinos nucleares en el Atlántico Norte a los lanzamientos de proyectiles, de los que sabemos al menos de un trío de casos que estuvieron a punto de originar un conflicto abierto: el de Stanislav Petrov, el de Able Archer 83 y el del misil noruego Black Brant XII.

Able Archer 83 fue el nombre con que la OTAN bautizó unos ejercicios militares iniciados el 7 de noviembre de 1983 en la ciudad belga de Mons. Consistían en una simulación teórica en la que, a lo largo de cinco días (dos de escalada y tres de situación prebélica), la tensión con el Pacto de Varsovia eclosionaba y desencadenaba una guerra, pasándose a DEFCON 1 (siglas de Defense Condition, que se usan para graduar el estado de alerta en las fuerzas armadas; hay cinco niveles y el 1 es el máximo, nunca declarado en la vida real) y procediendo a lanzar misiles nucleares contra el enemigo.

Esta operación coincidió cronológicamente con la llegada de los nuevos misiles estadounidenses Pershing II a las bases europeas, algo que el gobierno soviético sabía porque dos años antes la KGB lo había descubierto y por eso, en prevención, había desarrollado un plan de respuesta. Leónidas Breznev, secretario general del Partido Comunista y presidente del Sóviet Supremo de la Unión Soviética, encargó a Yuri Andropov, que le sucedería en el cargo cuando el otro falleció en 1982 pero que entonces era el director de la KGB, la elaboración de la Operación RYAN en colaboración con el GRU, el Departamento Central de Inteligencia, un organismo paralelo -y en cierta forma rival- de la KGB que, al contrario que ésta, todavía sigue funcionando como tal.

El alineamiento de los países en 1980/Imagen: VitoCadiz en Wikimedia Commons

Se llamó Operación RYAN porque también era un acrónimo, en este caso de la expresión en ruso Raketno-Yadernoe Napadenie (Ataque con Misiles Nucleares). Fundamentalmente, se basaba en poner a una legión de agentes a vigilar a todos los oficiales occidentales que pudieran tener participación importante en un ataque para, según los movimientos que realizasen, deducir el inicio de éste y adelantarse. Se puso en marcha en mayo de 1981 y adquirió una importancia especial cuando, como decía antes, se supo que EEUU desplegaría los Pershing II por Alemania, ya que este tipo de proyectil podía dispararse desde camiones y esa movilidad prácticamente imposibilitaba su localización.

Así, un lanzamiento únicamente dejaría un margen de reacción de cuatro a seis minutos (dos más si el objetivo era Moscú) para tratar de interceptarlo, de ahí la necesidad de saberlo con antelación. Cuando el 23 de marzo de 1983 Ronald Reagan puso en marcha la SDI (Strategic Defense Initiative), un sistema de defensa contra misiles balísticos -bien intercontinentales, bien los lanzados desde submarinos-, que fue conocido popularmente con el apodo de Star Wars debido a que parte de ese escudo era espacial, la Operación RYAN recibió un impulso extra.

Ese juego entre ambas potencias se cobró su primer precio humano el 31 de agosto de 1983 con el derribo del vuelo 007 de Korean Air a manos de dos cazas soviéticos Sujoi SU-15 cuando sobrevolaba la isla Moneron, territorio ruso en el Mar de Japón catalogado como zona restringida. Murieron todos sus ocupantes, doscientas sesenta y nueve personas (incluyendo a un congresista estadounidense) porque, según los responsables, no sabían que se trataba de un avión civil y pensaban que estaba realizando labores de espionaje. La cosa se puso al rojo vivo y se agravó poco después con el llamado Incidente del equinoccio de otoño.

Lanzamiento de un Peshing II desde un camión en 1983/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La tragedia del avión surcoreano y las informaciones facilitadas por los agentes de la KGB en occidente habían puesto las cosas al límite, pero empeoraron el día 26 de septiembre cuando un satélite envió una señal de alarma al búnker Sérpujov-15, perteneciente al centro de mando de inteligencia y desde donde se coordinaba la defensa aeroespacial: acababa de ser lanzado un misil balístico intercontinental LGM-30 Minuteman desde la base de Malmstrom, en Montana (EEUU), y se dirigía hacia la URSS con un tiempo estimado de llegada de veinte minutos.

Afortunadamente, a cargo de aquel puesto estaba el coronel Stanislav Yevgráfovich Petrov, del Voyska PVO (Tropas de Defensa Aérea), un experto en el nuevo -por tanto aún en rodaje- sistema satelital de alerta OKO. Petrov no encontró lógico que el enemigo atacase con un único misil y que los radares de tierra no corroborasen dicho ataque. De hecho, ésa fue la opinión que mantuvo cuando unos minutos más tarde los ordenadores detectaron otros cuatro proyectiles en vuelo y la explicación que dio posteriormente, al preguntársele qué había pensado en aquellos momentos: «La gente no empieza una guerra nuclear con solo cinco misiles».

Las rutas teórica y real seguidas por el vuelo 007 y punto del derribo/Imagen: Mgarin73 en Wikimedia Commons

Efectivamente, no tardaría en saberse que el fallo se debió a una rara alineación de la luz solar en las nubes de gran altitud con las órbitas de Mólniya de los satélites (son órbitas elípticas con períodos de doce horas que permiten al satélite permanecer la mayor parte del tiempo sobre un mismo área). El fallo del sistema OKO fue considerado vergonzante por las autoridades soviéticas, que ocultaron los hechos y enviaron a Petrov a un destino menor hasta que años después se le reconocieron mundialmente sus méritos. Falleció a mediados de 2017.

Stanislav Petrov en 20016/Imagen: Queery-54 en Wikimedia Commons

Pero aquella escalada de tensión no había terminado todavía y se recrudeció en otoño, cuando empezó Abble Archer 83. El bloque soviético interpretó el ejercicio como una acción de guerra real debido a que se emplearon sistemas de comunicaciones codificados y además involucraba activamente a los propios jefes de gobierno de los países de la OTAN. Por tanto, reaccionó poniendo en alerta a sus fuerzas de Polonia y Alemania del Este, de manera que, según los analistas, el mundo quedó en una situación parecida a la de Cuba en 1962, aunque sin que trascendiera a la opinión pública (de hecho no se tuvo noticia de ello hasta que el coronel de la KGB Oleg Gordievski, que era un agente doble y desertó a Gran Bretaña en 1985, lo desveló).

Por suerte, cinco días después, el 11 de noviembre, Abble Archer 83 finalizó sin mayor trascendencia. Parece que pesaron más otras siglas, las de MAD (Mutual Assured Destruction, Destrucción Mutua Asegurada), que jugaban con el doble significado de «loco» en inglés para designar una situación postbélica de devastación total para ambos bandos. Esta doctrina, llamada también 1+1=0, fue concebida por John Von Neumann, un prestigioso matemático de origen húngaro emigrado a EEUU, y se basaba en el concepto de equilibrio estratégico por miedo a ese efecto fatal de las armas atómicas; lo que hoy conocemos como disuasión nuclear.

Informe de la Fuerza Aérea de EEUU sobre Able Archer 83/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ahora bien, esos roces al límite todavía se repetirían alguna vez más, siendo la más destacada la ocurrida en 1995 con el cohete noruego citado al principio. En este caso con una curiosa diferencia: la Unión Soviética ya no existía al haberse disuelto cuatro años antes, durante el mandato de Mijaíl Gorbachov. Se suponía que con ello terminaba también la Guerra Fría pero aún hubo tiempo para el escalofriante episodio que tuvo lugar el 25 de enero de ese año, cuando el lanzamiento de un cohete científico desde Noruega volvió desatar la alarma en la redenominada Federación Rusa.

El artefacto lanzado era del tipo Black Brant XII, una sonda para estudios de la ionosfera diseñada con el objetivo de fondo de mejorar las comunicaciones militares. En concreto, al XII se lo conocía también como Talos Terrier Black Brant Nihka, nombres que correspondían a las cuatro etapas en que se dividían sus quince metros de longitud. Pesaba algo más de cinco toneladas, aunque ello dependía de la carga que llevase (podía cargar hasta cuatrocientos diez kilos), y podía alcanzar una altitud máxima de mil quinientos kilómetros.

El equipo que llevaba debía estudiar las auroras boreales del archipiélago Svalbard, en el Océano Glacial Ártico, de ahí que tomase rumbo norte. Pero el lanzamiento, que se efectuó desde Andøya (una isla de otro archipiélago, el de Vesterålen, al norte de las Lofoten, por encima ya del Círculo Polar Ártico), fue detectado por los radares de estación rusa de alerta temprana de Olenegorsk, en Múrmansk. Los operadores debieron sentir un sudor frío al observar el patrón de vuelo del cohete y su velocidad porque eran iguales que los de los Trident, misiles balísticos que se lanzaban desde submarinos de la clase Ohio (estadounidenses) y Vanguard (británicos), y armados con ojivas termonucleares.

Había dos problemas añadidos. Uno, la trayectoria seguida por el Black Brant XII incluía su paso por un corredor aéreo previsto para que los misiles nucleares Minuteman III que esperaban en sus silos de Dakota del Norte alcanzaran Moscú. Y dos, como dijimos antes, el tiempo de reacción para interceptarlo era muy limitado, así que el gobierno ruso tendría que tomar una decisión sobre la marcha. El gabinete estaba encabezado por Boris Yeltsin, que activó su Cheget, es decir, la versión rusa del maletín nuclear, que había sido adoptado en 1980 por Gorbachov cuando ascendió al poder a instancias de Andrópov y siguiendo el modelo norteamericano.

El Cheget puso a Yeltsin en contacto con los ministros y máximos responsables militares del país a través de un sistema de comunicaciones concebido ad hoc y llamado Kavkaz (Cáucaso en ruso); asimismo, quedaba preparado el botón nuclear, o sea, el dispositivo que podía ordenar el lanzamiento de sus propios misiles (y que en realidad no es un botón sino dos llaves), ordenándose a la flota de submarinos prepararse para entrar en combate y disparar. Sin embargo no se declaró el estado de guerra ni se advirtió a la población.

Como el incidente de Petrov de 1983 era material clasificado, había que buscar explicación a por qué la OTAN lanzaba un único misil. Una de las posibilidades manejadas para ello fue que su carga nuclear estaba destinada a provocar una explosión que diera lugar a un EMP (pulso electromagnético) que sobrecargara el voltaje de los dispositivos eléctricos de los radares, dejando ciegas las defensas rusas como paso previo de un ataque a gran escala. En decidir este tipo de cuestiones se empleó el ochenta por ciento del tiempo, es decir, ocho minutos; recordemos que un Trident podría alcanzar Moscú en el diez y sembraría la muerte.

Por suerte, cuando ya se agotaba el tiempo, el seguimiento del cohete reveló que éste se había desprendido de sus correspondientes fases y el rumbo no era hacia territorio ruso sino que se alejaba hacia el mar. El gobierno respiró aliviado y veinticuatro minutos después del lanzamiento, siguiendo el plan, el Black Brant XII cayó cerca de Spitsbergen sin mayores consecuencias. Yeltsin manifestó luego sus dudas acerca del caso, si había sido un malentendido o algo deliberado para poner a prueba el sistema defensivo ruso.

Para evitar que se repitiera algo similar, se modificaron los protocolos de notificaciones mutuas. Al fin y al cabo, lo más sangrante de este episodio era que los científicos noruegos y estadounidenses habían advertido a la Federación Rusa, junto a una treintena de países más, del lanzamiento del cohete; simplemente, la información se perdió en el proceso burocrático de comunicársela a las estaciones de radar. Espeluznante por partida doble.


Fuentes

War scare. Russia and America on the nuclear brink (Peter Vincent Pry)/Able Archer 83. The secret history of the NATO xxercise that almost tiggered nuclear war (Nate Jones, ed)/A Cold War conundrum: the 1983 soviet war scare (Benjamin B. Fischer en Central Inteligence Agency)/Russia and armed persuasion (Stephen J. Cimbala)/Stanislav Petrov, soviet officer who helped avert nuclear war, is dead at 77 (Sewell Chan en The New York Times)/Wikipedia


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